Capítulo Cinco. Coqueteo inocente.
KEVIN
Lo primero que noto al entrar es el aroma a pastel de manzana. Lo que provoca que mi estómago gruña, a pesar de haber desayunado. Admiro el lugar, comenzando por el recibidor, en el que hay un par de muebles colocados estratégicamente uno frente al otro. Giro la cabeza a la derecha, notando el final de una encimera blanca con bordes marrones. Tracy camina hasta el comedor, donde deja su bolso y chaqueta, me mira y hace un ademán a la puerta de vidrio corrediza que hay a unos metros de nosotros, a un lado de las escaleras.
—Rita prepara un bocadillo para los ayudantes. Siempre que vuelven de marcar las nuevas reces lo hacen hambrientos. Sobre todo si son toros.
— ¿No sabes si quedará algo de ese pastel para los invitados?
— No te preocupes, Kevin —ella ríe—, quedará de sobra, y si no, te daré el mío.
Ladeo la cabeza en su dirección. Sonrío.
— No me atrevería a aceptarlo.
— Lo harías. No me engañas.
— Tienes razón — asiento y miro hacia atrás al escuchar un par de zapatos golpeando ruidosamente el suelo al bajar apresuradamente las escaleras.
— ¡Lucy! Te he dicho mil veces que no corras al bajar por las escaleras, ¡menos si no vas a sujetarte del barandal! — reprende Tracy a la niña.
— ¡Tracy! — ella se queja, ruidosamente.
— Si llegaras a caerte, te partirías la crisma, ¿y a quién le tocaría llevarte al hospital? ¡A mí! Y no es precisamente lo que me gustaría hacer en este momento.
— ¡Uhg! —chilla, cruzándose de brazos.
— No me gruñas, Lucy. Además, ¿qué son estás horas para despertarse? ¿Y por qué no estás en la escuela?
La nena pelinegra muerde su labio, para luego hacer un puchero.
— Papá me dejo faltar.
— Y cómo no me sorprende —Tracy resopla y me mira—, ¿Qué hora es?
— Falta media hora para las ocho de la mañana.
— Lo siento por ti, marmota. Aun estás a tiempo de llegar.
— ¡Pero, Tracy! —ella reclama, enojada.
— ¡Nada! ¡A cambiarse! Le diré a Frey que te lleve.
— Él no puede, se fue con Jeffrey a la convención de ganado agrícola de Houston. Partieron al amanecer.
— ¿Y Ray?
— En las caballerizas con Jacobo, el veterinario de turno. Una yegua está de parto.
— ¡Carajo!
— ¡Déjame faltar! Solo está vez —pide, saltando en su sitio.
— No llegarás a ningún lado quedándote aquí.
— ¡No tengo nada que hacer! A penas estamos comenzando.
— ¿Y ya quieres faltar? ¡Una razón más para que sí vayas a la escuela! Ve a alistarte, te doy cinco minutos.
— ¡No he comido nada!
— No es mi problema, debiste levantarte más temprano.
ESTÁS LEYENDO
NAVY SEAL
Jugendliteratur¿Cuál es la diferencia entre la batalla y la guerra? Saga Bravo- I. Prohibida cualquier copia o adaptación.