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Los días pasan y las palabras de su amigo son lo único que lo mantiene ahí, estoico, sin rendirse a pesar de que cada que Taemin lo veía cambiaba de expresión en su bonito rostro, pasando de uno tranquilo a uno lleno de molestia.
Justo como en ese instante. ¿Es que empezaba a disfrutarlo?
(Tal vez hasta le gustaba que él lo tratara de esa manera.)
El amor lo había cegado por completo.
- ¿Ahora qué quieres?
Taemin respira profundo un par de veces, porque Minho empezaba a acabarse su paciencia, la poca que siempre tuvo.
- Quería... - sabe que es cruel con él, pero ya no quería nada con él, no era hipócrita y por eso tampoco aceptaba fácilmente lo que él le daba, y cuando veía en sus ojos nacer alguna esperanza las hacía añicos con unas cuantas palabras – toma.
Mira la caja que él le entrega y una vez más siente una punzada dolorosa en el pecho. Él le hacía recordar esas épocas antiguas en las que todo parecía bonito y en las que soñaban que estar juntos era lo único que necesitarían.
Esos audífonos color naranja con los que soñaba cada día de su adolescencia, esos que nunca pudo costear, porque darse esos lujos era algo con lo que sólo podría soñar. Un sueño que un buen día había dejado olvidado en medio de todo lo que fue una vez, en lo más profundo de su corazón.
- Siempre los quisiste, aunque tal vez... - Minho sabía que Taemin tenía una buena posición social, estaba consciente de que podría habérselos comprado ya – ya los tienes.
- No.
- Taemin...
El menor de los dos, no puede evitar que sus ojos demuestren algo de aquello frustrado que llevaba latiendo por largos años, aquello que le dolía cuando él parecía recordarle que tenía un niño ingenuo en su interior, uno que sonreía y se alegraba con cada cosa que él hacía. Un chiquillo enamorado.
Era un día más, uno en el que el cielo encapotado no dejaba ver su azul cotidiano, tal vez porque era invierno y ellos aún deseaban días de verano para continuar jugando en el patio sin ser regañados por contraer alguna enfermedad a causa del frío. Ese mismo día en el que Minho le veía frotar sus manos para poder calentarse.
- Dame tus manos – ordenaba y Taemin se las daba, sonriendo inmediatamente por lo calientes que eran esas manos que las sujetaban – ¿Y tus guantes?
- No tengo.
Taemin agradece que su amigo se preocupe y frote sus manos con las suyas para calentarlas, mientras esperaban a que Jinki saliera de esa entrevista de trabajo, para después ir al parque de diversiones. Así se lo habían prometido.
Iba a ser sólo mesero, no tendría por qué ser difícil.
- Nos congelaremos si continuamos aquí – Minho se ponía de pie soltándole de repente las manos.
Y justo cuando quiso quejarse.
- Toma.
Se queda sin palabras, porque él toma una de sus manos y le pone el guante, que le quedaba un poco grande, pero estaba cálido. Lo mismo vuelve a ocurrir con su otra mano. Le tenía tantas atenciones que en el fondo le hacían sentirse demasiado dependiente de él, y de Jinki. Dios, no se imaginaba una vida sin ellos.