8: Un día.

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Eran las ocho de la mañana y nos encontrábamos en el aeropuerto, la castaña se veía realmente molesta con todo el asunto ya que su pelea con Carol fue en vano y en cuanto a Grace, pudo pedir unos días más en su trabajo para acompañarnos aunque yo deseaba que no, pero podría ser una buena distracción para Carol.

El avión estaba listo así que todos nos encaminamos a entrar, una vez ahí, Carol y Grace muy sumidas en su plática terminaron sentándose juntas. Alexa puso los ojos en blanco al percatarse de que me sentaría a su lado y no pude evitar demostrar como me gustaba sacarle de sus casillas.

—Vamos cariño, no me trataras así toda la vida... — Ella estaba cruzada de brazos mirando la ventana a su lado, posé una de mis manos en su muslo y me ignoró.

—Puedo y quiero. —murmuró.

—No olvides quién tiene el control ¿de acuerdo? —presioné su delicada piel en mi mano y simplemente me miró algo tensa pero no respondió —. No te escucho amor. —terminó asintiendo.

—Si Ian. —retiré mi mano y bajó la mirada.

Después de acomodarse en varias posturas la chica cayó dormida mientras yo la contemplaba. Respiraba con tanta calma como si el mundo entero fuera bondad y color de rosa; sin temor o remordimientos, podría ser esa una de las razones por las que me mantengo aquí, saliendo con su madre y metiéndome en sus asuntos. Sé lo hijo de puta que me he comportado pero trato de alejarme, de convencerme de que nada bueno saldrá de aquí pero no puedo irme del todo.

Es como si me retuviera aquí, quizá si la trato mal, sucesivamente le deje de gustar y se aleje de mí por su cuenta.

Visualicé que los asientos de Grace y Carol estaban separados a los nuestros por lo que no podían vernos. Sin pensarlo pasé una de mis manos por su cintura y me abracé a su cuerpo, en respuesta emitió un quejido, traté de comprobar si se había despertado y noté que no.

—Lo siento. — No sé de qué me disculpaba exactamente y por qué carajos lo hacía, pero eso salió de mis labios y sentí que debía decirlo, me hundí en su aroma y caí dormido al cabo de unos minutos.












Sentí cómo me abrazó e inevitablemente también escuché aquellas palabras y lo odié el doble. Porque eso me daba esperanza en que pudiera cambiar su tóxica forma de ser, me pareció tan humano de su parte que pasé uno de mis brazos por su cuello acariciando su rostro y aquella mandíbula que hacía sus facciones perfectas.

¿Por qué tienes que lastimarme? Puedes acercarte a mí de miles de maneras.

A estas alturas ya me estoy olvidando de que si lo conozco es porque sale con mamá y porque le pidió prácticamente que se casaran. Dios, eso no sale de mi mente, cada segundo recuerdo cuando la abraza y hace todas esas cosas que Me molestan y me dan ganas de arrojarlo del avión ahora mismo, pero después recuerdo sus besos y la manera en la que me mira o me reta. Maldito seas Ian.

Subí mis manos hasta su cabello para enredar mis dedos en este liberando su delicioso olor, apoyé mi cabeza contra el asiento para momentos después retomar mi sueño.

Dangerous Secrets [Ian Somerhalder] EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora