Cosas como las que a él le sucedían solo las experimentaban los marginados y los desadaptados, los criminales y los estúpidos. Bakugou era marginado, porque incluso de su casa lo habían echado; era desadaptado, porque no había podido conservar su puesto de trabajo por más de un año; aún no era un criminal, pero si era un estúpido porque bajo su techo acobijó a uno...
Bakugou Katsuki no diría que prefiere la compañía de los extraños, él diría que prefiere a todo maldito ser viviente lejos de su persona. Él Jamás admitirá que añora volver al hogar del cual fue echado, pero en este momento, en el que se encuentra en el asiento trasero de un auto ajeno, cuya marca desconoce, en medio de dos prominentes yakuzas tatuados hasta la cara; él podría aceptar que extraña la comodidad, casi imperceptible del futón que dejó en el apartamento del barrio Adachi, un nido de ratas que le había servido de morada después de que su madre lo echara como un perro a la calle.
El cómo Katsuki había terminado atado de manos y con un pedazo de tela en su boca que le impedía hablar, apretujado entre dos Yakuzas, cubierto únicamente por su ropa interior y una camisa desgastada de All Might que usaba para dormir, era un misterio hasta para él mismo. Y el cenizo no era ingenuo, ni tampoco había nacido ayer, pero su expresión aterrada debía ser jodidamente graciosa como para lograr que el hombre que hacía de copiloto se girase y le mostrara una sonrisa con dientes de oro y uno que otro disparejo.
La noche, a pesar de todo, seguía tranquila e imperturbable, contando con la presencia de la amarillenta luna que parecía seguir a ese lujoso auto negro; las estrellas aparentaban ser testigo de cómo ese auto se ofuscaba en meterse por las solitarias calles de los más peligrosos barrios de la ciudad.
— De seguro podemos hacer que nos pague como una putita. — dijo el de dientes dorados, dedicando una mirada sugerente y burlesca a las piernas desnudas de Katsuki, haciendo que los otros dos gigantes yakuzas sonrieran a medias.
El cenizo frunció el ceño, sintiendo el repelús trepando por su garganta, pero la simple acción le causó dolor al tener un corte, no profundo, en su ceja izquierda. También tenía el labio roto, marcas de golpes en el abdomen y un ojo morado, pues, cuando cuatro tipos ingresaron a su apartamento, a mitad de la noche, tomándolo desprevenido, removiendo, destruyendo y amenazando, el rubio no tuvo más opción que defenderse con mucho esfuerzo, pero todo acabó cuando uno de ellos desenfundó y apuntó su pistola hacia Bakugou.
Lo cierto es que no habían allanado su propiedad con la intención de llevárselo, específicamente a él. Bakugou muy tranquilamente pudo haberse evitado todos esos problemas de no ser por culpa de Kirishima, ese maldito deudor.
Los yakuzas habían tumbado la puerta y habían gritado: "¡Kirishima! ¿Dónde carajos estás? ¡kirishima!" y también habían dicho: "¡Te encontramos maldita mierda! ¡Sal de ahí!".
Grande fue su sorpresa cuando en lugar de encontrar a un pelirrojo, se toparon con un rubio ceniza.
Bakugou lo sabía, sabía que nunca debió confiar en nadie, que todos en este mundo eran unos malditos mentirosos e hipócritas, pero cuando veía la sonrisa brillante de Eijirou, cuando sentía su brazo cálido pasarse por sobre su hombro con camaradería, y cuando lo escuchaba bromear sobre la masculinidad, entonces el ojirubí podía replantearse muchas cosas...
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Indemne
Fanfiction¿Cuánto daño puedes recibir al tratar con la Yakuza? (Todobaku) Portada realizada por la EditoriaBNHA Este escrito contiene vocabulario vulgar, escenas de violencia, violaciones, torturas, temas adultos y otras situaciones explicitas.