Capítulo treinta |Editado

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Daniel

-Estúpido de mier...

Antes de poder terminar la frase sentí un gran impacto en mi rostro que me hizo caer. Miré fijamente al hombre que estaba frente a mí, no tendría más de veinticinco años, pero se veía acabado. Sentí el sabor a sangre en mi boca.

¿quería jugar? Bien, que comience el juego.

Me puse de pie rápidamente y lo golpeé el doble de fuerte justo en medio de su rostro, se oyó un crujido y vi lágrimas cayendo de su rostro. Sonreí.

Le rompí la nariz.

Estaba a punto de dar media vuelta ya aburrido de la situación. Cubriría el dinero que el estúpido no quería pagar y se acabaría el problema, Marck nunca se enteraría.

Sin embargo otro golpe cayó en mi ojo derecho, golpe que con gusto respondí. El tipo cayó al piso y no se movió.

-¡Qué cojones te pasa! -grité fuera de mí -¡vamos, levántate y pelea!

Lo tomé fuerte de la camiseta obligándolo a que me viese bien la jodida cara.

-¿no eres tan hombre para comprar y consumir drogas? ¡ENTONCES AL MENOS DEBERÍAS SER HOMBRE PARA PAGARLA! -grité enfurecido.

-Estoy... acabado -dijo con voz ronca.

-Lástima que no me importa, ¿sabes? Agradece que me diste lástima y no voy a matarte. Pero ten más cuidado a la próxima, no todos perdonan la vida como yo.

Me giré rápidamente y pensé en guardar el arma en mi abrigo, pero no lo hice por precaución.

Avancé una cuadra, mirando hacia todos lados.

El auto estaba a una cuadra más.

Solo una cuadra y estarás a salvo, Daniel.

Avancé con sigilo y llegué hasta el auto... miré hacia todos lados.

Saqué las llaves, iba a abrir el auto  cuando un sonido extraño me detuvo.

No, no era un sonido extraño.

Era una respiración.

Alguien estaba detrás de mí.

Tomé firmemente el arma que tenía en las manos y me giré.

Todo pasó en breves segundos.

Yo girandome, un hombre apuntando hacia mí, un disparo.

Solté un suspiro ahogado una vez que el hombre cayó al suelo, abrí el auto rápido y partí sin mirar atrás.

***


Una vez que llegué a casa, lo primero que hice fue tomar un baño. No importaba que fuera de madrugada, no importaba nada.

Podría haber muerto.

Me duché aún sin quitarme esa idea de la mente, nunca había caído en cuenta de cuantas veces me había salvado de la muerte.

Miré mi rostro en el espejo y apreté la mandíbula. ¿Qué le diría a Celeste para encubrir mi labio roto, o mi ojo morado? ¿un asalto? Ella no es tonta.

Fui hasta la cama pero no podía dormir, debería estar en la habitación de ella, durmiendo a su lado. Pero con el rostro así haré lo posible por evitarla.

Prometo Olvidarte ©| CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora