25. Afirmación

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— ¿Él? ¡Ese idiota se atrevió a tocarte de nuevo! — gritó alterado, se separó de mí parándose enseguida del sofá para sobarse la cien con frustración — ¡Esto debe ser una puta broma, voy a matarlo, te juro que lo haré!

— Fred, cálmate, no es momento, créeme.

— No me pidas que me calme — bufó — Voy a buscarlo... Y lo haré pedazos, me dejes hacerlo o no.

Fred me dio una última mirada llena de odio y frustración para desaparecer en aquél humo negro característico de ellos.

Solté un suspiró tratando de controlar las lágrimas que querían salir en ese momento, por un lado me sentía mal, y por el otro liberada al poder haber contado esto por fin a Fred.

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Narra: Fred

Sería tan lindo ser papá. Amaría tener a una pequeña personita la cuál sea de ella y mía.

Pero, ¿Qué tan hijo de puta puede ser el mundo para quitarme eso? El deseo e ilusión de ser padre. Tendríamos lo necesario para que ese bebé crezca absolutamente bien, ella y yo ya éramos lo suficientemente maduros, el dinero ni siquiera era problema, mucho menos el que alguien nos lo prohibiese. Pero, ahora veía perfectamente bien que si habían personas que lo podían evitar.

Escuchaba desde mi habitación los gritos de irá y frustración de Nahel. Con eso me bastaba para saber que ellos ya lo sabían, o al menos justo ahora.

Una sonrisa se dibujo en mis labios al imaginar a Nahel hecho una furia, sin embargo, ese sentimiento de satisfacción se borraba por completo al recordar que yo también me encontraba en ese maldito estado. Él no me caía del todo mal, pero podía ser un complejo capullo cuando se lo proponía.

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Abrí mis ojos aún adormilado escuchando como el timbre de la puerta principal era tocado; lo cual me pareció extraño ya que nadie usualmente suele aparecerse por aquí. Me asomé por la ventanilla observando a un hombre de no más de cuarenta años parado frente a la puerta de la casa con un maletín en su mano esperando a que le abrieran, y de inmediato, Nahel la abrió saludando cortésmente al hombres invitándolo a entrar.

Salí de mí habitación rápidamente en dirección a la planta baja en donde se supone que ellos se encontraban, pero cuando llegué. Sólo observé a Gold sentado en uno de los sofás del living como si estuviera esperando algo, o bien, a alguien.

— ¿Qué haces? — le pregunté, él levantó la mirada observandome algo tensó, pero inmediatamente respondió.

— Espero.

— Sí, bueno, no me importa — contesté — ¿Quién es ese hombre que entró a la casa con Nahel?

— Esta tarde, ____ hablo con ambos. Supongo que sabes de qué — dijo incómodo — Nahel no podía esperar más, así que decidió llamar a un doctor privado para lidiar con esto. Él sólo quiere saber si ella está embarazada, y si es posible saber de quién es el dichoso bebé, pero eso es... Imposible por el momento ya que no se trataría de un bebé normal. Por ello, Nahel le pidió al doctor la mayor discreción, después de todo, es de confianza para él.

— ¿Y dónde están ahora ellos? — pregunté alterado mientras que Gold apuntaba a la puerta de su habitación.

— Te recomiendo no entrar ni interrumpir. Ella ni siquiera estaba del todo de acuerdo con esto y se puede alterar, y el doctor... Bueno, se volvería loco si te ve. Debiste haber visto su cara cuando me vio a mí — rió.

Puse mis ojos en blanco sentándome a su lado moviéndo mi pierna de arriba a abajo con impaciencia esperando a que salieran de la habitación con alguna noticia. Pero los segundos parecían minutos,era tan horrible está sensación de poder caer en cualquier momento.

Después de varios minutos más, Nahel salió de la habitación junto con el doctor el cual quedó completamente pálido al observar nuevamente a Gold y a mí sentados en ese sofá. Gold hizo una sonrisa llena de diversión mientras que Nahel sólo me observaba a mí con odio y repugnancia. Como siempre.

En cuanto Nahel se despidió de él, cerró la puerta de golpe soltando un grave suspiro.

— Nahel, ¿Qué ocurrió? ¿Estás bien? — le preguntó Gold, pero Nahel simplemente lo miro y se retiró ignorándolo hasta su habitación.

Gold tragó saliva sentándose nuevamente en el sofá, ignorando por completo mi presencia, como si estuviera debatiéndose algo consigo mismo.

— ¿Gold?

— Ah, ¿Qué ocurre?

— Ve con él, me encargaré de ____ — avisé, él se levantó del sofá asintiendo fríamente y fue tras Nahel.

Me daban ternura. Gold definitivamente se había vuelto demasiado sensible; no podía soportar que Nahel lo ignorara, eso le dolía. Y él siempre decía que nunca iba a sentir algo, él siempre había sido más fuerte que yo. Hasta que conoció a Nahel.

Me acerqué poco a poco a la habitación de Gold, en dónde se suponía ella estaba. Y así era, ella se encontraba acurrucada sobre la cama con varias marcas de las lágrimas que habían corrido el poco rímel que ella tenía puesto. Sus ojos estaban cerrados, pero inmediatamente los abrió al verme parado al lado del marco de la puerta. Una leve sonrisa se dibujo en sus labios, pero está se desvaneció enseguida y ella volvió a cerrar sus ojos.

Me acerqué sentándome a su lado sobre la cama, pero ella simplemente no pareciera dar indicios de querer hablar primero.

— Pequeña... — la llamé — Dime algo, ¿Qué ocurrió? Sólo quiero saber qué pasa y como estás.

— Estoy bien... — murmuró con sus ojos aún cerrados, hablaba como si estuviera a punto de quedarse dormida, en serio se estaba esforzando. Ella no estaba bien; su apariencia lo decía de igual forma.

— No me mientas... Me aterra la idea y tengo miedo de que duermas y ya no despiertes. Yo... Te amo demasiado para que me hagas eso, no lo hagas.

Ella abrió sus ojos levemente sonriendo, pero volvió a cerrarlos de inmediato borrando su sonrisa.

— No te dejare Fred...

— Gracias... — dije mientras que una lágrima recorría mi mentón al observarla, su voz frágil y su apariencia me daban tantas ganas de abrazarla, porque en realidad, lo que ella me decía no parecía hacerse realidad. Su estado me decía todo lo contrario.

— Pero, Fred... Ahora definitivamente tengo dos corazones. Y tengo miedo, quiero que ese pequeño corazón sea tuyo y mío...

— Lo será, porque siendo o no mío, lo haré latir como si lo fuera. Porque los amare a los dos, no tengas miedo — pedí, ella asintió levemente aún con sus ojos cerrados.

Y es que la había hecho sufrir tanto, que ahora yo estaría con ella con ese bebe, no me importaba nada más.

— Te amo... — susurró, para después quedar completamente dormida. Exhausta.

— No te imaginas cuánto te amo también, pequeña.

Mi Chica {Fred & Tú} EDITANDO #O2 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora