—Desde esa noche, ninguna de esas tres extrañas presencias que comentas, ha vuelto a aparecer. ¿Estás seguro de lo que viste?, porque es demasiado raro que ni Spero o Exitium sepan algo.
Nuestros seis chicos se encuentran reunidos en la plaza, conversando sobre lo sucedido hace poco más de una semana; donde Alfredo se encontró con tres desconocidas personas, quienes también aparecieron durante la conversión de Ricardo.
En opinión del pelinegro, esos sujetos controlan a los kirai con alguna desconocida clase de poder, emitido por un cascabel como aquellos que poseen los felinos.
—No olvides que en el último encuentro donde aparecimos inconscientes, también puede ver de cerca a esos tres sujetos —Jerson resalta la habilidad que poseían para controlar a los kirai, como en un inicio luna pensó de Exitium.
—No sé quiénes sean o qué quieran, pero puedo asegurar que están detrás de nosotros —suelta con total seguridad.
—¡Uhm!, aunque lo que más captó mi atención, fue que uno de esos sujetos, traía en sus manos una enorme arma —Alfredo señala a Fernando, comentando que era muy similar a su guadaña—. Acaso... ¿serán guerreros como nosotros? —deja esa pregunta en la duda, porque ninguno entiende la situación.
Aquella revelación intriga más a nuestros protagonistas, "¿qué clase de personas eran esos tres sujetos?, ¿qué están buscando?; y si fueran guardianes elegidos, ¿por qué no han aparecido antes para ayudarlos?".
Esas recientes apariciones les resultan intrigantes, porque al menos tres de ellos intuyen que, tanto Exitium como Spero, no han sido completamente sinceros y están ocultándoles información.
—Déjame enterarme que alguno de los dos nos está mintiendo y juro por lo más sagrado, les daré una paliza que no olvidarán en su vida —Jordán es el más enojado del grupo, porque no confía en las palabras de sus guías.
—No creo nos estén mintiendo, más bien, pienso que no nos han contado toda la verdad; aún deben estar ocultándonos mucha información —Alfredo sale a la defensa de los mininos, asombrando a su amigo que deja de dar golpes en el aire—. No es sencillo creer que seis chicos son salvados de la muerte, solo para convertirse en héroes que protegerán el mundo; debe existir otro propósito más grande —afirma pensando en qué pueden estar escondiendo, porque al menos con Spero, espera no equivocarse.
—Pero el ocultarnos información, ¿no cuenta cómo mentira? Ellos deberían sincerarse con nosotros, porque estamos creyendo en su palabra y hemos decidido ayudarlos —y casi todos, apoyan el comentario de Gerardo.
—Confiar en ellos y ayudarlos, esa ha sido decisión nuestra y no podemos reprochársela a ninguno de los dos —ese comentario de luna sorprende—. Las cosas no son tan sencillas como mencionas, recordemos que su forma de comunicarse, es diferente a la de nosotros —reprocha la actitud desconfiada que están mostrando—. Ellos no comprenden sobre sinceridad y no guardan remordimientos, porque los conceptos de moralidad, son distintas para cada especie.
—Quieres decir, ¿que no sienten fidelidad por nosotros?; por lo tanto, no deben estar contándonos todos sus planes sin estar seguros que cumpliremos a cabalidad sus órdenes, ¿cierto?
El comentario de Alfredo y Jerson es mucho más acertado, ya que en vez de generar dudas, pone a pensar a los demás sobre la interacción que han tenido con esas dos entidades; sonriendo sarcásticos porque de cierta manera, se han dado cuenta que siempre han intentado imponer sus ideologías, en vez de conectarse con el otro; generando indudablemente, los problemas y desconfianzas que ahora rondan en sus pensamientos.
Aunque tampoco podemos culparlos, pues para estos seis inmaduros adolescentes, ha sido demasiado confuso los inesperados cambios que han sucedido en sus vidas; obteniendo una esperanza que por tiempo creyeron perdida y descubriendo el doloroso precio a pagar.

ESTÁS LEYENDO
El Guardián de los Deseos
FantasyAlfredo Marini es un adolescente de quince años, quien luego de estar encerrado entre las cuatro paredes de un hospital, a causa de una grave enfermedad; tiene la oportunidad de recorrer la ciudad por un par de horas. Todo parece marchar con tranqui...