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Hyorin sonreía alegre al ver a tantos pequeños peludos moviéndole la cola. Minho le sonríe agradecido por haberlo acompañado. Últimamente pasaban un poco más de tiempo juntos y no podía negar que le agradaba su compañía, sobre todo en esas horas cortas que ella podía regalarle. Y se lo agradecía.
- Gracias.
- No, al contrario, es divertido salir contigo – ella vuelve a tomar atención al pequeño chucho que le ladraba – eres el único que no tiene dobles intenciones conmigo.
Tal vez triples. Pensó divertido al rememorar lo que Kibum y Jonghyun decían sobre esa extraña amistad que había surgido de la nada, y que casi iban y le dejaban en la puerta de su casa sin ropa y con un solo moño cubriendo su virilidad. Y no era exagerar cuando Kibum hablaba largas horas sobre lo hermosa que sería su relación.
- Eres una buena amiga y te lo agradezco.
Al fin salen de la tienda para mascotas, Minho llevaba bajo su abrigo al pequeño cachorro que se apegaba a su cuerpo para sentir su calor.
- ¿Algún día la conoceré? – pregunta ella, sorprendiéndole.
- Sería difícil – se rasca la nuca con algo de preocupación – no es del circulo y nunca tiene tiempo para nada más.
El resto de la conversación, casi, le da lo mismo, porque en su interior sólo desea que Taemin deje derretir ese corazón de hielo que no latía, al menos para él no. Contrario a su intensión de desaparecer de su vida. Su corazón no le dejaba ser consecuente con lo que decía, con lo que pensaba. Estaba en una maldita guerra todos los días, a cada segundo.
- Te veo luego – se acerca y le da un beso en la mejilla.
- Me debes unas cervezas, no lo olvides.
- Un día sin falta.
Una sonrisa más y deja que ella se despida del pequeño que todavía se escondía bajo su abrigo, porque el invierno congelaba hasta los huesos.
Camina un poco más y cuando entra a casa se encuentra a Kibum mirando televisor, completamente aburrido.
- Hola, ¿a dónde fuiste?
- A comprar, madre – se mofa de él que rueda los ojos. Y llamarlo de esa manera dolía menos, un poco.
- ¿Y qué compraste?
Se acerca y destapa su abrigo, logrando arrancar un grito que seguramente se oyó hasta el otro lado del mundo, porque él escuchaba zumbidos en sus dos oídos.
- ¡Es una hermosura!
- No lo abraces con tanta fuerza – le molesta – ¡Morirá si continúas así!
- ¡Oye! ¿¡Quién me crees!? ¡Puto Choi!
Y después de insultarlo se retiraba junto al cachorro, dirigiéndose a la cocina, obviamente a prepararle algo de comer.
- ¿Y qué nombre le pusiste? – interrogaba todo feliz y sonriente.
- No sé – se encoge de hombros. Después de todo ese era el trabajo de Taemin, quien sería su dueño – Taemin lo decidirá.
El silencio helado y más aún esos ojos perforándolo, le hacen entrar a su habitación sin decir nada más. Igual no quería arruinar más el humor del rubio que estaba alegre en la sala.