Capítulo 33

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Mi pulso acelera siento como mi corazón golpea mi pecho increíblemente... Pero soy consciente de que no puedo volver a perder el control, no quiero quedar inconsciente.
Alguien aparece en mi visión periférica, es Steve junto con Ryan.

—Todo estará bien, llévatela de aquí —le anuncia Steve a mi hermano.
Él me levanta como una cría —debemos irnos hermanita.

Yo solo me agarro fuerte a él. Ya no quiero más esto, pero no puedo dejar de pensar en si Gideon estará bien. Haría lo que fuera porque todo esto terminara y que nadie saliera herido por mi culpa, porque aunque ellos no lo quieran aceptar sé que es así.

Logro abrir los ojos y soltarme del agarre de mi hermano, hemos llegado ya a la carretera.
—Ryan ¿confías en mí?

Me ve con desconcierto —Sí, claro que si confío

—Necesito que todo esto acabe, quiero que me lleves donde está Gideon, sé que ya no falta mucho por llegar y con la velocidad que tienes podremos llegar.

—No, no pidas eso. No te atrevas. Acaso no ves el peligro que corres. Yo te amo, eres mi hermana.

—Por favor, te lo pido. Y aunque tampoco quisiera arriesgarte te necesito, necesito que hagas esto por mí. Yo también te quiero —digo entre sollozos y abrazándolo
—por favor Ryan, te lo ruego, te lo imploro.

—Lo haré, pero sólo no me pidas que me separe de ti, lo estoy haciendo porque sé que si no es conmigo igual lo harás, sé lo terca que eres —una medía sonrisa cargada de melancolía escapa de sus labios —vamos, sube a mi espalda, como en los viejos tiempos.

Yo de inmediato lo hago. Y sólo decido cerrar los ojos y aferrarme  a sus hombros.

De repente la velocidad en que iba disminuye.
—Debo parar un momento ya no soy humano, pero igual necesito energías, no sabes el gran esfuerzo que hago por no beber tu sangre. Pero jamás te haría daño, jamás.

Luego de decir eso salió como un relámpago hacía el bosque, supongo que a buscar energías con la ayuda de la sangre de algún animal. Decido sentarme sobre una roca.
—Hola Elizabeth, tanto tiempo sin vernos —me suspendo en un respingo.

Me quedo muda de la impresión. Es un hombre piel oscura, con ojos de un color oscuro profundo.

—¿Aún  deseas ir con Gideon? —no lo conozco, no se si podrá ser bueno o malo. Trato de analizarlo. —oh ya veo que él te importa mucho. No sabes lo divertido que es verlo sufrir. Los vampiros tenemos medios más efectivos para torturar que los humanos, y más aún, a alguien que nos traicionó. —oh, ya me quedó claro, es un damned.

—¿Quién eres tú?

—¡Oh!, ¿no me recuerdas? — se acerca peligrosamente a mí —ves ésta marca —hace virar bruscamente mi rostro hacia él —mírame —en su cuello hay una gran cicatriz que se extiende hasta parte de su rostro.

—Sueltame, no sé quien eres, yo no soy quien crees.

—Lo sé, sé que no eres Elizabeth —me agarra fuerte de la cintura hasta causarme dolor —sé que eres Metzaly.

—¡Sueltame! —le exijo forcejeando pero es inútil —¡yo no te he hecho nada!

—Quieres que te lo recuerde —me suelta de golpe causando que me tambalee —bien, sabías muy bien que me gustabas mucho, y que deseaba estar contigo y me ignoraste, y eso dolió mucho, bella. Te lo pedí por las buenas y volviste a rechazarme, ciertamente eras una fiera y aún así intenté tenerte, pero como no cediste por las buenas lo intenté de una mejor manera —su expresión es de odio, logro darme cuenta que Elizabeth quizás al defenderse le dejó la cicatriz. Una imagen de este hombre en otro ambiente siendo rasgado por mis manos viene rápidamente a mí, y me pone aún peor. —e hiciste esto, y nadie le hace tal cosa a un hijo de los hombres más poderosos del Concejo de ancianos —ya veo porqué tanto odio, su maldito orgullo de hombre y prepotencia. Pero puedo notar que sí, sintió algo por ella pero no actuó de la mejor manera —me jala hacia él causándome daño de nuevo. Su rostro está demasiado cerca del mío — yo mismo seré quien te lleve a presenciar la muerte de tu querido Gideon.

Mis ojos se cerraron sin poder preverlo. No logré saber más de mí.

(...)
Un ruido de un golpe muy fuerte logra hacer que abra los ojos. Trato de moverme pero se me es imposible. Estoy atada de ambas manos, sostenidas de dos pilares. No puedo mover mis manos y duele.

—Ya ha despertado la bella durmiente —el tipo de piel oscura aparece frente a mi, acaricia mi rostro y veo como se pierde con la mirada al observarme. Alguien más aparece detrás de él.

—Ya suéltala Santiago, o no me digas que aún la quieres —el aludido se voltea y lo ve desafiante mientras el otro se mofa.
—mide tus palabras Liam, recuerda con quién estás tratando —éste tensa la quijada

—Solo venía a recordarte que en unos minutos empezará lo que tanto has estado esperando.

Santiago sonríe con vehemencia.
—Veras por fin al imbécil de Gideon y te aseguro que sentirás muchas cosas, pero jamás alegría de verlo. En unos minutos, como escuchaste empezará el show.

Mi alrededor es como un trono donde hay alrededor de tres sillas  hechas de oro con decorados perfectos, una alfombra roja se extiende a lo largo de una ancha puerta.
Veo como algunos hombres alrededor de unos 45 años a mi parecer, entran por esa enorme puerta. En su rostro se ve la preponderancia, y el poder que llevan a cuestas con la mayor seguridad. Unas cuantas personas que hay alrededor y que no había notado se doblegan ante ellos como una reverencia. El hombre de piel morena, llamado Santiago también está haciendo reverencia ante ellos.
Todos elevan su rostro a la vez que cada uno de los miembros imponentes toman asiento.
El hombre que está en medio me ve fijamente

—Que osadía, ¿cómo te atreves a no inclinar tu rostro ante la presencia de nosotros? —todos los presentes me ven expectantes.

—No sé quiénes son ustedes, ni qué quieren. Y no tengo porque rendir tal atributo —no sé de dónde fue que tomé coraje para hablar de tal forma.

El tipo al que Santiago llamó Liam se acerca a mí, me ve fijamente y sin darme cuenta golpea mi rostro tan fuerte que si no fuese por las cuerdas en mis muñecas, hubiese caído al piso, y siento como mi nariz sangra, muchos de los presentes me observan como cazador a su presa.

Una vez más escucho que la gran puerta se abre. Mi cabeza sigue gacha me duele el rostro, tanto que un gesto o una sola palabra dolería mencionarla.

Santiago levanta mi rostro.
—Mira lo que te hemos traído.

Es Gideon, está herido por todas partes, hasta parece estar inconsciente, dos hombres lo llevan prácticamente arrastrado colgado de sus brazos con cadenas en sus muñecas. Siento un dolor tremendo y podría jurar que cada latir de mi corazón duele, tanto que el golpe en mi cara no se le Iguala.

—¡Gideon! —grito desesperada. Quiero correr hacia él y ayudarle, decirle que lo quiero como a nadie, abrazarlo. Desearía que ésto sólo fuese un sueño. Mis lágrimas queman, queman mi alma. Siento como un hueco en mi pecho se crea. —¿qué es lo que le han hecho?  —pregunto con mis palabras llenas de rabia y odio

—Metzy —la voz de Gideon me hace verlo de nuevo. Duele verlo así, me llena de impotencia.

—Exijo que me suelten —espeto con ira

—Tú, pequeña no eres nadie para ordenar algo aquí, solo mírate —dice burlón uno de los sentados en aquellos asientos de oro.

Lazos del destino ©  [TERMINADA]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora