Hombre lobo

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La noche se había vuelto más negra de lo que solía ser en mi ciudad. Dentro del bosque, se escuchaban toda clase sonidos con dueño desconocido. Pájaros, viento, hojas. Un tímido escalofrío recorre mi cuerpo. Hace demasiado frío para ser verano. Supongo que este debe ser uno de esos sitios cálidos por el día y fríos por la noche. En invierno todo debe estar congelado.

Cris, que va el primero, levanta un dedo al aire, como advirtiendo que nos quedáramos quietos. Se apoya en un gran tronco que hay a su derecha y observa tras él. Nos hace señas para que vayamos a su lado.

-Hombres lobo. -Susurra. Tiene en guardia su gran ballesta negra.

-¿Qué comen?-Dice Lily.-Oh, dios. Qué asco.

Quiero verlo por mi misma y me inclino un poco, apoyada en el tronco. Hombres lobo. Tres. Tienen figura humana, pero con las articulaciones exageradas y mucho pelo por todo el cuerpo. Los ojos son iguales que los de un perro, quizá mas brillantes y profundos, sin un ápice de humanidad. Se que tienen colmillos, pero no acostumbro a verlos sin tener la boca llena de sangre. Atiendo a lo que acaba de decir Lily. Puede que estén comiéndose algún animal, podría, pero no. Me doy cuenta de que uno de los tres, tiene una mano entre los dientes. Aparto la vista al suelo.

-Yo me encargo. -Dice Youri.-Son de los mios.

-Sí, pero tú eres uno. -Le dice Alex- ellos son tres.

-No me subestimes.

Alex mira con la ceja levantada a Youri y este sonrie.

-Te cubro. -Dice Cris, cargando la ballesta y colocándose en posición, clavando una rodilla en el suelo.

Youri asiente sin mirarnos y sale corriendo, sufriendo una metamorfosis en el camino. Quizá esperaba que al ser un chico tan atractivo, su "yo-lobo" también lo fuese. Pero no. Es igual de feo que todos los demás.

Los tres hombres lobo giran la cabeza y después avanzan hacia Youri. Saltan encima de él, pero es fuerte y consigue apartarlos de un solo empujón. Oigo rugidos, desgarres de garganta y dientes que se clavan en la piel de alguien, ahora mismo no sé de quien. Veo como se revuelcan por el suelo, y vuelven a levantarse sucesivas veces, hasta que todos tienen sangre y marcas que se ven como manchas negras desde aquí. Escuchamos un aullido, que se queda a la mitad de grito de guerra y lamento.

-Son demasiados para él. -Dice Lily. -Haced algo, yo no pinto nada ahora mismo. -Lily mira a Cris, que está inmutado, apuntando desde las raíces del árbol.-Cris. Dispara.

-Mierda. -Susurra. -La plata. Esto no les hará nada. -Pero no deja de apuntar- Alex, ¿tienes algo?

-Tengo un aturdidor, pero también lo aturdirá a él.

-Da igual. Úsalo, eso los tendrá menos alerta. Lume.- Un escalofrío me recorre la piel. No me esperaba mi nombre. -Coge las balas de plata que tengo en el bolsillo.

-Sí.

Decido no hacer preguntas y agacharme a su altura. Alex lanza con fuerza algo que parece dejar atontados a los cuatro hombres lobo. Se tambalean de un lado a otro y se tapan los oídos. Voy a buscar en el bolsillo derecho de los vaqueros de Cris. Estoy nerviosa por no saber bien lo que tengo que hacer, pero sé que es mejor hacerle caso. Veo que sonríe muy levemente sin mover ni un milímetro la vista del blanco.

-En el trasero.

Pongo los ojos en blanco y cojo las dos balas que encuentro, intentando no rozarlo a él.

-¿Qué quieres que haga con ellas?

-Derrite una. Justo encima de la punta de la flecha.

-Daos prisa, está empezando a pasarse el efecto. -Nos dice Lily desde detrás de otro árbol. Veo que se muerde las cutículas.

Me coloco la bala encima de la mano derecha y saco una llama azul de mi mano. Dejo resbalar la plata derretida entre mis dedos, intentando no desperdiciar nada y que todo caiga en la flecha. El fuego no me quema, pero siento un río de lava en mi mano. Jadeo. Cuando ya no tengo más, la flecha no tarda ni un segundo en salir disparada. Un hombre lobo cae de espaldas, con ella clavada en la garganta. Hace ruido, como si tuviese espuma venenosa en la boca, y después, nada. Derrito otra bala encima de otra flecha y repetimos el proceso. Esta tarda menos, ya que la he calentado sin querer antes con la otra mano. Youri, le da una patada en el pecho al último y lo tira de espaldas. Se lanza sobre él y le muerde el cuello. Después escupe algo rojo. Vuelve hacia nosotros ya con su apariencia normal, aunque intentando quitarse toda la sangre de la cara. No sabría decir cual es suya y cual de los otros.

-Gracias. -Dice, mirando a Cris.- ¿Volvemos? Creo que ya hemos tenido suficiente diversión por hoy.

Avanzamos sin decir nada. Me arde la mano. La plata ha dejado una especie de surco rojizo.

-¿Te has quemado? -Me pregunta Alex.

Asiento.

-Nunca me había quemado antes.

-La plata es muy fuerte. -En casa tengo un producto para acelerar la cura. De todas formas, cualquiera se habría quedado sin mano. A ti no te quedará ni cicatriz.

Mientras caminamos, Youri no dice ni una palabra. Solo maldice por lo bajo en su lengua madre agarrándose el costado. Cuando llegamos, cogemos turnos para la ducha. Se agradece el agua caliente en los hombros después de un día tan largo. Camino como si fuera a la guillotina cuando voy de la ducha a mi dormitorio. Peso más de la cuenta y el pijama solo me da más ganas de dormir de lo que ya tengo. Tengo venas rojas en los ojos y, más que azules, parecen ser verde agua con esta luz. La pared es blanca y no hay decoración, así que suena eco y retumba cada sonido que hay en el dormitorio.

Cuando he puesto las sábanas para dormir y conectado la alarma para mañana, veo entrar atravesando la puerta a Cable, nuestro perro holograma. "¡Guau!". Ladra.

-Hola chiquitín. -Le digo. ¿Me escuchará?

Alguien toca a la puerta.

-Lume, soy Alex. ¿Puedo pasar?

-Sí.

Entra y mira a Cable.

-Atraviesa las paredes, es muy independiente. -El perro vuelve a ladrar- calla.

-No pasa nada, Alex. ¿Querías algo?

-Sí, toma.- Me entrega un frasco de cristal con líquido burbujeante dentro. -Para que te cures. Solo póntelo encima de la herida.

-Muchas gracias.-Sonrío.

-Buenas noches.

-Buenas noches.

Ahora me siento mal por como trataron al muchacho antes. Me cae bien.

Me unto el líquido y me tiro de espaldas al colchón sin destapar las sábanas. De pronto, estoy en una sala blanca con luces pálidas, que duelen y me hacen arrugar la cara. Justo en frente de mi, hay una bañera con oro fundido dentro. Empieza a moverse poco a poco hasta que veo que hay algo dentro. Una mujer surge del agua dorada hirviendo, teñida de dorado y reluciente. No es una mujer, soy yo. Aunque yo estoy presenciándolo. Me veo de pie en la bañera, chorreando oro, estoy desnuda, pero no se me ve ninguna parte del cuerpo gracias al pigmento. Soy una estatua dorada, hasta que abro los ojos y me miro mal, muy mal. Sus (mis) ojos son azules, penetrantes, malvados, asesinos. Y cuando me apetece gritar, por culpa de la imagen, la estatua de mi se arruga, empieza a derretirse como el oro y a poner ojos de terror. De un momento a otro, no es más que huesos chamuscados.

Y despierto.

Cazadores: Fuego AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora