ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ ᴄᴜᴀᴛʀᴏ.

6.6K 657 171
                                    

Habían decidido no montar ninguna fiesta por ese día para que yo me adecuara antes de empezar a formar parte de ellos, así que después de negarme a bajar a cenar, me quedé en mi habitación asignada, la misma que compartiría con Yoon Gi pues decía que no se quería arriesgar a que a la mañana siguiente me hubiera ahorcado con la cortina. Llevaba la bata de seda con la que había despertado, y debajo de ella un bóxer y una camiseta que me habían dejado. Debía admitir que el mayor de los Tigris olía muy bien para ser un auténtico hijo de puta.

Revisaba con mi vista aquella habitación. Tanta suntuosidad albergaba en ese lugar, tantas veces soñé con vivir en un algo así, que ahora detestaba de mil formas distintas el haberlo deseado: Esa habitación de ensueño se convertía delante de mí en una celda de un calibre peor que la cárcel Guantánamo.

Yoon Gi tampoco había cenado, y mientras yo me dedicaba a no hacer nada y lamentarme por lo bajo, él tomaba una ducha, una muy larga ducha que de ser verdad sus suposiciones conforme a que tenía los huevos de suicidarme con una cortina, lo podría haber hecho seis veces. 

Tiempo después salió, llevando nada más que un bóxer puesto y dejando toda la habitación impregnada de una fragancia varonil, y repugnante a mi olfato de sólo pensar que la llevaba él. En cuestión de segundos se había tumbado en la cama, a mi lado, y había sacado un libro junto a unas gafas de leer del cajón de su mesilla de noche. Pude leer el título desde mi lugar de la cama: maneras de escapar de la depresión. Hice una mueca cuando lo capté. Un hombre rico, con una casa enorme, siendo uno de los más altos cargos dentro de una mafia, ¿qué depresión iba a tener?

Mientras él leía y yo me encargaba de despotricar mentalmente sobre él, lo vi meterse la mano en su bóxer. Nunca, después de ese momento, pude olvidar la imagen de aquel chico rascándose los testículos como si estuviera solo y de una manera desvergonzada. 

 —Nunca debí afeitarme los huevos.

No presté más atención a cómo se manipulaba aquella parte de su cuerpo irrespetuosamente delante de mí, y acabé por darme la vuelta en la cama para darle la espalda.

—¿Duermes con lentillas?— Pregunté por curiosidad, con la mirada fija en las negras cortinas del balcón. Escuché un resoplido, pero aún así seguí sin querer mirarlo pues supuse que seguiría rascándose.

—Todos hacéis la misma puta pregunta, y cada vez que lo hacéis tengo las mismas ganas de meteros la polla hasta el esófago y asfixiaros.— Su voz había salido totalmente tranquila en esa afirmación, en un tono apacible y con poco afán de parecer realmente enfadado.— No son lentillas.

— Ah...— La curiosidad seguía creciendo por el mínimo hecho de ser el primer asiático que conocía con los ojos claros y una muy poco notable heterocromía en ellos. Me daba asco reconocerlo, pero eran los ojos más hermosos que había visto en toda mi vida.— ¿Genética? 

  —Adquiridos. Hace años tuve un pequeño altercado con un coche cuando volvía de dejar algunos kilos de droga en Busán. Los frenos fallaron en un momento y choqué bruscamente contra una tienda de electrodomésticos, el cristal delantero estalló por completo en mi cara, clavándose algunos de esos filamentos en mi iris y vaciando gran parte de ellos. Dudaron de que pudiera volver a ver, pero así fue: por un grave accidente en el que casi pierdo la vida, tengo unos hermosos ojos. ¿Alguna curiosidad más?

  — Mmh... no, sólo era eso.

Lo escuché reírse tras mí a la par que el sonido de una página pasando se hacía lugar. El silencio había vuelto a reinar entre nosotros, podía escuchar su profunda respiración retumbar una y otra vez hasta desesperarme. No apagaba la luz, no tenía intención de irse a dormir, no sabía si después de acabar su lectura querría partirme el culo aunque yo no quisiera sexo con él, o si me follaría la boca por haber sacado el tema de sus ojos.

  —¿Quieres que te abrace mientras duermes, en modo novios?—Hablaba con un tono sarcástico, a la par que el sonido de un libro cerrándose se hacía hueco entre sus palabras.

—No. 

Un rápido movimiento después de haber estado trasteando y lo vi ahí, encima de mí. Me había empujado con toda su fuerza para ponerme, literalmente, abierto para él. Estaba entre mis piernas, y aquellos orbes azules me miraban de la misma forma que la noche anterior: con lujuria. Me tenía inmovilizado, pues mis manos estaban elevadas sobre mi cabeza y siendo oprimidas por las suyas, con fuerza, estaba seguro de que acabaría dejándome marca si no empezaba a aflojar pronto. En ese momento, siendo intimidado por aquella sonrisa ladina que se acercaba cada vez más a mis labios, pude sentir todo el miedo recorrer mi columna vertebral mientras trataba de liberarme de él.

— Yoon Gi...

— ¿No eres tan perra como ayer?

—Yoon Gi, por favor...—Imploré tragando saliva duramente cuando el piercing de su lengua empezó a pasear por mi labio inferior a su antojo.— Me... me duele el cuerpo.

—¿Piensas que eso me importa cuando necesito meter mi polla en algún sitio?  — Su voz salía ronca, pero en un tono bajo que podía ser atractivo para cualquiera que no estuviera a punto de ser violado. Sus caderas estaban empezando a moverse en contra mía, una y otra vez, cada vez más rápido hasta acabar fingiendo embestidas. No despegaba su mirada de mí ni un segundo, seguía sintiendo la supremacía en aquellos felinos ojos y no podía hacer nada por evitarlo, estaba perdido.— Podría estar follando tu puto culo un día entero, reponiendo fuerza a base de éxtasis para seguir dándote todo lo duro que pueda y recordarte quién manda sobre ti... No sabes lo jodidamente erótica que es la imagen de tu ano escupiendo mi semen...

 Y su lengua recorrió todo mi cuello hasta mi barbilla, siendo el lugar en donde sus dientes se clavaron. No dije nada, quizá por el miedo a que cualquier cosa que dijera lograra empeorar mi situación, pues en mi mente estaban las palabras de mi madre de que me prefería violado antes que muerto. Mi madre... era un bonito momento para acordarme de ella, cuando tenía a un tío encima rozando su polla con la mía y jurándome al oído que me pensaba romper en mil pedazos todas las noches que pasara a su lado.

  — ¡Yoon Gi! —Grité lo más alto que pude cuando sus dientes desgarraron mi labio inferior en la zona que antes Jung Kook me había dañado y de éste empezó a emanar sin control sangre, que el lamió como si se tratara de  su bebida favorita, sin ningún tipo de reparo mostrando su lengua con el flujo en él antes de adentrarla en su boca y saborearla. Mis ojos miraban cada una de sus expresiones de complacencia, estaba enfermo, horriblemente enfermo.— Eres... un puto sádico.

A carcajadas terminó por separarse de mí, como si nada hubiera pasado. Volvía a ocupar su sitio a mi lado, y se cubría con las mantas con total naturalidad, para después apagar la lámpara de la mesa e irse a dormir. Juro que no entendía a ese hombre, pero después de esa noche dejé de entenderme a mí mismo. 

Hacían veinticuatro horas que había caído en la red de mafias de los Tigris por culpa de mi mejor amigo; había experimentado que me partieran el labio y me apuntaran a la cabeza con una pistola; sobreviví gracias a que uno de ellos me intercambiara su pulsera de oro a cambio de mi entera y total disposición y, que éste último simulara que me iba a atacar y acabara abriéndome nuevamente la herida de mi labio para lamer mi sangr.

Tigris. || BTS || 1° Parte, Yoonmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora