3.- Un chico mimado

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Sherlock dejó caer su mochila bruscamente justo a un lado de Mary

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Sherlock dejó caer su mochila bruscamente justo a un lado de Mary.

Ella estaba sentada sobre el piso de la cafetería, tenía las piernas cruzadas mientras leía un libro de texto sobre física avanzada.— Creí que ya no llegarías —le dijo levantando la mirada de su libro para verlo a la cara. Sherlock estaba rojo por haber dado grandes zancadas y no tardar tanto; maldecía haberse encontrado con John Watson a la salida de su práctica—. ¿Dónde estabas?

— No es relevante —contestó mientras se dejaba caer al lado de su amiga—. ¿Nos vamos? —preguntó haciendo alusión a la cita que quería conseguir la rubia.

— ¡Pues si! —contestó eufórica poniéndose de pie en un santiamén.

Sherlock hizo un ruido que bien pude compararse con un gruñido. Apenas se había sentado y ya tenía que volver a levantarse. Él solo quería regresar a su casa y no salir hasta encontrar las llaves de su auto.

Mary tomó las llaves de su auto que estaban en el bolsillo de su pantalón. Acababa de guardar su libro dentro de su mochila cuando Sherlock le arrebató las llaves.— Yo conduzco —expresó el más alto mientras levantaba las llaves por sobre su cabeza, exactamente a la altura a la que Mary no alcanzaba. La rubia salto repetidas veces tratando de tomar las llaves de vuelta.

— ¡Sherlock, dame las llaves!, ¡es mi auto! —reclamó.

— Perdón, ¿dijiste algo? No puedo escucharte desde aquí —se burló.

Mary no tardó mucho en darse por vencida.

— Solo date prisa, ¿quieres? —refunfuñó Mary mientras caminaba rápidamente a su auto.

Sherlock le abrió primero la puerta del copiloto a su mejor amiga y después entró al asiento del piloto. Mary no dejó de cantar ni un minuto en el trayecto hasta el estadio.

A pesar de que era una localidad algo pequeña, y el estadio estaba bastante cerca de la escuela, Sherlock y Mary siempre iban en auto a todos los lugares. No lo podía evitar, al menos, no Sherlock.

Era lo que muchos llamarían un chico mimado. Sherlock no entendió porqué lo llamaban así hasta que entró a la secundaria, en donde todos querían ser repentinamente sus mejores amigos. Porque ser amigo de Sherlock podía traducirse como una clase de impunidad. El dinero de los Homes nunca era un factor que pasaba desapercibido.
Pero a Mary nunca le había importado eso. Su familia también tenía dinero. Su amistad con Sherlock no era nada por interés. Eran amigos porque se tenían cariño.

No tardaron más de cinco minutos en llegar al estadio. Sherlock estacionó el auto a una cuadra.— ¿Por qué tan lejos? —le preguntó Mary apenas bajaron del auto.

— Más adelante no habrá lugares. Lo sé —respondió. Porque Sherlock Holmes sabía todo, y lo que no sabía, lo inventaba.

 Porque Sherlock Holmes sabía todo, y lo que no sabía, lo inventaba

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Shame / johnlockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora