27. Optimismo

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—¿Aquí?

—No, Fred. Ahí no.

—Okay, okay, entonces... — Fred tocaba delicadamente con su dedo índice cada parte de mi estómago, tratando de percibir en donde se suponía que el bebé pateaba seguidamente —Por... ¿Aquí?

—Pues no, pero hiciste tu mayor esfuerzo —reí.

—Agotador... —dijo suspirando— ¿Te sientes bien? ¿Necesitas algo? Quiero ayudarte, quizá eso sí lo pueda hacer bien.

—No seas modesto. Sabes hacer muchas cosas bien —respondí, Fred hizo una sonrisa divertida mientras me miraba pícaramente.

Negué con mi cabeza de inmediato.

—Definitivamente nunca vas a dejar de ser un pervertido.

—Para tu mala suerte, no — contestó —. Pero sé que te gusto tal cual.

—No te equivocas... —dije, desconecté mi mirada de la suya observando desde la banca del jardín trasero como la poca luz de la luna era incluso más brillante que la de otros días. Pero, Fred en cambio, no dejaba de verme a mí.

—Linda, ¿qué estamos haciéndonos...? —preguntó desanimado, con sus ojos llenos de una tristeza interior la cual mostraba por sus orbes grises como si fuera algo que quisiera mostrar desesperadamente.

—¿De qué hablas, Fred?

—De que ni siquiera sé que es ésto. Yo te amo. Y tú me amas a mí, al menos hasta dónde e visto. Y, justo ahora, e incluso estos meses hemos actuado como una pareja real. Pero, ni siquiera lo somos —murmuró— . Estamos siendo tan inmaduros...

—Fred...

—No necesito que me digas nada —
me interrumpió—. Nos estamos engañando a ambos. Y ésta noche, ya con el bebé, y lo tanto que yo te amo. Quiero pedirte que seas mi novia, mi prometida. Mi todo nuevamente, aunque para mí nunca hayas dejado de serlo.

Fred tomó ambas de mis manos, pude sentir lo frías que se encontraban, o quizá, yo era la que estaba así. Estaba nerviosa y sudando frío seguramente, pero no podía con la emoción de que en serio estuviera pasando. Hace unos simples meses, ni siquiera estaba segura de querer decir sí. Y el día de hoy, casi sentía que lo gritaría.

—Vamos... Responde lo que sea, no me dejes así —suplicó Fred, a lo que solté una leve risa asintiendo con mi cabeza.

—Claro que quiero Fred, lo quiero tanto.

—Joder, no puede ser que me tengas así de loco... —dijo, se acercó a mí y me dio un casto beso en los labios, tomó ambas de mi mejillas uniéndonos más hasta el punto de quedar sin oxígeno. Pero a pesar de eso, el lento y delicado beso siguió.

Fred retiró una mano de mi mejilla para tocar mi estómago con el mismo cuidado que antes, pero éste la quitó de inmediato; en cuanto pude sentir como el bebé acababa de patear. Fred se alejo de mí, con un rostro lleno de emoción, y con sus pálidos labios hinchados.

—¿¡Lo sentiste!? —gritó entusiasmado— ¡Lo sentiste! ¿Verdad?

—Sí, Fred. Lo hice.

—¡Por Dios! Al fin me dejó sentirlo. ¿Lo sentiste, no?

—Me patea casi las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Claro que lo sentí —respondí. Fred soltó una risa y volvió a tocar, pero ésta vez, no pasó nada.

—Éste niño me odia.

—Ni siquiera sabemos qué es, Fred.

—¿Y? Me odia. Es el punto —se quejó —. Apenas tiene seis meses y ya odia a alguien... Se parece a mí. ¿No?

Mi Chica {Fred & Tú} EDITANDO #O2 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora