La decisión de Keith

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Keith llevaba dos semanas quedando con su madre, y al tercer encuentro, Krolia le planteó de forma directa la pregunta que todos tanto temían.

Keith debía decidir si irse a Rumanía de forma voluntaria o bien negarse y seguir con Shiro, Lance y Pidge. En caso de negarse, su madre recurriría a los tribunales y, por lo que sabía, había muchas posibilidades de que Shiro perdiera el juicio, pues se había demostrado que Krolia tenía unos ingresos estables gestionando las empresas de su ex, unos antecedentes penales nulos y una salud tanto mental como física excelentes.

Durante esas dos semanas, Lance no había parado de pedirle, de forma más sutil o más directa, que no se fuera. Keith entendía qué pasaría si se iba, aún más que Lance incluso, ya que había decidido por él mismo que si se marchaba, rompería con su moreno de ojos azules. Keith no creía en las relaciones a distancia y menos a tantos kilómetros. Y mucho menos cuando aún sentía que no se merecía a Lance y que éste podía optar a alguien mejor.

Cierta tarde, el pelinegro decidió escabullirse y colarse en el despacho de Shiro, el cual siempre estaba abierto. El muchacho ni siquiera entendía la función del paño en aquella puerta. Rebuscó por los cajones del mayor hasta encontrar dos cartillas bancarias, que era justo lo que andaba buscando y se puso a inspeccionarlas. Estaba desesperado y quería encontrar alguna obviedad que le hiciera decidir por él cuál era la decisión correcta a tomar, como por ejemplo, ver que Shiro no podía costear los gastos de un equipo de abogados competentes contra los de su madre. En una, los números se apelotonaban. Asustaba la cantidad de gastos que habían entre facturas, seguros, comida, la escuela... Y muchos otros conceptos más. Las ganancias de Shiro intentaban mantenerlo todo en raya, pero era evidente que la situación económica no era muy boyante.

Miró la otra cartilla. Allí sólo habían ingresos, colocados de forma mensual. Algunos más altos y otros más bajos. Debía de tratarse de una cartilla de ahorros. Pasó las hojas que quedaban en blanco, y en la última encontró un papelito con números garabateados con lápiz. La caligrafía era muy mala, obra evidente de Shiro, pero pudo distinguir claramente su nombre y el de Lance entre otras palabras. ¿Estaría Shiro ahorrando para ellos? Quizás... ¿Para cuando fueran a la universidad?

Los ojos de Keith se empañaron de lágrimas. Él ni si quiera se había planteado si quería ir o no. Tenía tan claro que su padre no se la podría pagar y era tan evidente que con sus notas no conseguiría ninguna beca, que ni siquiera se había molestado en pensar qué quería hacer realmente en su futuro.

Keith guardó las libretas y los otros documentos que había sacado en su correspondiente caja, intentando dejarlo todo como estaba, sin evidencias de que había estado hurgando en las pertenencias del mayor.

Esa debía tratarse, sin duda alguna, de la decisión más dura de su vida.

- ¿Tú qué harías, Pidge?- Le preguntó Keith en uno de sus momentos a solas en la biblioteca del colegio.

- Me quedaría.- Contestó ella sin duda alguna mientras columpiaba sus piernas.

- Qué fácil te resulta tomar decisiones...- Le felicitó él, aunque su voz no reflejaba emoción alguna.

- Es que es fácil.- Dijo ella relamiéndose un dedo con una gota de mayonesa de su bocadillo.- ¿Tú qué quieres hacer?

- No lo sé, Pidge. Ambas opciones tienen sus pros y sus contras...

- Pero no pienses en eso.- Keith la miró sin entender.- Haz simplemente lo que te haga feliz. Y pasa del resto.

- No es tan... fácil.- Manifestó Keith, repitiendo la palabra.- Debo tener en cuenta otros factores, las consecuencias de mis actos...

Inefable IdiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora