let me love u {Yoonmin}

[14]

Los días pasaron, acercándose cada vez más el inminente invierno. Lo que pasó aquella noche en casa de Jimin se quedó en el vacío, como si nunca hubiera pasado. No se volvieron a besar y menos aún hubieron más momentos tan íntimos como lo que ocurrió en la cocina, y no era porque Jimin no quisiera, ya que el pequeño rubio se había hecho el doble de pegajoso, queriendo constantemente las caricias y besos de Yoongi, aunque nunca llegaran.

El pequeño, incluso, se había empezado a molestar con él; seguía sintiéndose nervioso cada vez que estaba cerca del chico sin poder olvidar aquel fin de semana tan extraño pero Yoongi, al contrario que él, parecía estar la mar de calmado y sereno. Además, al haber hablado con Jungkook y haberlo solucionado todo, el pequeño grupo de amigos de Jimin que antes consistía en Jungkook y Maya, en parte se abrió, ya que Yoongi entró al grupo, y en parte no, ya que Jimin no podía ver como amigo a alguien al que tanto deseaba.

Jimin, a partir de aquel día en el que sus emociones se desataron, empezó a fijarse con mucho más destalle en cada gesto del mayor, aunque se los conociera de memoria. Empezó a fijarse en su elegancia gatuna, en sus movimientos, que a parte de lentos y calculados le parecían extremadamente sensuales, hasta tal punto que había veces que un calorcillo no del todo desagradable, corría desde su estómago hacia abajo, haciendo que una pequeña erección quisiera salir y saludar. En esos momentos se quedaba sin habla y con el rostro totalmente rojo hasta la punta de las orejas, y cuando el grupo volteaba a preguntarle que qué le pasaba, él ya estaba ocultando al producto de su excitación, o bien de manera disimulada con los brazos, o bien con cualquier tipo de prenda que pudiera atársela sobre la cintura con la escusa del frío.

El rubio se sentía débil al haber descubierto esa nueva faceta de él mismo, ya que nunca antes le había pasado eso con nadie, y el no poder pensar demasiado en Yoongi sin tener un bulto en sus pantalones, le agobiaba.

Jimin agitó la cabeza suavemente, alejando estos pensamientos de su cabeza y concentrándose en la música que el peliazul estaba haciendo salir del piano.

Desde la muerte de su madre se estaba esforzando el doble por tocar el piano, en un intento de enorgullecer a su madre si es que le podía ver desde algún lado. Yoongi aún no lo había superado, y seguía releyendo la carta varias veces por noche, sabiéndose ya algunos párrafos de memoria. Aún se sentía decepcionado con su madre, pero aún así trató de no pensar en ello demasiado, ya que lo hecho, hecho está, y esa vez no había podido llegar a tiempo para poder pararla o llamar a la ambulancia.

El rubio miró a Yoongi y quiso preguntarle que cómo se encontraba, pero no sabía cómo empezar esa conversación, ni tampoco cómo pedirle explicaciones sobre por qué actuaba como si nada hubiese pasado.

-Yoongi... -el rubio llamó a Yoongi, quien dejó de tocar el piano.

Volvían a estar en la sala de música en la que habían compartido tanto, solo que esa vez compartían una complicidad formada por los besos que compartieron noches atrás.

-Dime. -el peliazul fijó su mirada en él.

Jimin se quedó en silencio, sin saber qué decir exactamente ni como pedirle explicaciones de por qué de un día para otro se había olvidado del día en el que fusionaron la noche y la mañana con besos y caricias, pero por más que lo intentara, no sabía escoger las palabras idóneas.

-¿Jimin?

-Nada, nada, lo siento. -el rubio se miró las manos, las cuales descansaban en su regazo.

Yoongi sonrió y se acercó al menor agarrándole la barbilla y notando cómo Jimin temblaba suavemente bajo sus toques. Los labios de Yoongi depositaron un tierno beso en la punta de la nariz del rubio, quien le miró casi con decepción.