Poder

1.7K 220 26
                                    

El rostro de Todoroki Shouto pocas veces refleja algún tipo de emoción, siempre es indiferente, desinteresado, casi frío. Sin embargo, cuando su agudizado olfato detectó el particular olor de la nicotina, el bicolor no pudo evitar tensar su mandíbula y fruncir levemente el ceño. Chasqueó la lengua y con desgano hundió su rostro en el cuello de la prostituta sentada sobre sus piernas. Shouto prefería el perfume barato de la rubia, al tóxico olor que abundaba en la reducida habitación.

Enji apareció en el opaco cuarto y cuando vislumbró el rostro fastidiado de su hijo, recordó que había pasado más de cinco minutos sin un cigarrillo en la boca, por lo que al instante decidió tomar asiento frente a la redonda mesa roja, encender y exhalar el humo del pitillo que había mantenido guardado en el bolsillo, sintiendo que un calor agradable y burbujeante se instalaba en su pecho.

La habitación en la que Shouto, su padre y los cuatro yakuzas se encontraban, era espaciosa, de paredes pintadas de rojo y había dos prostitutas, una en las piernas del bicolor y la otra, que había estado sentada junto a un yakuza de múltiples tatuajes en las manos, se acercó a Enji contoneando sus caderas con sensualidad para luego posarse en su regazo.

— Lamento la demora señores, Shouto.—dijo inclinando la cabeza y dedicándole una afilada mirada al de ojos heterocromáticos, quien decidió simplemente evadir el gesto y ver con desinterés a la oscura puerta que les confería privacidad.— Tengo entendido que tenemos un buen negocio entre manos ¿No es así?

Hacer tratos con la Yakuza no era la opción más lógica, pero a veces resultaba ser la más conveniente. Para un insaciable, nunca satisfecho con su fortuna, como lo era Enji Todoroki, la Yakuza representa un negocio sumamente emocionante que se traducía en " ganar, ganar, ganar"

—Así es, Todoroki-san. Sabemos que le agradará nuestra propuesta...— dijo un hombre cuyos dientes de oro solo le hacían lucir más vulgar de lo que por naturaleza era.

Shouto rodó los ojos y la prostituta en sus piernas, que no era del agrado del bicolor, se tomó la libertad de repartir suaves caricias por el dispar cabello, gesto que el de ojos heterocromáticos dejó pasar para que los otros cuatro yakuzas en la mesa no girarán su atención hacía él y su peculiar actitud con la mujer.

Usualmente el menor de los Todoroki no participaba en ese tipo de reuniones; los aspectos clandestinos de las empresas familiares eran exclusivos de su padre, pero en vista de las circunstancias que rodeaban al pelirrojo mayor...convenía bastante aquel dicho: " Al mal tiempo darle prisa".

Cuando el bicolor veía a Enji se preguntaba si, ¿Es que acaso alguien se detenía a observarlo, detalladamente? ¿Acaso, notaría que su aspecto no es tan imponente como todos creen? Shouto, quien convive con él día y noche, puede enumerar unas cuantas "fisuras" en la intimidante máscara de poder de su padre; como la piel cada vez más demacrada, la progresiva flacidez, la repentina pérdida de cabello y, sobre todo, los dedos amarillentos.

Si, Enji está enfermo, la duda de Shouto es, ¿Qué tan grave es su enfermedad? Y si es mortal, ¿Cuándo lo matará?

Él, al ser el hijo del CEO de uno de los canales de televisión más vistos en el país, comprendía que, cuando su padre muera, él heredará todas las responsabilidades de la empresa, y esa carga, resultaba abrumadoramente pesada. Seguir el camino de Enji fue algo que nunca decidió por sí mismo.

— Los escucho.—dijo Enji con simpleza, entrelazando sus manos por debajo de los ojos.

— Hemos escuchado hablar sobre el "Ukiyo"* que planeas montar...—Shouto tragó el nudo que se estaba formando en su garganta, ese sería el primer negocio que Enji le dejaría manejar y desde el principio había tomado un rumbo que no le gustaba nada al bicolor.— ¡Queremos aportar nuestra ayuda!

IndemneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora