Krolia

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Lance sabía que algo malo pasaba. Shiro había tratado de esconderlo durante semanas, pero para él era obvio. Hacía años que se conocían y no le pasaban desapercibidas las bolsas debajo sus ojos, sus miradas de lástima o sus largos silencios durante las comidas. Lance no paraba de repetir en su mente una escena en la que abordaba al mayor y lo zarandeaba, sacándole las respuestas, pero aguardó paciente y con las uñas mordidas hasta que al final un día su tutor los reunió a todos en el comedor y se lo explicó.

Los menores estaban sentados en el sofá, con Keith en el medio. Lance le había cogido la mano, necesitaba algo a lo que agarrarse ya que se sentía mareado. Todo tenía muy mala pinta.

Era una lástima porque llevaban una temporada en la que todo había sido alegría y buenos momentos. Él y Keith se llevaban de maravilla, bromeaban, se besaban, jugaban a la consola... Incluso parecía que los celos hacia Lotor habían disminuido y que Keith empezaba a entender que éste no era tan malo, simplemente le gustaba provocar reacciones "interesantes" en los demás. Pero parece que las fuerzas del universo no iban a permitir que su alegría durara mucho más, y esta había sido la calma que precedía a la tormenta.

Shiro se puso delante de los 3, con sólo una mesilla baja como separación entre ellos. Suspiró. El ambiente era tan tenso que hasta Pidge estaba incómoda. Todos presentían que algo muy malo iba a acontecer. Shiro cogió aire, reuniendo el valor para explicar aquello. Lo había ensayado en su mente cientos de veces durante los días previos y aún no se sentía preparado. Y si él no lo estaba, los niños lo estarían aún menos.

Le sabía mal. Llenar sus jóvenes corazones de pesar le dolía, así que había intentado evitarlo, guardándose aquel secreto para sí mismo hasta encontrar una solución que no dañara a nadie. Pero no había sido capaz. Los dioses estaban de testigos de que Shiro se había dejado la piel en ello, en mantener la jovial sonrisa de Keith en su rostro, en conseguir que las pesadillas de Lance prácticamente desaparecieran y en otorgar un ambiente familiar cercano y estable para Pidge. Pero ya no podía ocultarlo más.

Nadie se atrevió a hablar. Sabían que en cuanto empezara la conversación, desatarían a un monstruo que nunca más podrían encadenar.

- Chicos...- Shiro tragó saliva tan fuerte que creyó que los demás lo habrían oído.- Tengo malas noticias.

- ¿De qué se trata?- Lance notaba sus ojos escocer. No sabía nada pero se temía lo peor. Alguien estaba enfermo, o aún peor, alguien había muerto... O quizás...

- La madre de Keith...- Pidge y Lance giraron las cabezas para mirar al pelinegro.- ... ha vuelto.

El silencio se instauró en el comedor por unos segundos que se hicieron más largos de lo que realmente fueron. La cabeza de Lance echaba humo, ya que no sabía nada de esa mujer. Realmente no se lo había planteado nunca, la había dado por muerta cuando Keith se vino a vivir con ellos cuando su padre le abandonó.

- ¿Mi... mi madre?- Repitió Keith con incredulidad.- Me abandonó hace años...- Dijo negando con la cabeza.- Ni siquiera recuerdo su rostro...

- Reclama tu custodia.- Dijo Shiro, arrancando la tirita de golpe.

- ¿Qué? ¿Puede hacer eso? ¿Y qué implica eso?- Preguntó Lance a toda prisa, mirando alternadamente a Keith y a Shiro. En su lógica no cabía que una persona que había estado ausente durante tantos años tuviera derecho de reclamar nada.

- Sí, es su madre, al fin y al cabo. Yo sólo soy tu tutor porque no había ningún familiar cercano a quien darle la custodia.- Explicó Shiro derrotado.- Si ella la reclama, poco puedo hacer, excepto...

- ¿Excepto qué?- Repitió Lance.

- Ir a juicio.- Acabó Shiro.

Lance miró a Keith, con la piel de gallina. El pelinegro estaba en silencio, al igual que Pidge, quien no sabía qué hacer o decir en aquella situación. A ella, todo aquel percal le parecía ajeno.

Inefable IdiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora