Odio creciente

2.2K 355 73
                                    

A la semana siguiente de la partida de Keith, Hunk decidió hacerle una visita a Lance, alentado por Shiro, quien no paraba de ver a Lance alternando entre la ira y la tristeza.

Hunk traía buenas noticias, pero éstas quedaron eclipsadas por el drama de Lance, quien se había enfundado una máscara de "todo me da igual" y "Keith es un estúpido". Pero dicha máscara era de porcelana, y Hunk tenía el poder de resquebrajarla sólo con una sonrisa amable.

- Le odio.- Murmuró Lance tras limpiarse la nariz con el dorso de la mano. Había estado llorando, como los días precedentes a ese. 

- Tienes tus motivos, supongo. Encuentro muy fuerte que no te haya contestado ningún mensaje de texto. Quiero decir, allí debe tener Internet o cobertura, ¿no?- Le apoyó Hunk, cogiendo una patata frita de la bolsa.

Habían decidido encerrarse en la habitación del cubano y recrearse comiendo frituras y dulces, mientras despotricaban de Keith. Sonaba como el plan perfecto para un sábado para Lance. A la altura de hacer un maratón de comedias-románticas mientras te hinchas a helado, llevando el pijama más cómodo pero a la vez más feo, que pudiera encontrar.

- Es un imbécil. Apuesto a que ni se acuerda de nosotros. Deberías haberle visto marchar...- Sollozó Lance, con sus ojos llenándose de lágrimas de nuevo.- Parecía encantado con irse.

Hunk frunció el ceño. Quería respaldar firmemente a Lance en todo y ayudarle a aliviar su dolor, pero una parte de él le decía que algo olía mal en todo aquello. Cuando Hunk escuchó las palabras de Keith en el parque de atracciones y vio su expresión relajada tras decirlas, interpretó que los sentimientos de su amigo eran totalmente correspondidos. Además, a posterior había visto en primera persona todos los sonrojos de Keith cada vez que Lance flirteaba con él, los ojos demandantes del pelinegro cuando Lance hacía tiempo que no le hacía caso o todos los pequeños detalles que había tenido con él, como la noche que Keith le había dejado su chaqueta, asegurándole de que no tenía frío, pero luciendo unos brazos con piel de gallina por el resto de su paseo por el bosque. Su idea de Keith no cuadraba con la de un tipo "encantado con irse" y dejar posiblemente a algo más que a un novio detrás. Dejar a sus nuevos amigos, su nueva familia... Algo no le acababa de cuadrar.

- ¿No te alegras de que se haya reunido con su madre?- Preguntó Hunk, intentando desviar el tema sin quitarle la razón a Lance.

- No, siendo sinceros... No. Esa mujer se podría haber quedado en su casa.- Respondió él francamente.

Hunk interceptó la mano de Lance cuando éste iba a coger una patata, cogiéndosela cariñosamente. No quería llevarle la contraria a Lance ni decirle nada que pudiera herirle aún más, pero sinceramente creía que Lance estaba juzgando las acciones de Keith demasiado rápido y de forma egoísta e infantil. Pero Lance... fue su mejor amigo cuando él tan mal lo pasó, y aún lo era. Siempre le apoyó y estuvo a su lado, cuando Hunk no tenía ni una sonrisa que ofrecerle a cambio. Fue gracias a Lance que Hunk recuperó las ganas de vivir y dejó toda su depresión atrás.

Hunk lo pasó mal en la escuela. No es fácil ser una buena persona de grandes dimensiones. Los compañeros se metían con él cruelmente y las chicas se burlaban de su aspecto, incluso la compañera a quien consideraba como su mejor amiga y de quien había estado secretamente enamorado. Cuando las notas empezaron a bajar, en vez de alertar a los padres y preocuparse por el cambio de conducta de Hunk, los profesores empezaron a presionarle para que se esforzara más. Sumar que en casa la situación tampoco estaba del todo bien. Así que él no paraba de comer, intentando llenar ese vacío interior, esa ansiedad en forma de hambre que sentía. Hasta que empezó a tener pensamientos sobre hacerse daño a sí mismo y fue ahí cuando su madre se dio cuenta de que Hunk necesitaba una ayuda más allá de la psicóloga del colegio. Y esa ayuda le llegó, en forma de Shiro.

Inefable IdiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora