Capítulo veintitrés |Editado

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-No pensé que tenías tanta -dijo Daniel perplejo viendo como acomodaba mi ropa en el closet blanco.

-No es tanta... Traje menos de la mitad -dije asombrada.

-Deberías haberme dicho lo que te faltaba y te lo habría comprado. -dijo cruzandose de brazos, luego dio un bostezo.

-No era necesario -me encogí de hombros -gracias por la preocupación.

Le di un beso en los labios. Hace un rato Daniel se ofreció a ayudarme con las maletas y yo con gusto acepté su ayuda.

Si bien estaba afligido cuando llegué, no se veía nada molesto.

Y eso me sorprendió, porque no me gusta comparar, pero recuerdo que Alejandro nunca me permitía salir de casa sin avisarle antes.

Daniel es un amor de persona y no podría imaginarlo enojado o violento.

Si serio, pero jamás violento.

En estos instantes no podía ignorar sus ojos hinchados por haber llorado, sentía mucha culpa por ello.

Le miré con cara de pocos amigos.

-no permitiré que sigas gastando tu dinero en mí, no quiero que suene mal pero tengo el suficiente. -dije intentando sonar modesta.

-pero amor, todo lo mío es tuyo a partir de ahora. -sonrió.

Cuando sus hoyuelos se hicieron visibles en su rostro, no pude soportarlo y me acerqué a besarlo.

¿tendrá algún defecto este hombre?

me acerqué a él y le di un pequeño beso en los labios mientras comencé a jugar con su cabello, me volvería loca.

-gracias pero no... -respondí alejándome. -además, estuve pensando y yo también quisiera aportar con los gastos de la casa.

Me miró con los ojos entrecerrados.

-No -respondió -Por favor Celeste, déjalo... -me acarició el rostro.

Ahg.

-está bien -bufé alejándome de él un poco molesta.

Tomé una maleta y comencé a abrirla pero se atascó por la cantidad de cosas que metí allí adentro, después de todo si me excedí un poco al empacar la cafetera de mi casa.

Aquí teníamos una, pero la mía había sido un regalo de mi madre.

Miré a Daniel quien estaba sentado al lado del ventanal. Se veía concentrado mirando las gotas de lluvia corrían por el vidrio.

-¿Piensas algo en específico? -pregunté forcejeando la maleta.

Al no recibir respuesta lo miré dejando de lado la maleta, concentrando toda mi atención en él.

-¿Daniel? -volví a preguntar.

Me miró.

-Quisiera hacer una fundación -comentó.

No entendí a lo que se refería. Giré mi cabeza a un lado y él volvió a hablar.

-De ayuda... -se puso de pie y abrió el ventanal. El viento se coló a la habitación -Ayudar a gente que lo necesite. Gente de escasos recursos o niños abandonados.

Su confesión me tomó por sorpresa. Iba a hablar cuando se quedó en silencio pero sin más cruzó el ventanal hacia el balcón.

Las gotas comenzaron a caer desde su cabeza por todo su cuerpo y la ropa mojada se le pegó al cuerpo rápidamente.

Prometo Olvidarte ©| CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora