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Shouto buscaba en los bolsillos de su pantalón un pañuelo con el cual limpiar el sudor de su frente

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Shouto buscaba en los bolsillos de su pantalón un pañuelo con el cual limpiar el sudor de su frente. El sol era inclemente en esa época del año, se intensificaba sobre los cansados cuerpos de los obreros que se movían con fatiga después de largos meses de arduo trabajo ya terminado.

El bicolor se encontraba mirando el frente del recinto, arrecostado de brazos cruzados sobre las puertas de su lujoso auto azul; observando con detenimiento el lugar que pronto se convertirá en la prisión que mantendrá cautivos a los actores del "Ukiyo", los deudores de la Yakuza.

El edificio se veía imponente, mantenía ese estilo tradicional japonés que a su padre tanto le gustaba. Se constituía en dos pisos y desde la fachada externa se veía que estaba hecho con madera de la más alta calidad; las puertas corredizas de la segunda planta se apreciaban desde la distancia, junto con el emblemático tejado en tonos grisáceos.

Ahí, Todoroki había planeado que residirán y actuarán los del Ukiyo, ahorrando tiempo y dinero los retendrá en su zona de trabajo; así se asegura de que no existan inconvenientes u otros intentos de escape. Recordó lo que dijo su padre, sobre la mercancía que intentó huir y que al final, fue castigado.

Shouto sentía el nudo en su garganta, no sabía que fue de aquel pobre desdichado.

Los obreros se despedían, saliendo por la única abertura que habían dejado en medio del gran muro de sólidas piedras que recorría por entero el recinto. La entrada y salida se veía fuertemente custodiada por los yakuzas que estaban a disposición del bicolor, Shouto los miró de soslayo y suspiró con cansancio.

Algunas mujeres mayores se acercaban de forma indiscreta para observar lo que había resguardo por los altos muros, alzando la cabeza de lado a lado para fisgonear por la puerta por la que salían los obreros; el de ojos heterocromáticos le hizo una seña a un yakuza de calva cabeza para que las sacara del lugar.

— ¡Muévanse! ¡Aquí no pueden estar, viejas chismosas! — el grandulón se imponía con su gigante cuerpo, acaparando todo el campo de visión de las señoras que se marcharon rezongando entre ellas.

Nadie debía saber qué era lo que se hacía dentro de esos muros.

Shouto chasqueó la lengua con fastidio cuando vio que un hombre bajito de largos bigotes se le acercaba.

— Todoroki-sama —El hombre hizo una reverencia y volvió a erguirse para mirar con timidez a los fríos ojos heterocromáticos— La gente está haciendo muchas preguntas sobre el lugar... los obreros se sienten incómodos al no saber para qué trabajaron.

— Diles que se trata de un hotel — lo cortó rápido el bicolor, aprovechando que la infraestructura tenía varias habitaciones—un hotel para personas con dinero y nada más.

El hombre asintió retirándose, complacido con la respuesta a pesar de que el menor de los Todoroki sabía que era una mala mentira, pues ninguna persona con dinero iría a pasar la noche en el barrio Rojo de Tobita, no sin segundas intenciones...

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