Introducción

1.3K 103 4
                                    

DIABÓLICA TENTACIÓN.

Del cielo cayó un ángel con tenebrosas sombras danzando en su alma,
El silencio de la noche se perturbó cuando sus alas cayeron a la tierra pecaminosa.
¡Dígales a los arqueros que apunten sus flechas!
Él su fe perdió… llamen a su salvador.
Su deseo y hambre de carne humana le hizo perder su símbolo terrenal,
Su padre le arrancó las alas, del Edén lo expulsó y exilió al océano mortal. 
¡Dígales a los caballeros que afilen sus espadas!
Él su divinidad perdió… llamen a su salvador.
Las sombras lo persiguieron hasta que con sangre y fuego hizo su fúnebre guarida,
La soberbia gobernó su belleza y sabiduría hasta apagar el lucero del alba.
¡Dígales a los campesinos que saquen sus hachas!
Él su pureza perdió… llamen a su salvador.
De cabellos como el oro, con piel de cristal, rubíes en los ojos y de apariencia celestial, 
Arrastra a las débiles criaturas de su padre a pecar en sus colmillos y garras.
¡Dígales a los ángeles que desplieguen sus alas!
Él su alma perdió… llamen a su Dios.



Introducción.

La bóveda nocturna aparecía en el horizonte, dejándole la puerta abierta a los señores de la noche. La hora de alimentarse había llegado para las criaturas sin alma, esos entes que habitaban en la infernal dimensión de la que temen las mortales creaciones de Dios. 

Cuando el reloj marca las diez de la noche, las sombras se escapan de su fúnebre guarida para ir de caza en el mundo donde los siete pecados capitales invaden el alma de las perecederas presas, haciendo su sabor más exquisito y su carne más jugosa. 

En un sucio callejón de Seúl, Corea del Sur, la fantasmal luna llena alumbraba la estrecha estructura de piedra. El pestilente aroma a basura inundaba el pequeño lugar. Dentro de aquella cueva, unos suaves gemidos femeninos rompían el silencio nocturno al igual que la característica sinfonía del sexo.

-Ahhh… ahhh… oh, si… ¡Sí! 

El sonido de las carnes calientes chocando deleitaba el agudo oído de Asmodeo, danzando diabólicamente escuchando su canción favorita. 

La hembra mortal abría las piernas para que el grueso sexo de aquel macho, del que ni siquiera conocía su nombre, la embistiese hasta drogarla de lujuria, embriagarla de placer. Ese estado en el que el orgasmo hacía más deliciosos a los humanos. Su sangre se volvía más espesa y dulce, su piel más suave y su cuerpo flácido. Sus órganos más jugosos y sus huesos más crujientes. Mammon   había infestado el alma de Jessica en cuanto vio a ese magnífico hombre en la barra de Deluxe, una famosa discoteca. Hizo todo lo que su belleza le permitió para a atraer al perfecto hombre, que terminaría siendo su muerte segura. 

¿Cómo iba ella a saberlo? ¿Cómo iba a saber la ingenua alma que detrás de esa cautivadora máscara se escondía un sediento incubo?

La sensación de culminación del pecado original explotó en cada rincón del delicado cuerpo de la mujer. Pero el hambre a carne y sangre no desapareció en su compañero...

El monstruo clavó sus colmillos en el cuello de la hembra, desgarrando la carne a trozos. Sus afiladas garras traspasaron la débil barrera que era la blanca piel de la chica, y jaló su sangriento contenido para llevárselo a la boca. Los gritos desgarradores tomaron el lugar de los gemidos en la sádica canción. El suelo manchado de sangre, la mujer manchada de sangre, el demonio manchado de sangre. 

Metiendo las garras hasta llegar al corazón de la hembra, quien abrió los ojos al sentir el intenso dolor, el señor de la noche lo arrancó para devorarlo de un solo bocado. Lo último que la mirada cristalina de la mujer pudo ver, fueron un par de sangrientas pupilas, unas garras arrancarle la carne, unos colmillos devorarla viva… un demonio. La castaña joven, de tan sólo veinte años, cerró los ojos para que su alma abandonara el cuerpo mortal y dejar que el feroz nigromante se diera un exquisito festín.

Arrancando la piel a tiras, devorando los órganos, destrozando los huesos y bebiendo la sangre como si se tratase del más delicioso vino. De la pobre mujer sólo quedaron unos cuantos cabellos y su ropa hecha pedazos. El resto yacía en el estómago del príncipe nocturno. 

El hambre de carne humana había cesado esta noche. Pero cada semana regresaba más salvaje e indomable. 

La voz ronca y sensual de aquel experto cazador perturbó el silencio reinante de ese 13 de junio de 2014 en el que la luna llena se posaba orgullosa en el manto estrellado. 

-Querido padre, -él dijo.- ¿estás orgulloso de mí? –La mirada carmín se perdió en lo más alto del cielo obscuro.- ¿Estás orgulloso de haberme creado? ¿No estás satisfecho con ver que uno de tus hijos se alimenta de sus hermanos? –Sonrió con burla.- ¿Acaso tu ángel negro no es bien recibido en su hogar por alimentarse de tus puros y castos humanos? Tu más perfecta creación…

El ángel caído miró la ropa ensangrentada de Jessica.

-Esta noche una de tus santas mujeres se me ofreció como la más put* del inframundo, querido padre. ¿No estás orgulloso de ellos? Los hiciste a tu perfecta imagen… -dijo con altanería. 

Se puso de pie y caminó fuera del callejón.

-He tenido tanto nombres… esta noche fui Albert Grape. –dijo mientras se alejaba del callejón pestilente.

Miró las luces de la cuidad, esta noche había llegado a Seúl y pretendía irse en una semana más. Jamás se quedaba más de un mes en el mismo sitio. 

-La próxima noche mi nombre será… 

Sus afilados colmillos se mostraron cuando su diabólica sonrisa se pintó en su perfecto rostro.

-Lee… 

Sus enormes alas de plumaje negro y cuernos en la cima se desplegaron, haciendo que las plumas se despeinen con cada soplo del viento de la noche fría.




-HyukJae.

"Hijo de hombre, entona una elegía sobre el rey de Tiro. Le dirás: Así dice el Señor Yahveh: Eras el sello de una obra maestra, lleno de sabiduría, acabado en belleza. En Edén estabas, en el jardín de Dios. Toda suerte de piedras preciosas formaban tu manto: rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, malaquita, esmeralda; en oro estaban labrados los aretes y pinjantes que llevabas, aderezados desde el día de tu creación. Querubín protector de alas desplegadas te había hecho yo, estabas en el monte santo de Dios, caminabas entre piedras de fuego. Fuiste perfecto en su conducta desde el día de tu creación, hasta el día en que se halló en ti iniquidad. Por la amplitud de tu comercio se ha llenado tu interior de violencia, y has pecado. Y yo te he degradado del monte de Dios, y te he eliminado, querubín protector, de en medio de las piedras de fuego. Tu corazón se ha pagado de tu belleza, has corrompido tu sabiduría por causa de tu esplendor. Yo te he precipitado en tierra, te he expuesto como espectáculo a los reyes. Por la multitud de tus culpas por la inmoralidad de tu comercio, has profanado tus santuarios. Y yo he sacado de ti mismo el fuego que te ha devorado; te he reducido a ceniza sobre la tierra, a los ojos de todos los que te miraban. Todos los pueblos que te conocían están pasmados por ti. Eres un objeto de espanto, y has desaparecido para siempre." 

Diabolica Tentación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora