Capítulo veintisiete |Editado

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Daniel

Si me hubieran dicho que mi vida daría un cambio radical cinco meses atrás, definitivamente no lo creería.

Nunca fui muy fanático de los cambios. Siempre creí que eran innecesarios, pero éste cambio si que valió la maldita pena.

Jamás pensé que enamorarse fuera algo tan increíblememte hermoso, pero tampoco creí que fuera algo tan complejo y difícil.

—Si de verdad te hago tan mal, lo mejor será que me vaya.

Me costó tanto poder pronunciar aquellas palabras, pero si quererla me condenaba, con tal de verla feliz era hasta capaz de condenarme en el maldito infierno.

Preferiría irme para ella fuera feliz a hacerla infeliz a costa de mis sentimientos hacia ella.

No podía retenerla como una rehén, eso era jodidamente estúpido y macabro.

Ella merecía una mejor vida que la que yo le estaba ofreciendo.

Asintió lentamente en respuesta a mis palabras y sentí un leve dolor en el pecho.

—No, espera. No quiero que te vayas.

Sus palabras me desconcertaron, pero sentí un alivio. Más cuando volvió a hablar.

—No digas eso nunca más –susurró —Te quiero cerca, Daniel.

Sus ojos verdes me atravesaron. La ropa mojada se le pegaba al cuerpo y la hacía ver más delgada de lo normal. Aún estaba en el piso.

Lo que sentía por ésta chica era tan fuerte que en realidad no me estaba  importando que en el pasado hubiera cometido tal error de discriminar a alguien por su estatus social.

Ayer dolió, pero en estos instantes siquiera me afecta el hecho de que me hubiera llamado por el nombre de su ex esposo.

De tan solo verla vulnerable mi mente se pone alerta. Al igual que mi lado protector salía a flote.

Así que sin importar que el barro ensuciara mi ropa, me arrodillé a su lado.

—Celeste...

Realmente verla así me partía el corazón.

Yo sabía que ésto no sería fácil pero las situaciones difíciles comenzaron a llegar y yo no estaba preparado.

Sus trastornos de personalidad se hacían presentes. Sus ataques de impulsividad, sus ataques depresivos.

Admito que en algún momento creí que ella ya estaba sana, a pesar de que su madre me advirtió que no era así.

Es ahora cuando me puedo dar cuenta de la seriedad de la situación y realmente cuando ella siente aquellas cosas, casi las puedo sentir con ella.

Quizás... ella sí debería volver con su madre y olvidarme.

Así, arrodillado junto a ella tomé una sus manos. Estaba sucia y dañada debido a la caída.

Comencé a besarla delicadamente. Quería hacerle sentir que no estaba sola, que yo estaba con ella, que la quería. Que no me importaba que tan poco saludable pudiera estar su mente. Que lo superaríamos.

Sin embargo ella no dejaba de sollozar.

—cariño... tranquila. Soy yo, Daniel, ¿me ves? estoy a tu lado.

Intenté una vez más, pero sus ojos simplemente no me miraban.

Tomé una gran bocanada de aire y susurré las siguientes palabras.

Prometo Olvidarte ©| CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora