Flashback
—Nos vemos más tarde —la alegre voz de Jordán se escucha en casa antes de cerrar la puerta a sus espaldas—. Pórtate bien Benjamín, no quiero quejas cuando regrese —y con unas palmadas a su mascota que le responde con un par de ladridos, se enrumba con dirección a la escuela.
En el camino se encuentra con sus dos mejores amigas, con quienes ha compartido aula desde la escuela básica. Muchos chicos de su edad pasan cerca del trío, saludándolos de forma muy efusiva. Y sucede que Jordán, desde pequeño ha sido uno de los chicos más populares, destacando su habilidad en todo tipo de deportes y en algunas actividades de arte, prefiriendo la actuación y el canto. Aunque no se puede decir lo mismo de sus cursos regulares, donde siempre termina con un regaño por parte de los maestros.
A decir verdad, ser popular no es siempre tan satisfactorio, no eres querido por todas las personas de tu escuela o tu barrio, hay algunas a las cuales no vas a agradarles del todo. Pero bueno, eso es algo con lo cual nuestro chico ha aprendido a lidiar, ganándose el cariño de muchos y posicionándose como uno de los jóvenes más atractivos. A tal grado que cada día, encuentra su casillero amontonado con varias cartas de amor, junto a uno que otro regalo.
—Todos los días es lo mismo, ¿no te cansas de rechazarlos uno a uno? —pregunta una guapa muchacha de cabello largo ondulado color azabache.
—Yo si no encuentro la carta del chico que me gusta, desecharía todas las demás y me quedaría con los regalos —expresa otra joven de piel canela y cabello marrón—. Sabes que el chocolate es mi tentación —terminando en un guiño.
—No puedo hacer eso, porque saben que sería descortés de mi parte —coge todas las cartas y las ordena dentro de su mochila—. No responder a los sentimientos de los demás con un sí o un no, es simplemente estar jugando con el cariño que sienten y eso no me gusta.
Sus amigas lo observan resignadas y con unas palmadas, —tú sí que eres un muchacho experto en las relaciones —le motivan a esforzarse en responder las casi quince cartas que ha recibido. Aunque eso le implique un gran esfuerzo.
Las mañanas en la escuela siempre son muy alegres, entre toda la emoción y algarabía de los jóvenes. Las últimas horas de la tarde, suele aprovecharlas para entrenar con el equipo de básquetbol donde es el capitán, puede que sea algo contradictorio, porque la estatura no es su fuerte. Pero gracias a su carisma y al trabajo en conjunto que ha logrado del equipo, ahora se encuentran a puertas de uno de los campeonatos más importantes de la ciudad.
—Ten cuidado con tu izquierda, intenta bloquearlo para que no pase —ordena a uno de sus compañeros, mientras entrenan con chicos de otra aula para perfeccionar sus errores.
Un grupo de chicas se ha amontonado en el campo de entrenamiento y se encuentran gritando a viva voz, el nombre de los chicos más guapos del equipo, viéndolos jugar con admiración.
Entre gritos, olor a sudor y golpes de balón, los jóvenes se divierten apoyando a su mejor equipo. Nuestro protagonista corre detrás de uno de sus oponentes, pero por un segundo se le nubla la vista, provocando que casi pierda el equilibrio. Aunque su recuperación ha sido rápida, quitándole el balón al contrario y llevándolo a territorio enemigo.
—El capitán se acerca solo hacia el arco, esquiva a las dos defensas que intentan bloquearle el paso —narra el interlocutor, mientras todos observan como el contador del primer tiempo está por llegar a su final—. Engaña al que puede ser su último oponente, da un salto y anota dándole la ventaja a su equipo —se pueden escuchar las ovaciones de las muchachas, celebrando junto al equipo de básquetbol, el cierre del primer tiempo con una victoria.
ESTÁS LEYENDO
El Guardián de los Deseos
FantastikAlfredo Marini es un adolescente de quince años, quien luego de estar encerrado entre las cuatro paredes de un hospital, a causa de una grave enfermedad; tiene la oportunidad de recorrer la ciudad por un par de horas. Todo parece marchar con tranqui...