Epílogo

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Habían pasado ya 7 años desde que le arrebataron a Touka lo más importante de su vida. El Anteiku seguía en pie, pero su corazón hacía tiempo que estaba sepultado bajo escombros de los recuerdos de aquel día. Nishiki se había ido a buscar a Kaneki hace 10 meses, pero desgraciadamente no volvió, por lo que el Anteiku perdió la fe en encontrar a ambos con vida. Yoshimura murió el año pasado, él fue como un padre para casi todos los miembros de la cafetería, aunque ya todos habían aprendido que nada es para siempre.

Gina tiene 22 años, y a lo largo del tiempo aprendió a defenderse, cazar y usar su kagune. Ahora se ha vuelto una chica muy independiente y sobre todo muy fuerte, confiada y decidida. Cree en la paz como único objetivo y en la guerra como su enemigo. Naturalmente todo lo que cree y piensa hasta ahora viene inculcado de su tía Touka, quien no tardó en hacerla saber sobre el mundo real, la situación de los Ghouls y toda la información de los distritos. La platinada ha viajado por casi todos los distritos habitados, tuvo encontronazos con varios Ghouls peligrosos como el "Árbol aogiri", la concentración de Ghouls extremistas liderados por el hermano de Touka. Y aun así, regresó sana y salva, como deberían haber hecho varios Ghouls del Anteiku...

—Gina, ¿Puedes recargar el depósito de granos de café?— sugirió Tsukiyama.

—Claro, ¿Has visto a tía Touka?— preguntó la platinada inmediatamente. Tras recibir una respuesta negativa del sibarita, Gina fue directamente hacía la alacena donde se guardaban los granos de café, cubertería, vajilla y demás material.

Un tintineo resonó por la entrada de la concurrida cafetería, en la puerta se encontraban dos reconocidas palomas: un hombre adulto, pelinegro y semblante inexpresivo acompañado de un chico muy pálido y moreno; el agente especial Amón Kotaro y su subordinado. Ambos se sentaron en una mesa junto a la ventana mientras esperaban a que un camarero les hiciera el pedido. Conversaban animádamente sobre lo que iban a hacer el fin de semana y portaban unos maletines que los Ghouls del Anteiku reconocían bien.

Gina volvió con una pesada caja llena de los mas esquistos granos de café, dejó la caja encima de la barra y la abrió únicamente con las uñas, para luego proceder a rellenar cada expendedora de granos hasta rebosar. Le pidió a Kaya Irimi—una nueva camarera contratada hace apenas unos meses—que volviera a dejar la caja en la alacena.

—¡Ay! Siempre se me olvida...— Gina se quejó por la herida que provocó  rascándose inconscientemente el tobillo, sin siquiera acordarse de la costura que adornaba la articulación, y que ahora dolía por las afiladas uñas de la platinada.

— Gina se quejó por la herida que provocó  rascándose inconscientemente el tobillo, sin siquiera acordarse de la costura que adornaba la articulación, y que ahora dolía por las afiladas uñas de la platinada

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En una mesa no muy lejana, el subordinado de Amón miraba con disimulo la costura de la camarera.

—Creo que he tenido un déjà-vu— un suspiro sonoro se escapó sin permiso de la boca del muchacho, alertando a su jefe de que algo malo sucedía en la mente del chico.

—Perdonad que no os haya atendido antes, ¿qué desean?— sin darse cuenta ya tenía a la muchacha de pelo plateado brillante enfrente de él.

El subordinado no se atrevió a mirarla, temía que le descubriera, que sepa que es él, el pobre idiota de quien una vez se enamoró. Miedo de percatarse de que el verdadero monstruo es él, no ella. Tenía miedo, no por la naturaleza de esa hermosa muchacha, si no por su reacción al mirarle. Prefería verla y que no se de cuenta, a verse ambos y esperar a que su dolido corazón termine pulverizado.

No soy un monstruo / Tokyo GhoulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora