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-Capitulo 3-

Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.

Santiago 1:13-15


DongHae había literalmente devorado su desayuno con tal de terminar lo más pronto posible y salir como bala al bosque. La noche pasada había sido un sueño, un sueño que quería repetir una vez más. Algo dentro de él exigía estar con HyukJae, quería ver a su ángel de nuevo. Estar entre sus brazos, entre sus cálidas alas y acurrucarse como cachorro en su pecho.

La enorme pluma negra que estaba en su mueblecito, la había escondido debajo de la almohada. No quería que su tío o SiWon la encontraran y comenzaran a interrogarle. No quería que le prohibieran ver a HyukJae. Eso era otra cosa que Hae aun no entendía, ¿Por qué si Hyuk era su ángel guardián sentía que no debería de estar con él? Había algo extraño que le decía que no estaba bien verlo, ¿pero qué importaba? El rubio era su ángel y su ángel jamás le mentiría.

El azabache trepó olímpicamente las escaleras, llevándose una riña por parte de su tío. Pero tampoco le importaba. Sólo quería ponerse de una vez su chamarra, su gorro y sus tenis para ir de nuevo al bosque con HyukJae. Una vez estando bien abrigado para enfrentar el frio, el humano avisó a su tío dónde iba a estar y salió corriendo hacia el bosque.

Eran las 08:30 de la mañana y los rayos del sol apenas y tocaban la nieve reinante en el bosque. Hae supuso que su ángel ya debería de estar ahí en donde se habían visto el día pasado. Cuando Hae llegó a esa parte del bosque, no había ni un alma. Se acercó hacia el rio y se sentó en la roca donde le gustaba dibujar sus cuadros.

Los minutos pasaban y pasaban y DongHae seguía esperando a su guapo rubio. ¿Será que había llegado muy temprano? ¿Hyuk ya no quería ser su ángel guardián? La sola idea de que su ángel lo abandonara entristeció al niño. ¿Había hecho algo mal la noche pasada?

Los pinos se agitaron cuando una ventisca azotó contra ellos y el mismo sonido como de una parvada se escuchó. Antes de que DongHae pudiera ver a sus espaldas al causante de tales acciones, su cuerpo estaba en los aires. El azabache gritó y cerró fuertemente los ojos cuando sintió que su cuerpo abandonaba la tierra. ¿Qué estaba pasando? ¿Volaba? ¿Podía volar? ¡Oh, cielos! El aire mañanero despeinaba los pocos cabellos azabaches que salían del gorrito tejido del niño y acariciaba la única parte de piel expuesta que tenía, la de su rostro. Con mucha lentitud, Hae fue abriendo los ojos y grande fue su sorpresa al encontrar unos fuertes brazos cargándolo como si fuera una princesa, un pecho musculoso pegado a su rostro y unas enormes alas negras danzando al compás del viento mañanero. El niño alzó la mirada y se encontró con la escultura más sensual y atractiva de todo el mundo.

-¡Hyuk! -los ojos del niño brillaron. ¡Oh, cielos! El ángel volaba con él en sus brazos. ¿Cuántas veces no había soñado con estar entre las nubes? En lo más alto del cielo.
-Buen día, mi pequeño. -HyukJae miró con devoción el sonriente rostro de su humano. Ese gorrito tejido le hacía ver aun más infantil. ¡Era preciosa la belleza de DongHae! -¿Te gusta volar?
-¡Sí, me gusta mucho! -asintió el azabache. DongHae se colgó del cuello de su ángel rubio y miró hacia abajo. ¡Wow, todo se veía tan pequeño! ¿Tan alto se encontraba? -¡Me gusta volar contigo, Hyukie!

"¿Hyukie? que apodo tan infantil", pensó el demonio. Pero, ¿acaso le importaba? DongHae podía llamarlo como quisiera e igual no le molestaría en absoluto. Tomó más firmemente a su niño quien miraba con la más intensa emoción y alegría hacia el cielo.

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