Jamie sintió la tibieza de la luz del sol en su rostro. Siempre aprovechaba esos últimos rayos para sentirlos en su piel por las tardes.
No imaginaba cuanto tiempo había dormido, pero últimamente su cerebro usaba el dormir como escudo de defensa contra cualquier angustia.
Y eso la tenía aterrada, no era normal. No solucionaba nada perdiendo la noción del tiempo.
Aunque era agradable.
Un sonido desagradable llegó desde la planta baja a sus oídos.
Gritos.
Pero era imposible porque en esa casa nadie gritaba. La última vez que había escuchado gritos fue cuando pisó por última vez su casa.
Se estiró en la cama. La cama cálida y mullida llena de almohadones no la dejaba pararse. Pero la curiosidad era más grande que su flojera.
Metió el pie en la pantufla caliente y se abrochó bien sus pijamas mientras suspiraba y abría la puerta con cuidado de no hacerla sonar.
Siguió por el pasillo hasta la pierta de donde provenían los sonidos alarmantes.
La voz fuerte y resonante de Will bien podría hacer temblar las ventanas. No sabía con quién peleaba, pero estaba furioso.
Nunca le había gritado a ella. No podía estar segura.
-¿¡Cómo arreglaré tu desastre ahora!?- interrogó William levantando la voz de manera que a Jamie se le erizó la piel. Brincó en su lugar y se acercó a la puerta de la oficina Will.
-¡Contesta! ¿¡Dónde está!?
El silencio fue ensordecedor del otro lado. Después de tantos gritos, el silencio resultaba alarmante.
De pronto se escuchó una voz baja y tembloroso arrastrando sus quebradas palabras.
-Yo... no lo sé... Estaba en la autopista. Pero no recuerdo cual. Sólo... Subí a un taxi.
Antes de que la persona que se alcanzaba a escuchar muy borracha pudiera volver a hablar, un enorme estruendo resonó haciendo a Jamie llevarse las manos a la boca para ahogar su grito. Todavía con la puerta cerrada se alcanzaba a oír ese fuerte golpe, ella comenzó a asustarse más.
-Tenemos que volver a ir ahí. Para que así sepamos si tu inconsciencia mato a alguien. ¿Entendido?- William esperó a que le respondiera para seguir- Y si fue así, yo mismo te entrego. ¡Estoy cansado de tus porquerías, Alex!
Jamie sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Abrió la boca por la sorpresa dejando escapar el aire que estaba conteniendo. Las lágrimas mojaron sus mejillas sin esperarlo y un hueco gigantesco se abrió en su pecho haciéndole muy difícil respirar.
Sus pies quedaron adheridos al suelo reluciente de mármol. Casi podía mirar su reflejo en él. Podía imaginarse pálida y con el terror evidente en sus facciones.
Cuando consiguió controlar su cuerpo y moverse, corrió hacia su habitación de nuevo. No podía equilibrarse y se resbaló. Se detuvo del barandal de la escalera empinada y soltó un pequeñísimo sollozo que en la puerta de la otra habitación alertó a William de lo que sucedía.
Él dejó a su hermano inconsciente en el sofá. Cerró los ojos y trató de no hacer puños con sus manos.
Acababa de mirar a Jamie correr escaleras arriba y no quería arriesgarse a ver en su rostro esa desesperación de nuevo.
Le dolía el pecho al recordar la vez que ella había visto a Alex. Las manos le temblaron al darse cuenta de que muy en el fondo él la había traicionado.
Al permitir que su hermano pisara esa casa de nuevo con ella ahí. Pero, ¿qué más podría hacer? Era su hermano después de todo.
Cerró la puerte con un fuerte azote y caminó a paso rápido hacia arriba. Abrió con la respiración agitada la puerta del cuarto.
Y no pudo moverse cuando miró a Jamie en la cama de esa forma.
Ella estaba hecha un ovillo en medio, lo más que se lo permitió su barriga. Esa que tanto le gustaba tocar.
Su cuerpo siendo sacudido por los sollozos hicieron doler hasta los dientes de Will, no comprendía lo que ocurría.
Si Alex, en caso de que ella lo hubiese visto, no estaba en condiciones de verla o fijarse en que ella estaba ahí siquiera.
Se acercó y trató de tocarla, pero ella brincó y negó frenética con la cabeza haciendo que su cabello de seda volara a un lado. Dejando su rostro lleno de lágrimas y pesar al descubierto.
William quiso apretarla en sus brazos y dejarla ahí segura. Pero algo más había en su mirada. Terror.
Ella estaba atemorizada. Aterrada.
Al verlo, Will sintió que no podía sostenerse. Algo muy malo descubría en ese momento, él lo sabía.
Se sentó y respiró hondo. Se preparó para lo que seguía.
-Jamie, tienes que decirme la verdad si quieres que te ayude. Necesito ayudarte. No podré soportar verte de esta forma y no hacer nada.
Le acarició ma mejilla con su mano temblorosa y esperó.
Ella levantó la cabeza y le sonrió. Aunque después soltara un gran sollozo y un sonido estrangulado que lo hizo cerrar los puños con fuerza.
-¡No puedo! Tengo que irme.
-¿De qué estás hablando?- William le tocó la cara con decisión. Debía saberlo, por más doloroso que fuera.
-¡De tu hermano!
William sintió el sudor frío correr por su cabeza hasta los pies cuando ella lo mencionó.
-Por favor, mi amor... Dime. Te ayudaré y haré pagar a quién sea que te haya hecho daño. Pero dime...
Ella negó y apretó su vientre con lágrimas en los ojos y el cabello echado hacia delante.
-No lo harás... lo sé.
William se acercó a ella dándole un beso en la frente con aprensión.
-Por favor... Nena, por favor. Necesito saber quién fue.
Nada lo pudo preparar para lo siguiente. El pequeño murmuro destruyó su ser por completo.
-Alex me compró una vez. Él es el...-Jamie no podía decir la palabra sin tener náuseas-su. padre.
Ella empezó a llorar y gritar con las lágrimas en la garganta y él sólo podía mirarla y querer matar a todos los que la tenían de esa forma. Justo en ese momento.
-Lo siento tanto... Yo no quería. Lo juro. Me iré. Pero no puedes decirle que estoy aquí. Querrán matarme. O a mi bebé... Por favor... no le digas. Te lo suplico.
Ella le suplicaba. Will sentía que su cabeza se había desconectado. Sólo quería salir de la habitación y tomarlo del cuello... La rabia e impotencia lo hizo ahogar sus propios sonidos lastimeros. Lágrimas cayeron sin poder evitarlo. Grandes gotas calientes, llenas de asco.
De pronto, un choque de adrenalina lo tomó por sorpresa y él tuvo ganas de rugir y golpear todo como un desquiciado. Y justo así se sentía. Como si algo se hubiera desprendido de él. Dejando un enorme vacío lleno de coraje y ardiente sed de venganza.
Pero no podía creerlo. A pesar de que su cuerpo pudo reaccionar, su corazón seguía paralizado. ¿Cómo pudo ser capaz? Era tan joven y frágil.
Sintió ganas de vomitar y sintió las lágrimas en sus ojos. Nada le provocaba más que poner sus manos en él. Él la había tocado. El bebé era de sus hermano.
Del cerdo asqueroso de afuera. Se sentía asqueado. Ella no merecía eso. Tan limpia, inocente y pura. Pero se iba a arrepentir.
Haría a Alex arrepentirse de haberla tocado. Lo haría. Lo único que quería era que él sintiera lo que ella había vivido.
Un velo rojo de ira cubrió su pensamiento dejándolo aturdido y mareado. No se podría contener. Estaba justo a una habitación.
Y eso hizo. No se contuvo. Lo haría pagar con su vida.
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¡No eres mi tipo!
ChickLitWilliam Williams no esperó enamorarse así. De esa chica tan dañada y frágil, de esa chica que necesitaba su ayuda. De la chica embarazada y dulce que había ayudado. No esperaba enamorarse de su inseguridades y defectos, tampoco de sus manías e ideas...