08. Yo te salvaré.

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De nada te servirá tu vida, si no te esfuerzas por vivirla.

Pereza.

... ... ...

Joseph:

Alicia pudo escapar, eso era lo primordial para mí en ese momento. Ahora sólo queda largarme de aquí y alcanzarla.

— ¡Obispo estúpido! — Lo señalé. — Cuando lo tenga en mis manos, haré que se arrepienta de haberme hecho perder el tiempo. — Mi amenaza no parecía afectarle, solo me miró con desprecio, y se marchó del lugar dejándome con el heraldo. — Parece que solo quedamos tú y yo.

— Tengo órdenes de llevar a cabo tu inmediata captura, no lo tomes personal — Aunque el eco de su armadura distorsionaba su voz, se me hacía muy familiar.

— ¿Sabes? Una vez conocí a alguien como tú. — Le conté bajando la guardia un momento. — Pero tu armadura esta mejor diseñada.

— No me interesa en lo absoluto. — Me Respondió.

— Entonces no sé diga más. ¡Ven! — Preparé mi posición esperando que diera el primer golpe.

Por un momento me pareció extraño, me analizaba, algo buscaba en mí. Tiró su lanza al suelo y llegó a toda velocidad, logré ver un puño que venía directo a mi rostro pero pude repelerlo dando uno igual, y como resultado, los dos ataques se anularon en un solo impacto.

— Que fuerza. — Reconocí. Me preocupaba que mi fuerza no pudiera hacerle frente a esa armadura.

Nuevamente se acercó, bloqueabamos cada uno de nuestros ataques. Ibamos a toda marcha con el fin de dar el primer golpe.

Te tengo...

Finalmente tuve mi oportunidad al dejar descubierta la parte media de su cuerpo, a la cual lancé una patada para alejarlo de mí.

— Buena jugada — Llevó una mano a su abdomen aunque no parecía haberle hecho daño en absoluto.

Si que es resistente, pero no más que Sebastián, y si pude derrotarlo a el, puedo derrotarte a ti.

— ¿Quien eres? — Pregunté y de inmediato se acercó nuevamente con un golpe, logré bloquearlo.

— No te incumbe saber quién soy. — Respondió quedando frente a frente conmigo.

Parecía tener una fuerza similar a la mía, por ende no podía permitirle acertar ni un golpe.

Intentemos otra cosa...

Agarré su brazo e intenté doblarselo, pero fué un completo error. Su brazo no cedió, era como intentar doblar una columna de cemento.

— Que idiota eres. — Se libró de mi agarre, tenía la oportunidad perfecta para golpear mi cabeza, pero en lugar de eso me golpeó en el hombro izquierdo dejándo con poca movilidad aquella extremidad. Traté de alejarme lo más que pude para no recibir un segundo acierto.

Perdió una gran oportunidad... ¿Por qué?

Sus golpes no eran tenaces por su fuerza, sino más bien por la dureza de su armadura, además era como si estuviera hecho de diamante por dentro.

¿De qué demonios está hecho?

Por más fuerte que sea su armadura, debía ser capaz sentir el impacto de mis golpes.

¿Acaso no era humano?

— Tuviste la oportunidad de hacerme trizas la cabeza, ¿Por qué te detuviste? — Lleve la mano a mi hombro en un intento inútil de apaciguar el dolor.

7 Pecados de la muerte. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora