Parpadeé. La luz blanca que tenía sobre la cabeza me cegaba al completo, y el pitido en mis oídos dificultaba que entendiera aquella voz que me hablaba, tan lejana, con tanto eco que resultaba molesta por lo incomprensible.
–Mhm...
–Ji Min, ¿Puedes oírme oyes?
Era Seok Jin, su voz empezaba con el paso de los segundos.
–¿Qué ha pasado?
–Te has desmayado, por suerte no te has golpeado la cabeza al caer. Creo que lo único bueno que ha hecho Yoon Gi en toda su vida fue sujetarte antes de que te partieras la cabeza.
Yoon Gi. Aquel nombre retumbó en mi cabeza peor que el pitido que me ensordecía. Era lo último que recordaba, lo último que había visto antes de desmayarme, y justo después de aquel cadáver, el segundo que veía en toda mi vida, y nuevamente gracias a él. Antes de darme tiempo siquiera a asimilar el pensamiento, la sensación de asfixia y una arcada que apareció en cuestión de segundos me hicieron vomitar lo poco que tenía en mi estómago, puro líquido, con la suerte de haberme girado lo suficientemente rápido como para no hacerlo encima.
—Tranquilo, es normal.–Dijo el mayor, que con una servilleta limpiaba mis labios sin ningún tipo de repudio.– Al menos después de lo que has tenido que pasar.
Mi mirada ya lograba enfocarse en él. Conseguía ver su rostro preocupado y diferenciar la habitación de Yoon Gi tras nosotros. Los sonidos ya no se mezclaban, la música de la fiesta retumbaba fuera, no llevaba mucho más de una hora en ese estado.
–Tengo sed...
–Iré a por agua. De paso le pediré a Nam Joon que me traiga algo para limpiar el suelo.
–Perdón...
Seok Jin sonrió con cariño, pero con una mueca de compasión en sus labios que sólo me costó segundos identificar. Emitió un suspiro enorme, y lo seguí con la mirada hasta verlo desaparecer de la habitación. Me había dejado solo. Completamente solo. Y entre esa soledad que abarcaba mis pensamientos, empezaron las malas imágenes. La sangre en mis manos, en mi cabeza. El chico colgando de aquella soga, ya sin vida. Estaba teniendo un ataque de pánico, no sentía mi respiración ser constante. Los sudores fríos corrían por mi frente, temblaba bajo la fina sábana y lo recordaba a él, su sonrisa de supremacía, sus ojos clavados en los míos, sólo dos segundos, quizá uno, pero diciéndome quién era el culpable de que aquel joven colgara muerto.
—No pienses, no pienses, no pienses...—Comencé a obligarme a mí mismo, pero nada de éso daba frutos. La falta de respiración crecía, necesitaba gritar, pero sabía que éso me traería problemas.
Una sombra oscura apareció en la puerta. Volvía a sufrir esa falta de visibilidad debido a la ansiedad que se afincaba en mi pecho y me hacía hiperventilar. No sabía quién era, pero por estatura, no era Seok Jin.
—Estarás feliz, ¿cierto?
Sus pasos se aproximaban cada vez más a mí, y yo sólo estaba retrocediendo sobre la cama, sin respiración, como si estuviera viendo a un monstruo, hasta tenerlo delante de mí. Esperaba el golpe, el grito, que me escupiera quizá, pero sólo me estaba enfrentando a su mirada amenazante.
—Yo... no...
—¿Tú no...? ¿No estabas moviendo el culo como una puta en la polla de aquel tío? ¿No estabas provocándole a caso?
—Yoon Gi...
—Que te quede claro que todo lo que tú toques que no sea yo está muerto. Eres una puta, sólo mi puta.
–Vete, por favor.
Una risa. Una risa psicopática que nada tenía de diversión. Sus ojos claros se tornaban oscuros, aquella diestra asesina había tomado mi cara con fuerza para atraerme a él y chillé, temeroso. Estaba drogado y borracho, sus pupilas cantaban la cantidad de droga que circulaba por su organismo en ese instante.
–No me digas lo que tengo que...
–Vete de aquí.–Seok Jin. No llegaba a verlo, la imagen de Yoon Gi opacaba el resto, pero era él. Su presencia hizo que el de ojos felinos por fin soltara mi rostro, y se girara lentamente, como en una película, hacia el mayor. Aproveché para retroceder en la cama tanto como pude, mareado, sin apenas fuerza para poder ponerme en pie.– Ahora.
–¿Y tú? ¿Quién te crees que eres para decirme lo que tengo que hacer con mi...?
–Con Ji Min.–No lo dejó terminar.–Vete.
–Te vas a ir tú.
–No te equivoques, no soy Tae Hyung. No te he comido los huevos por detrás nunca y no te pienses que lo haré ahora. No soy parte del circo que tenéis montado, así que las órdenes de cualquier payaso como tú me las paso por la punta de la polla.–Jin dejó el vaso de agua en la mesa. No le temblaba el pulso, ni siquiera delante de una persona que era capaz de matar. Mantenía la serenidad, la seguridad, todo lo que a mí me faltaba mientras me protegía con una almohada rogando por el milagro de se convirtiera en un buen escudo antibalas.– ¿Te vas o te echo?
La risa de Yoon Gi, cínica, mientras tanteaba con su diestra la pistola que tenía guardada, retumbó en la habitación. Acortaba pasos, se encaraba, temí por Seok Jin al verlo tan cerca como para respirar su aliento alcoholizado y ver el color de su lengua con restos de a saber, cuántas pastillas.
–No hay cojones...
Seok Jin sólo inclinó su rostro, pocos segundos. Su mirada aún fija en él sin pestañear, y una sonrisa.
Lo que pasó después no podría describirlo fácilmente, porque no me dio tiempo a verlo. Yoon Gi tenía clavado en el cuello una aguja de la que colgaba una pequeña jeringa, retrocedió unos pasos, sorprendido, extrañado, y la sacó para mirarla con al misma duda que reflejaba mi rostro, ¿de donde había salido?
–¿Qué es esto?
–Buenas noches, Min Yoon Gi.
Y cayó al suelo como un muñeco. El sonido de la caída hizo vibrar el parquet, pero no fue lo suficientemente alto como para alegrar a alguien gracias a la música. Sin prestar mucha atención al cuerpo que estaba tirado en el suelo, el mayor tomó el vaso de agua para por fin, hacérmelo llegar.
–¿Cómo...? ¿Qué...?
–¿No te han dicho que los magos siempre tienen un as bajo la manga? Pues bueno, yo tengo siempre una inyección de midazolam..
–¿Está muerto?
–No tenemos tanta suerte, pero por lo menos te ahorrarás el escucharlo por unas seis horas en lo que pasa el efecto. Al despertar no recordará nada, achacará todo al alcohol y las drogas, así que estaremos bien.
Di el primer trago del vaso de agua mientras observaba a mi mayor tomar de las piernas a Yoon Gi y tirar de él para sacarlo de la habitación, como si fuera un saco. Verlo en aquella situación me creaba una extraña sensación de placer y paz mental inimaginable.
–Tienes que descansar. Me quedaré aquí, leyendo el libro de depresiones de Yoon Gi para que nadie entre a molestarte.
–Seok Jin...
–Dime.
–¿Podrías... darme una de esas inyecciones?
(*)
Había aceptado a dármela. Una, solamente una, y repitiéndome las indicaciones una y otra vez. Eran adictivas, muy adictivas, debido a la benzodiacepina. En un uso desmedido podía causar la muerte, pero él tenía la cantidad exacta para dormir y no matar, al ser por vía venosa era mucho más rápida la absorción, por lo tanto, también la acción.
Mientras lo escuchaba recitarme todo, había tomado un calcetín para meter la jeringa dentro, y la había escondido tras la mesilla de noche, en un hueco perfecto, antes de volverme de un pequeño salto a la cama.
–Piensa bien lo que harás con ella. No quiero verte muerto porque cometiste un error o no fuiste demasiado rápido.
Asentí con la cabeza. En cierta parte, mi ansiedad se veía calmada por el mínimo hecho de saber que tenía un salvoconducto, aunque sólo fuera uno, y aunque fuera arriesgado usarlo. Jin me dejó alguna pastilla para la ansiedad, y como prometió, se quedó en la habitación leyendo un libro por lo bajo y bufando cada vez que leía una de las notas escritas por Yoon Gi en este, sin embargo, incluso si hubiera querido bailar claqué en esa habitación, el sueño se apoderó de mí en cuestión de minutos, y la última imagen que tuve de aquel día, fue a aquel verdadero ángel, amigo, salvador, leyendo y custodiando que no fuera mi última noche respirando.
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Tigris. || BTS || 1° Parte, Yoonmin.
FanfictionJi Min narrará su historia desde que es secuestrado por una de las peores mafias de Corea del Sur, mientras sólo había salido en busca de sexo. ❖Esta historia contiene: -Drogas. -Violaciones. -Mucho sexo. -Tríos. -Poliamor. -Violencia. -Asesinatos. ...