Era tiempo de fiesta en el castillo del reino de Asako, facción occidental del Imperio de Vidorea, puesto que el antiguo rey - Serikken, el Pacífico - había fallecido y un nuevo rey asumía el trono del reino. Su hijo mayor, Asako Enboir Akatsuki, será coronado como nuevo monarca después de la ceremonia de juramento de fidelidad a las deidades, jurando a las diosas, la sabiduría y a los demonios, la fuerza. Acabado este ritual, se da comienzo a la ceremonia de coronación. Sus súbditos arrojan hurras y vivas al príncipe que pronto sería rey. El jefe de la Asamblea General de los Pueblos le dijo:
-¿Prometes, en nombre de las diosas y los demonios, proteger y defender el territorio de nuestros ancestros y ganar guerras en su honor?
-Sí; - dijo Akatsuki, agachando la cabeza - prometo, en nombre de las deidades, de mis antepasados y de mis futuros súbditos, proteger el reino de Asako con mi hoz, mi alma y mi vida.
-Sea, pues, así - pronunció el Jefe de la Asamblea - ahora este reino tiene nuevo monarca, y su nombre es Akatsuki, - voltea hacia él - esperemos que se gane su lugar en el palacio de los reyes ascendidos. Todos los ángeles contamos con su alteza.
Akatsuki volteó hacia su pueblo e invocando en sus manos su hoz, la alzó y abriendo sus enormes alas provocó que el pueblo entero se llene de euforia y alegría por el nuevo rey que gobernaría al pueblo de los Ángeles.
La mañana siguiente a la coronación el rey se dispuso a dar un paseo por sus nuevos dominios. A pesar de tener alas, los ángeles son criaturas terrestres; es decir, no las usan mucho, solo en combate para cubrir mayores distancias. Estando listo su caballo, seis escoltas lo acompañaron a su alrededor mientras él se paseaba por su reino. Cuando pasaba por un mercado, la gente le dejaba el paso libre y hacía una reverencia; cuando de pronto una flecha impactó en el cuello de uno de sus escoltas. El rey se inmutó, mientras de la multitud empezaban a aparecer hombres armados.
-¡Falso rey! - Decían los atacantes - ¡Tú mataste al rey Serikken! ¡Asesino!
-¿Hm? - una mueca de desagrado se manifestó en el rostro del rey - Escoltas: acabadlos.
-¡Sí, Señor! - dijeron sus escoltas en coro en el mismo instante que todos caían derribados por flechas de procedencia desconocida.
El desagrado en el rostro de Akatsuki rápidamente se convirtió en desprecio y enojo. Los atacantes estaban dispuestos a arremeterse contra el rey y ponerle fin a su vida, sin embargo, bajándose de su caballo, fue él quien se acercó. Una obscura niebla empezó a surgir desde los pies del rey hasta extenderse unos metros. Todos los atacantes, desconcertados, arremetieron velozmente contra Akatsuki, pero cuando pisaban la niebla, su cuerpo se secaba y se desintegraban. El miedo se sentía en el ambiente. Hubo algunos que no se acercaron, ordenaron a los arqueros rebeldes a dispararle todos a la vez. Una ráfaga de flechas cayó encima de Akatsuki, sin embargo estas se quedaron en el aire, paralizadas, estáticas. El rey se dirigió a los rebeldes:
-Desconozco qué falacias os habrán contado, mi amado padre falleció por enfermedad y lamento mucho su partida al mundo de los espíritus, donde ha de encontrarse con nuestros antepasados. - ahora se dirigía a todo el pueblo presente - Pero si osáis manchar mi nombre de tan vil manera, más os valdrá arrepentirse... ¡Seréis testigos de lo que le pasa a los mendaces rebeldes!
Invocando su hoz, degolló con gran rapidez a los espadachines rebeldes sobrantes, y los arqueros escondidos saltaban desde su escondite, morían por el impacto. No pasaron ni treinta y cinco horas y ya cubrió una calle de sangre y ceniza.
-Ahora recordaréis mejor mi nombre: Soy Asako Enboir Akatsuki, primogénito de Asako Enboir Serikken, heredero del Guantelete de Hielo, dueño de la Hoz de la Muerte y amo de las penumbras. Acordaos de lo acaecido la próxima vez que osen rebelarse como estos debiluchos.
Volviendo al palacio, Akatsuki entra a sus aposentos, decepcionado, y se pone a pensar sobre lo ocurrido en el mercado - Hiciste bien al hacer polvo a esos rebeldes... son solo simples mortales... - le decía una voz en su cabeza mientras su enojo cambiaba a desesperación. Tocan la puerta de su habitación y vuelve en sí.
-Su alteza, ¿Puedo pasar?
-Adelante, Kiirian. Siempre sois bienvenido.
-¡Felicidades, hermano!, al fin sois el gran Rey de Asako.
-Gracias, - le dijo a su hermano - dime, ¿Están bien Nubirya y los gemelos?
-Sí, Akats, se encuentran en buen estado.
-Bien, no me gustaría perder más hermanos. Ahora cuéntame el propósito de vuestra visita.
-Claro, mi rey: Nuestra hermana menor ha sido ubicada fuera de nuestro territorio, así que no podemos proceder con la operación.
-¡¿Qué has dicho?! ¿Dónde se encuentra?
-Está en territorio de vuestra aliada, la reina Botania, y parece que está bajo protección suya.
-¿Se habrá enterado?, más vale que no... - su rostro evoca desesperación y enojo - Debéis, vos y vuestro ejército, encontrar inmediatamente a la princesa. Yo soy el que debería haber heredado el Guantelete de Hielo, no ella. - el enojo en su rostro se transforma en pena - Si para conseguirlo debo arrancarlo de su débil, inerte cadáver, que así sea...
-Emm... - mientras Kiirian dudaba, Akatsuki lo mira con ojos fulminantes de ira, intimidándolo - ¡Señor, sí, Señor!
El príncipe Kiirian se retiró de los aposentos del rey luego de despedirse. Akatsuki se quedó pensando en silencio sobre lo acontecido; todo aquello tiraba sus planes al pozo.
-¿Qué habéis hecho ahora, Botania? - dijo para sí - Desde que era un niño te entrometías en los planes de mi padre ¡Y ahora en los míos! - enojado, dió una patada a una mesa que la partió en dos. Se tranquilizó - Mañana mismo enviaré un mensajero para que vaya de visita al reino de Leaften, espero que Botania se moleste en recibirlo, por más irritante que pueda ser, nuestra alianza es necesaria para el reino...
Ese día el atardecer fue fugaz y la noche, perpetua.
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Deseo Perdido
FantasyEn un mundo en el que la magia y los espíritus existen, un joven soldado posee una importante misión encubierta: proteger a la princesa del reino. Para ello tendrá que pasar duras pruebas y pelear épicas batallas tanto con sus enemigos como con sus...