ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ ᴛʀᴇs.

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Estuve pensando durante todo el tiempo que pasé encerrado en la habitación. No sabía en ese momento si era preferible saltar desde el balcón -el que después supe que estaba cerrado- o seguir viviendo, siendo amigo o enemigo de mis secuestradores.

No me quería creer que mi mejor amigo era el culpable, al menos el principal culpable de que yo estuviera viviendo en ese momento el instante más desesperante y horrible de toda mi vida. Hubo un momento en el que ya ni las lágrimas salían por mis ojos, sólo me paseaba con ese dolor en mi ano, de un lado a otro de la habitación, queriendo saber qué sería de mí después de aquel fatídico día.

Horas después, cuando estaba sentado en el sillón con la mirada en el suelo, la puerta de la habitación se abrió. Era Min Yoon Gi, manteniendo en su mano derecha una bolsa que contenía ropa, lo supe cuando me la dejó encima del regazo.

—Dúchate. El almuerzo no tardará en estar puesto.

 No rechisté. Atípico en mí. Tan sólo acataba sus órdenes y asentía como un fiel sumiso, o un estúpido, descerebrado e ingenuo chico que se folla al guaperas de la fiesta pensando que a la mañana siguiente intercambiarían número, fluidos, y quedarían para verse de vez en cuando. 

Así que después de haberme duchado y haberme vestido con aquella elegante ropa que parecía haber sido sacada de la tienda más cara del lugar, me dispuse a arreglarme el cabello, siendo interrumpido por ese demonio que entraba sin avisar por la puerta.

—¿Qué haces? —Pregunté con la mano en el pecho, viendo su reflejo desde el espejo en el que me estaba mirando. Se había apoyado en la puerta, y jugaba con su piercing en sus labios.

—Quería asegurarme de que todo iba bien...—Pero no se fue. Se mantuvo ahí, expectante a cada uno de mis movimientos mientras colocaba mi cabello. Estaba algo cohibido, y no quería decir tan sólo una palabra que pusiera en riesgo mi vida, o mi culo.—Puedes coger mis colonias, o cualquier cosa que necesites de ahí.

—Gracias...— Aunque no debía darlas. Me acerqué a leer las etiquetas de cada uno de los botes que habían allí, se cuidaba mucho. Habían algunos botes de pastillas con nombres extraños que supuse que quizá eran droga, pero no me digné a preguntar, tan sólo tomé una de las colonias que estaban ahí y me rocié en el cuello y tras las orejas, poniendo otras grandes cantidades en mi ropa. 

Fue entonces cuando el mayor despegó su trasero de la puerta para acercarse hasta mí, invadiendo todo mi espacio personal para pasar su nariz por mi cuello, lentamente. Quería retroceder, pero eso me supondría problemas, así que sólo me quedé quieto, mirando mi reflejo, ladeando mi rostro y dejando que oliese lo que quisiera. 

—Llevo toda la puta mañana pensando en cómo se escucha tu voz gritando ampliamente mientras te la meto...— Aquella afirmación me había tomado de sopetón, haciéndome suspirar bajando mi mirada a mis manos.— No sabes todo lo que me pones.

  — Ya he terminado.— Fue lo único que dije en ese momento. No quería seguirle el juego, pero menos quería hacerle enfadar. Sentí sus labios posarse en mi nuca, y temblé sin saber muy bien si por miedo o porque era una de esas zonas que conseguían ponerme.

En cuestión de segundos comencé a seguirlo por toda esa enorme casa, me puse a cosa de un metro tras él y sólo seguía sus pasos en silencio hasta lo que era un gran comedor, con una mesa rectangular de al menos cinco metros de largo y cinco platos puestos con su respectiva cubertería y vasos, por lo visto no estaríamos solos.

YoonGi presidía la mesa, y empujó la silla que estaba justo a su lado derecho para que me sentara ahí. 

— ¿Puedo... puedo preguntar qué quieres exactamente de mí? ¿Por qué yo? Sólo soy... No soy nadie, ¿Qué le puede interesar de mí?

Tigris. || BTS || 1° Parte, Yoonmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora