24: Nuevos guardianes

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Nuestro protagonista camina con dirección a casa, dando pequeños brincos de felicidad, sin querer ocultar la emoción que siente en estos momentos; después de todo, el malentendido ha sido solucionado. Pero, ¿realmente es solo eso?

Desea con ansias llegar pronto a su destino para enviarle un mensaje a Enzo, diciéndole que ha llegado bien. ¡Así es!, han avanzado tan rápido que, ya intercambiaron sus números; porque prometió textearle cuando se despidieron minutos atrás, al notar la insistencia del trigueño en acompañarlo.

—¡Tendré cuidado!, prometo escribirte cuando este en mi habitación para que no te preocupes —lo convenció, al enterarse que sus casas quedan en puntos opuestos y no sería adecuado para el muchacho, alejarse más de la cuenta.

—¡Hermanito Alfredo! —pero sus pensamientos se ven interrumpidos, cuando reconoce ese dulce y delicado coro de voces, encontrándose fuera de una tienda con Esteban y Tatiana, sus dos pequeños hermanos mellizos.

—¿Y ustedes? —se acerca observando a los niños que le sonríen ampliamente—. ¿Qué hacen por aquí tan tarde?

El mayor se preocupa al ver a sus dos hermanitos solos, fuera de un local a esas horas de la noche; aunque sabe que su mamá tampoco los dejaría salir sin compañía. A lo mejor, se han adelantado como suelen hacerlo.

—¡Oh vaya!, no sabía que estarías por aquí cerca —y al alzar la mirada, se encuentra con su madre que también va saliendo del supermercado, junto a un hombre que ha visto en casa durante los últimos meses, despertando su suspicacia.

A nuestro chico se le hace un poco extraño que, su progenitora salga de compras junto a un desconocido, al menos para él. Pues siempre la escucha decir que prefiere la compañía de cualquiera de sus cuatro bebes, porque son lo más importante para ella; mientras les pellizca las mejillas.

Eso quiere decir que, una persona ajena a la familia esté ayudándole en las compras de casa, es porque también se ha vuelto alguien importante. No entiende por qué, pero esa idea le causa algo de celos. Además, no es un chiquillo como sus dos pequeños hermanitos de cinco años para no entender la situación.

Aunque tampoco puede molestarse, pues recuerda que su mamá ha pasado por mucho sufrimiento desde que él enfermó y su padre los abandonó; por lo que sería bueno, volver a verla feliz al lado de alguien que realmente la aprecie, no solo de sus hijos.

Pero bueno, para conversar sobre aquello, habrá otro momento más adecuado. Por eso, decide levantarse para acerca a la mujer y liberarla de peso, tomando también la mano de uno de sus hermanitos, para caminar todos juntos hasta casa.

—¿Ha sucedido algo interesante que deba saber?, porque ni creas que he obviado la enorme sonrisa que traes desde que nos encontramos —esas palabras le sorprenden, haciéndole recordar el beso de Enzo y no pudiendo controlar el rubor de sus mejillas.

—Hermano Alfredo estaba dando brinquitos de emoción cuando lo encontramos —el pequeño Esteban no ayuda en mucho a sus nervios.

—Será acaso... ¿qué has tenido un encuentro interesante? —se supone que el señor desconocido, debería ganarse puntos con los hijos de la mujer que está saliendo; sin embargo, para el pelinegro es todo lo contrario.

—Creo que hermano está enamorado —y la pequeña Tatiana termina por hacer explotar sus nervios, sintiendo como en todo su rostro aumenta la temperatura—. La maestra dice que cuando a uno le sucede, se pone así de tonto; por eso, ella prefiere vivir sola.

Alfredo no comprende en qué momento sus hermanitos han crecido tanto, como hablar de ese tipo de temas con él; y sobre todo, para delatarlo en frente de su madre que no deja de observarlo cómplice.

El Guardián de los DeseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora