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Capítulo 9.


El alma que pecare, esa morirá: el hijo no llevará por el pecado del padre, ni el padre llevará por el pecado del hijo: la justicia del justo será sobre él, y la impiedad el impío será sobre él.

Ezequiel 18:20: 20

JungSoo volaba hacia un callejón de Corea del Sur. Nunca en su vida había cuidado de nadie más que de él mismo. No sabía cómo rayos le iba a hacer para criar a un hijo de Adán. Eran tan débiles, tan frágiles, que tenía miedo de que el niño no pasara siquiera de la noche a su lado. Pero tenía que intentarlo. El Padre le había dado una importante tarea y era su deber cumplirla.

El arcángel pisó suelo terrestre, la mugre y el aroma a basura del callejón le causó arcadas. ¿Por qué el Padre había mandado aquí a su hijo habiendo tantos lugares menos asquerosos? Él no entendía muchas de las decisiones de su Padre, pero tampoco blasfemaba en contra de ellas. Sólo se limitaba a obedecer.

Pero, muchas veces, uno le da al Señor lo que quiere, y no lo que necesita.
El llanto de la criatura llamó su atención y caminó en esa dirección. Ahí, entre unas sabanas limpias, lo único limpio en ese lugar, estaba un pequeño azabache recién nacido. JungSoo, nombre que le había dado el Padre para su misión, se acercó hacia el pequeño humano y lo tomó en brazos.

Una mirada cargada en cariño formaron los ojos de JungSoo al ver la hermosa carita del niño. El llanto cesó cuando el menor sintió la protección que le daban los brazos de JungSoo. El arcángel se emocionó. Sus alas se agitaron cuando la alegría llenó su corazón.

-Hola, cielito... -dijo en susurros el rubio oscuro acariciando la suave pielecita del bebé con sus dedos.- aquí huele mal, ¿verdad DongHae?, pequeño DongHae. -el bebé no despegó ni un solo momento su mirada casta de la del arcángel, enloqueciendo de amor su corazón. Era una bella criatura, preciosa y linda. JungSoo sonrió al ver los gestos que hacia DongHae con su pequeña boquita. - ¡Oh, tan lindo! Eres una belleza, cielito. Vamos, Hae. Vamos a nuestro nuevo hogar.

JungSoo rio cuando un infantil "abuuu" salió de los labios de DongHae. Besó la frente del menor, comprobando la suavidad en su piel. En realidad, ese niño era más que sólo bello. Su piel era tan blanca, sus ojos brillantes en color chocolate y su cabello castaño.

Desplegando sus blancas alas, el rubio emprendió el vuelo hacia un lugar en el bosque. El Padre, antes de partir, le había dado la ubicación del niño y la del hogar en el que sería criado por Gabriel. JungSoo.

-¡Wow! -dijo sorprendido JungSoo al ver la hermosa casa hogareña. -esto es mucho mejor que ese pestilente callejón, ¿no crees, DongHae? -el menor sólo chupada su puño. -Oh, cielito, no chupes tus manos. Adentro hay comida, vamos a darte de comer.

Una vez adentro, JungSoo miró todo a su alrededor. A pesar de que no sabía cómo usar gran parte de las cosas aunque conocía sus nombres, JungSoo pudo apostar sus alas a que ese enorme aparato blanco era el refrigerador y que adentro de él había leche para el pequeño DongHae.

-Bien... -colocó a Hae sobre el sillón y se dirigió a la cocina. Abrió el refrigerador, había mucha comida adentro, JungSoo pensó que todo se veía delicioso.

Antes de llegar a la tierra, había escuchado consejos de varias hembras con respecto a la leche en polvo. JungSoo sacó una notita de su suéter. Paso a paso fue sacando los ingredientes para darle una rica cena a DongHae. Buscó el biberón, agua, leche en polvo y una olla para calentar la leche. Quince minutos después, un hambriento DongHae comenzó a llorar exigiendo algo de comer.

-¡Oh, amorcito! No llores, la cena está en camino.

Más rápido que un rayo, JungSoo comprobó la temperatura del líquido. Bien. Vertió la leche en el biberón. Correcto. Corrió hacia el sillón y tomó al menor en brazos. Perfecto. Le dio a beber a DongHae su leche y, cuando vio que gustoso la bebía, el arcángel se sintió realizado. ¡Excelente! Al menos ahora sabía hacer leche para criar a DongHae. El niño no moriría de hambre.

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