¿Tan rápido había pasado su vida?
Caminaba de un lado a otro observando las fotografías colgadas en el departamento 365, en un edificio en el centro de París. Sus manos temblaban, sus ojos estaban rojos. Después de tantos días, tantas luchas, la persona a la que había amado se había ido.
—Padre —musitó un joven castaño al otro lado del umbral—. Es la hora.
—Ella...
—Se ha ido.
—Dame un minuto. Tan solo... Quiero estar solo.
Tomó el libro que aún estaba sobre la cama. El fantasma de la ópera; aquel que le recitó la noche antes de que partiera, justo antes de dejar a su lado las rosas y, sobretodo, antes de que hijo le indicase que él debía irse.
Se sentó sobre su cama, en esa noche demasiado grande para él solo. Lloró pensando en la mujer que había perdido, las miles de cartas que trató de escribirle para decirle adiós. Pensó en la promesa que le hizo y supo que nunca podría cumplirla. Sus vidas estaban entrelazadas de tal forma que jamás sería capaz de olvidarla.
En la vida hay un solo amor verdadero, y ella había sido el suyo.
Rememoraba las sonrisas que compartieron, las miles de veces que estuvieron allí acostados; algunas haciendo el amor, otras hablando observando el cielo parisino.
Había olvidado que su hijo le esperaba.
"Si me dejases, no sé qué sería de mí", repitió las palabras que un día lluvioso le había dedicado, justo antes de que su hijo naciese, mientras sonreían y hablaban sobre la familia por la que habían luchado tanto tiempo.
Atravesó el estrecho pasillo observando cada fotografía en las paredes. Sonreía al recordarla riendo mientras tocaba la guitarra en las tardes de lluvia, o las mañanas que intentó cocinar sin quemar la cocina.
—Padre, debemos irnos.
Antes de irse tomó una rosa y un guardapelos que habían pertenecido a su amada, cumpliendo su promesa de permanecer juntos más allá de la muerte.
***
—Tuvimos una buena vida, Vis, ¿no crees? —Preguntó Wanda, con su mirada perdida en las paredes de la habitación de hospital.
—Podría asegurar que fue demasiado buena como para...
—aceptar que en algún momento me iría y te dejaría solo —completó.
—Wanda, no-
—Vas a tener que aceptarlo, yo he envejecido, mírame —reclamó, tocando las arrugas que surcaban su rostro—. Me iré y no podemos hacer nada al respecto.
Ambos se miraron sin comprender todavía cómo setenta años se habían ido tan rápido. Trataban de sonreírse, pero él no quería aceptar que Wanda no abandonaría ese cuarto de hospital. No podrían volver a bailar en una noche cálida con las estrellas sobre ellos, jamás podría cruzar con ella los cielos de París. No, su pequeña amada estaba a punto de morir.
Visión quería mirarla a los ojos y sonreírle al acariciar sus largos y bellos cabellos plateados.
— ¿Aún me amas?
ESTÁS LEYENDO
Marvel One shots
Short StoryEsto no es una historia de rayita. Si te gusta shippear has llegado al lugar indicado.