Natasha

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Natasha lloraba con una rosa en mano, el corazón destrozado y ganas de olvidar todo. Hacía un año que Bruce se había ido. Y sucedía que era distinto; se habían besado, se habían ilusionado, y luego él se fue, sin decir adiós, sin darle una oportunidad de decirle lo que tanto tiempo había deseado gritar.

—Estaré contigo ya seas Bruce, ya seas Hulk. No importa si estamos perdidos o en medio de un baile, siempre estaré contigo. Si quieres huiremos, y viviremos juntos, soy capaz de renunciar a todo solo por ti, mi querido Bruce...

Hacía un año alguien la ilusionó, la hizo soñar con poder reencontrarse con el científico que amaba; lo buscó y sin embargo jamás apareció. Él, de verdad, había desaparecido.

Acarició la pequeña rosa roja que cargaba y luego gritó, le llamó, pero nadie respondía. Le cantó, y aun así Bruce no apareció a su lado con su característica torpe sonrisa.

Se observó al espejo sin comprender todavía porque Bruce no cruzaba el umbral con algunas flores en la mano, después besarla.

—Mírate ahí —hablaba a su reflejo—. Deprimida, despeinada y muerta, hace tiempo que no te arreglas. Sal, olvida las penas que ese idiota te causó.

Trataba de superarlo, de no pensar en él. De dejarle ir como tiempo atrás el Soldado de Invierno le permitió.

Era el momento de decirle adiós.

Se arregló como no lo había hecho en años, cantó mientras cepillaba su cabello a la luz de los últimos rayos de sol. Buscó su mejor vestido y sonrió al observar una vieja foto de ambos.

Corrió hacia los jardines, observó las estrellas y lloró. Trato de hablar, de confesarle todos los sentimientos que por tanto tiempo ocultó. Sin embargo, lo único que sus labios pudieron articular fue un inaudible adiós mientras tiraba entre los árboles la pequeña rosa que había conservado por tanto tiempo.

Dejó el Complejo. Se encaminó hacia Brooklyn con una sola esperanza, aún sin saber completamente lo que hacía, imaginando a Bruce junto a ella. ¡Maldito sea Bruce! ¿ ? ¿Por qué no podía aceptar que el amor tal vez no era para ella?

Cerró los ojos y pudo verlo. Le escuchaba gritar, le veía atrapado en Hulk, en medio de la nada, solo, y buscándola con la mirada.

—Natasha.

— ¿Bruce? ¿Regresaste? —Cuestionó, aún perdida en sus pensamientos.

—No, soy yo, Steve.

Suspiró.

—Lo siento, Steve.

—Lo sé, no soy yo a quien esperabas.

—Realmente no sé qué o a quién esperar.

Steve sonrió, tratando de animarla. — ¿Qué harás esta noche?

—No lo sé, solo quería salir y olvidarme por un día de mis problemas. Tal vez buscar un sitio donde tomar y tratar de asimilar lo que ha pasado en los últimos meses.

— Voy contigo, no quiero que estés sola.

Se agarraron de las manos, caminaron por la costa. Steve hablaba de su amor imposible, pero ella no lo escuchaba, suficiente abrazaba pensando que él podría cuidarla, como en aquel momento en el que se sentía vulnerable, la temerosa mujer que casi moría en las nieves de Stalingrado . Perdida, confundida y tonta.

Caminaban bajo el atardecer con sus bellos tonos rojizos y azules, cada quien pensando en sus amores imposibles y buscando consuelo en el otro, mientras una bella mujer cantaba un viejo chanson francés.

El cielo azul sobre nosotros puede colapsar,
y la tierra bien puede abrirse.
Poco me importa, si me amas.
Paso del mundo entero

siempre que el amor inunde mis mañanas,
siempre que mi cuerpo tiemble bajo tus caricias
Poco me importan los problemas

Amor mío porque me amas*.

Natasha lloraba con cada verso, pues pensaba en Bruce, y trataba de superarlo. No olvidarlo, ya que un amor como el que ella le profesó difícilmente podría ser desechado. Los sentimientos más puros jamás podrían ser enterrados, muchos menos condenados al olvido.

—Nat, ¿por qué lloras? —Preguntó Steve, tomando a Natasha entre sus brazos.

—Por nada, yo...

—No supo apreciarte.

—Él era Hulk, no Bruce. Le intenté hablar, le rogué que regresara y... Me miró por última vez, pero no fue Hulk quien lo hizo. Puedo asegurar que fue Bruce, quería salir, quería decirme algo, lo vi en su mirada, pero no podía. Hulk lo dominaba. Le grité, le miré y de repente perdí. Él desapareció, y, bueno, jamás sabré si realmente me amaba como lo dijo.

—Lo siento, Nat. De verdad.

Se miraron a los ojos.

Lentamente Steve tomó sus manos, y le sonrió, pues él la quería. No de una forma romántica, más bien una amistad que ambos habían construido, una tan fuerte como la que tiempo atrás él tuvo con el Soldado de Invierno, y le dolía que ella estuviese así, débil, con los ojos llorosos y sin saber qué hacer. Desesperada, confundida.

Entrelazaron sus dedos y comenzaron a bailar al ritmo de una vieja canción que Steve conocía incluso antes de la guerra. La misma canción que bailó con Peggy para pedirle perdón. Ambos sonreían, ella por saber que él siempre estaría cuando más lo necesitase, y él porque Nat comenzaba a sonreír.

La noche se asomaba, pero esta vez, Natasha no la veía de la misma forma. Ahora veía luz y un poco de esperanza en cada pequeña estrella que el cielo cubría.

Aún esperaba a Bruce, incluso a pesar de haber prometido que jamás volvería a llorar por él. Pero sabía, desde su más profundo ser, que alguien estaría siempre para ella.

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Siento no haber actualizado la semana pasada, es solo que se me juntaron unos cuantos compromisos y bueno sumado al hiatus...

Drakonov, en serio gracias por ayudarme con este fic, querida beta no se que rayos haria sin ti.

En fin, espero y les haya gustado el fic de la semana (me senti German Garmendia ;D) cualquier sugerencia, voto o comentaria sera bien recibido


La primera cancion mencionada es ¨ Hymne a l' amour¨ de Edith Piaf , y la cancion que pense que Steve cantaba es ¨the way you look tonight¨ de Fred Astaire (1936) (aunque estaba escuchando la version de Sinatra)


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