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Viernes.

Día de liberación en dónde la tortura conocida como clases, llamada así por los mortales, se acababa para dar paso a dos días de descanso.

Los viernes después de clases Minori siempre conseguía premio doble, tomar fotos de las nalgas redonditas de Izuku y masturbarse hasta desfallecer después de la cena.

Había conseguido lo primero ahora sólo quedaba toquetearse sin sentir pena, ya tenía todo el porno que una podría conseguir luego de sumergirse en las páginas eróticas ofrecidas por el internet, solo faltaba estar en su habitación y se daría por realizada.

—¿Te vas tan pronto, Minori-chan? —cuestiona Asui al ver como la pequeña acomodaba la silla sin parar de temblar.

—¡Claro que sí! ¡Tengo muchas cosas que hacer! —balbucea al instante para no ser interrogada más— ¡Buenas noches a todos!

Los pequeños pies continuaron su recorrido aun cuando las voces de sus amigas pedían una buena explicación, no se aguantaba toda la semana para que ella viniera a alargar lo inevitable. No tarda mucho en estar frente a la puerta de su santuario, la entrada al paraíso nunca había estado tan cerca para un humano.

—He regresado a casa —saluda con educación, como siempre, a sus posters de hombres encuerados que tapizan las paredes de la pequeña habitación.

Todo se hallaba en perfecto estado: Su montaña de calcetines sucios, la pequeña televisión regalada por sus padres, los mangas hentai ordenados alfabéticamente en su pequeña biblioteca y sobre todo su laptop negra encima del escritorio lleno de dibujos de penes y cuerpos musculosos. Hasta su armario con sus trajes para disfrazarse en ocasiones especiales se hallaban en el mismo rincón.

Nadie había perturbado el inexistente orden en su maravilloso cuarto, entonces podía proseguir.

Dando solo tres pasos para llegar a la cama, se sentó encima de su almohada mientras alisaba las sábanas con su mano virgen, Minori solo podía escuchar los murmullos y risas de sus compañeros que se hallaban en el primer piso. Todo estaba como debía estar.

—Por fin —susurra antes de alcanzar uno de sus mangas favoritos—. Que comience...

El grito colectivo logró que se paralizará en su lugar, lo segundo que supo es que no podía ver ni siquiera la punta de sus dedos. Oh Dios mío.

—¡¿Será un ataque de la liga de villanos?!

—¡Mantengan la calma!

—¡¿Alguien ha visto a Deku-kun?!

—¡Tampoco esta Bakugou!

—¡Mineta-san! ¡¿Estás bien?!

¡Malditos sean, villanos! ¿Por qué justo hoy? ¡Le arrancaría las bolas a cada uno! Y los dientes en el caso de la loca chupa sangre.

No podía ver ni un carajo, al bajarse de la cama, se tropezó con alguna prenda de su piso. Lo más probable con un sostén porque se había enredado entre sus piernas.

—¡Mineta-san!

—¡Sí, sí! ¡Ya escuché! ¡Estoy bien, Momo!

Las voces de sus amigos cuchicheando entre ellos o en uno que otro momento, dando gritos que se oían hasta el segundo piso; no hacían más que enfurecer a Mineta. Había encontrado un vídeo de un trío en dónde los participantes tenían una peculiar similitud con algunos de sus compañeros. Quería disfrutarlo, pero sin electricidad no podría hacer nada.

A menos que...

—¡Kaminari! —chillo tanto como su voz se le permitía— ¡Ayuda, por favor!

Nadie respondió a su llamado, o tal vez sí pero no fue el condenado de Denki, así que mientras esperaba una respuesta, Mineta se arrastra hasta la puerta para recibir un poco de más iluminación para quitarse la mierda entre sus piernas, aunque sigue sin ver con claridad pero por el tacto puede deducir que es el sostén con copa que se compró el mes pasado.

—Estúpido sostén —maldijo segundos antes de hallar el broche de éste incrustado en la tela de sus calcetines.

Ahora libre de la prenda solo debía reunirse con el resto, aunque no había nada difícil en eso, estaba en la necesidad de encontrar una manera de bajar las escaleras sin caerse en el intento o chocar con todo objeto delante de ella, sin usar su quirk.

Estaba jodida.

—¡Minori-chan vamos por ti! ¡No te muevas de dónde estás!

Pero ya no más.

Se deshizo del sostén al lanzarlo dentro de su habitación, cerró la puerta de esta y espera en medio del pasillo tal como le dijeron.

Y esa era su intención hasta que ese espectro apareció, ¿o era un demonio? No podía explicarlo realmente. Un ser más alto que un humano promedio, se erguía en medio de la profunda oscuridad. Pupilas brillantes que tenían el color característico de la sangre, estos le observaron con cautela y la calma de esa cosa pudo hacer más que dejar de piedra a Mineta.

Sin embargo ver cosas que no hay era algo muy común en alguien tan asustadiza como lo era Mineta, pero en esta ocasión lo sentía demasiado real. Latente y al acecho, así percibió al intruso.

Por ello la primera opción que había planteado de parpadear y comprobar que esa cosa no existía, era descartada. Había visto las suficientes películas de terror para saber que el enemigo siempre esperaba la mínima oportunidad para atacar y ella no se lo dejaría fácil.

Mineta Minori lucho con valentía contra el picor de sus ojos a causa de privarse el derecho de parpadear, aguantó con los ovarios bien puestos las ganas de vomitar su corazón y sobre todo no se permitió doblegarse ante un ente ya que ella se volvería... Un momento.

¿Dónde estaba el fantasma?

Sus pensamientos se centraron demasiado en lo genial que sonaría en frente de sus compañeros y su grandiosa historia de la batalla legendario contra un ser de otro mundo que no se había percatado de las tres veces que parpadeó.

Desorientada y algo decepcionada por tener que mentir sobre su supuesta lucha, lo sintió. Un pedazo de carne viscoso sobandose en su nuca.

Decir que Mineta fue capaz de arrepentirse de nunca haber llegado a tener sexo con alguien o de nunca conseguirse un novio no virtual, sería algo alentador; o que uno de sus compañeros candentes, de preferencia el rollito de canela, lo había cargado entre sus fornidos brazos hasta ponerle a salvo para luego desarrollar toda la trama de su vida junto a él, tampoco hubiera estado mal.

La verdad y la única verdad era que la encontraron sus compañeras, o amigas si Mineta lo pensaba bien, a la pequeña babeando por la boca y tirada en el suelo con un charco de orina escurriendo de su falda.

Algo tan penoso que hasta alguien tan desvergonzada como ella, desea desaparecer de la faz de la tierra y que todo recuerdo sobre ella sea eliminado.

Morbo |BNHA| CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora