Para Jamie el tiempo pasaba rápido en casa.
Casi no salía de ahí. Su barriga estaba tan grande que limitaba su movimiento. Seguro sería un bebé grande.
Aún estaba sorprendida por su fuerza de voluntad. En serio había querido saber que era su bebé, pero al final decidió esperar a que naciera.
William había querido regresar para que ella pudiera arrepentirse. Casi la arrastró, pero al final, aunque un poco decepcionado, aceptó su decisión.
Jamie lo extrañaba constantemente. Era rara la forma en que se había encariñado tanto en tan poco tiempo. Hacía sólo dos semanas que había llegado a ese lugar y estaba totalmente encantada y acostumbrada.
William estaba en la empresa por haber faltado el día anterior para ir a la clínica con ella y estaba aburrida en casa. Pensó muy seriamente trabajar en algún lugar. Pero sabía que Will no la dejaría. Ya lo había intentado en otras ocasiones con pequeñas indirectas pero él siempre las rechazó.
-Jamie, hice galletas para ti. ¿Por qué no bajas?- preguntó Lucy, prudentemente desde la puerta.
Ella asintió sonriéndole- Voy enseguida, Lucy. Muchas gracias.
Lucy salió encantada. Últimamente, ellas dos estaban tan unidas como podían. Aunque no tanto como Jamie quisiera. Lucy tenía trabajo y ella... Bueno, ella tenía que dejar de distraer a la pobre vieja.
Bajó a la cocina con nuevas fuerzas. Esos días habían estado cansada más de lo normal. El día anterior en el ginecólogo le habían explicado que era normal. Ese malestar que comenzaba a originarse por la pesadez de su barriga la tenía agotada.
Estaba muy emocionada. En la neblina de pensamientos del momento le dijo a la doctora que no quería saber el sexo del bebé. Ahora tendría que esperar.
Estaba desesperada por otra visita, no había podido hacer todas las preguntas que hubiera querido porque sus sentimientos no la dejaron pronunciar una frase completa y coherente. Ver a su bebé por primera vez sí que le había pegado fuerte.
Caminó con pasos lentos por el gran pasillo que la llevaba a la cocina donde Lucy la esperaba con un gran plato de galletas. Probablemente de chocolate. Ella sabía que eran sus favoritas.
Pasó por la oficina de William. Se sorprendió al escucharlo hablar alterado en el interior. Pensaba que había salido toda la mañana y que no llegaría hasta tarde como algunas veces había pasado. Esos días eran los más largos para Jamie. Lo extrañaba demasiado.
-¡No voy a ir si ella no va conmigo, madre!
Ella entendió perfectamente de que o quién hablaba. Elena llevaba muchos días insistiendo y parecía que Will estaba comenzando a molestarse.
Jamie odiaba que pelearan por su culpa.
Se sentía tan mal de romper la paz de esa casa. Ahora entendía por qué Elena la había mirado con tanto rencor. Sabía que esto sucedería.William terminó la llamada más calmado y salió descubriendo a Jamie detrás de la puerta.
Ella se sonrojó. Pensó en el beso toda la noche, y ahora que estaba lúcida no sabía como se suponía que debía ser su reacción. Había temido quedarse sola con él, su cuerpo era un traicionero. Después, estaba el asunto de que Will podría fácilmente adivinar lo que ella pensaba. Se lo había demostrado con las cosas más sencillas como el sabor que prefería en su pastel o el color que quería para un vestido cómodo.
- Lo siento, yo... Iba pasando por aquí.
William le sonrió con cansancio.
-¿Qué sucede?- le preguntó ella sin dejar pasar su expresión.
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¡No eres mi tipo!
Chick-LitWilliam Williams no esperó enamorarse así. De esa chica tan dañada y frágil, de esa chica que necesitaba su ayuda. De la chica embarazada y dulce que había ayudado. No esperaba enamorarse de su inseguridades y defectos, tampoco de sus manías e ideas...