La locura.

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Cayendo en el abismo.

Oscuridad sin más.

Miro el sol, se encuentra lejos de mí, no puedo tocarlo.

La luna me acurruca a su lado, junto a la estrella que es su amante.

Un agujero.

Frío, soledad, llanto... Furia.

Piernas débiles flotando, brazos aleteando... Cayendo en el abismo.

La garganta explota, el brillo aparece.

La gran gama de luces ilumina, es el sol que me está quemando.

Cual imaginación de psicópata, las estrellas me hablaron.

Miro y siento como mi alma se va desvaneciendo poco a poco y el aire se lleva las cenizas.

Caigo de nuevo a la tierra de los mortales, me miran y mi corazón desea volver al cielo.

Un ruido.

Un golpe.

Un humano muerto. Uno más.

El árbol me sonríe, las flores me acarician.

Camino por la calle mientras miro la ventana abierta.

La tierra me traga.

Mi respiración se acelera.

El abismo nuevamente, me tragaba y nunca volvería a ver la luz.

Los golpes en el alma, otro en el corazón.

Caí.

Suelo duro, caída dura.

Abro los ojos, mi mente llora, mi alma y mi cuerpo también.

Con mis manos que conocen el dolor me apoyo y me levanto, cuan cansado estoy.

La vida de un loco es dura, no vale la pena. Llena de alucinaciones que comen tu vida, comen y cual monstruo debora tu desgraciada alma.

Este loco llora, no quiere ser loco.

Al borde de la áspera locura, siente y ama, canta y baila junto a las estrellas.

¿Has visto a alguien más felíz?

Pues este loco no está felíz.

No llora por una amada, no llora pero habla de él en tercera persona.

Al borde de la locura.

Ahí se encontraba.

En su rígida cama que no hace más que hacer doler su espalda, llorando, suplicando volver a ser aquel vago hombre que era antes de ser loco.

Antes de entrar en la locura.

Y también al manicomio.

La manuscrita del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora