47. Segundo dia, El cabo suelto.

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Y aún teniendo al mundo entero postrado ante mí, siempre estaré de rodillas ante tí.

Orgullo.

... ... ...

Sebastián:

A tan solo cinco días del final, mi mente solo podía estar para la persona que siempre había cuidado de mi; Becca.

Pero, ¿Por qué el final? Era algo sencillo. Los siete pecados en contra de Axel el demonio, parecía un simple combate, pero no era así, pues fuera cual fuera el resultado, terminaríamos muertos o sin recuerdos.

Simplemente ya da igual como acabe todo...

Me preguntaba si debía contarles a los demás pecadores sobre la perdida de la memoria al obtener la lágrima del purgatorio, pues era un conocimiento que gracias a mi sueño premonitorio, solo gozaba yo, o al menos eso creía.

Sería el final. Perder la memoria es casi lo mismo que morir, ¿Qué importaba? Por ahora solo debía llegar al final de este día, que como todos los demás, no sería nada normal.

— ¿Por qué tengo que cargar las compras yo? — Le pregunté a Becca de camino a casa y repleto de bolsas.

— Porque eres el más resistente. Además Joseph carga las de Alicia sin ningun problema, ¿El puede y tú no? — Admito que sabía persuadirme para ganar.

— ¿Y por qué nos acompaña la envidiosa? — Pregunté refiriéndome a Kim quien sólo me desvió la mirada con disgusto.

— Porque la llevaré a un spa, quiero hacer florecer su belleza interior. — Respondió Becca admirando a la pecadora.

— Pues tendrás que traer una excavadora, su belleza está muy al fondo. — Solté una pequeña risa burlona y de inmediato Becca me dió un pellizco que ni sentí.

Esos pellizcos no son rivales para mí.

— Ahora por idiota, llevarás las compras tú solo. — Las ordenes de Becca eran absolutas aún para mí, no podía negarmele. — Kim y yo vamos solas a partir de aquí.

Lo que faltaba...

No hacía falta ser un genio para saber que sobraba con ellas dos, y sin más fui al apartamento de Becca para dejar las compras. Pude ver cómo Kim se burlaba a mis espaldas por ello.

Kim:

Por fin ese idiota de Sebastián se había largado. Ahora podría pasar una tarde tranquila.

— Esperemos a que pase un taxi aquí. — Propuso Becca. — ¿Cómo van tus heridas?

— ¿Heridas? Oh sí, la pelea con los angeles aquella noche. — Por poco lo olvidaba. — Esa misma noche desaparecieron. Creo que todos corrieron con la misma suerte por ser pecadores.

La noté asombrada por nuestras capacidades. De seguro ella deseaba sanar como yo.

Eso, ¡envidiame!

— No ha pasado ni un taxi. — Becca tenía razón, en esta zona por lo general abundaba la soledad, por ende los taxis no pasaban muy seguidos. — Busquemos otro lugar. — Propuso y de inmediato la seguí.

Algo llamó mi atención, una camioneta negra se nos acercó de la nada, la ventana del conductor reveló a un sujeto de apariencia algo agradable.

— Buenas tardes. — Saludo y no correspondimos. Tenía un mal presentimiento. — ¿Es usted Kim? — Preguntó sonriente y no respondí. — Y también... ¿El pecado de la envidia?

7 Pecados de la muerte. [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora