Capitulo 12

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Era natural que los nacidos con magia tuvieran vidas longevas así que tanto Merlín como Shakespeare conservaban una apariencia relativamente fresca aun cuando sus edades sobrepasaban los 700 años.

El mago de las flores y el guardián del destino jamás pensaron que la situación en la que se verían involucrados los dejaría acorralados. Vivir ocultos y condenados a permanecer en tierra santa para evitar ser asesinados por Lizrich no era realmente vida, especialmente cuando tenían un terreno limitado sobre el cual moverse.

Los problemas habían comenzado mucho tiempo atrás en Elinor, una pequeña ciudad al norte del valle Ependor donde Shakespeare vivía con su sobrina. Para ese tiempo el hombre de cabellos castaños aún no se daba cuenta de que sus poderes estaban creciendo poco a poco. Él quería ser un famoso dramaturgo, solía escribir las historias de sus sueños sin saber que muchos de sus escritos eran profecías de un futuro distante.

Se dio cuenta de sus poderes de predicción cuando ya fue demasiado tarde.

Tuvo un terrible sueño en el cual su hermana acompañaría a su esposo en un viaje de negocios y posteriormente fallecería con su marido luego de que su carruaje cayera por un barranco. Por supuesto que en su momento le restó importancia, cuando su hermana le informó que debía partir hacia Camelot y le pidió cuidar de su hija tuvo un mal presentimiento.

El sueño se presentó de nuevo.

Un par de días después confirmó sus más terribles sospechas.

Shakespeare no quería pensar más en lo que había sucedido, se convenció a si mismo de que aquello fue una coincidencia, una terrible y desafortunada coincidencia, pero por dentro se culpaba del accidente pensando que pudo haber detenido a su hermana. Aunque no quisiera aceptarlo sus sueños habían sido visiones. Su sobrina, Atalanta dependida de él y aunque no tenía ni idea de cómo criar a una niña, la cuido como si fuera su hija.

Los años pasaron y Shakespaeare seguía sin poder detener sus visiones, cada vez que pensaba que se había librado de ellas estas volvían como dándole una bofetada. Su don se volvió tan tortuoso que a veces no podía distinguir la realidad de sus sueños. Comenzó a confirmar que todo lo que predecía sucedía en algún lugar por lo cual las historias que abordaban su mente podrían o pudieron haber sucedido. Fue entonces cuando empezó a registrar todos los hechos escribiéndolos en el libro de las profecías, documentarlos era lo único que le daba cierto alivio.

Consultó muchos escritos antiguos tratando de quitarse el poder de ver el futuro y encontró una manera de oficiar un ritual que le permitiera sellar su magia. Cuando pensó que finalmente se había librado de su poder un sueño le demostró lo equivocado que estaba sin saber que aprendería lo peligroso que era jugar con el destino.

En la visión Atalanta caía un pozo negro emergiendo como una versión oscura de sí misma generando caos y miseria por todo el reino hasta finalmente enfrentarse a la princesa de Nilonia, Medea, con quien entablaría una terrible batalla que terminaría con la muerte de la princesa y Atalanta gravemente herida llegando a su refugio solo para ser asesinada por una mujer de cabellos blancos y ojos carmesí.

Alterado, Shakespeare no perdió oportunidad para tratar de evitar tan cruel destino y sin darle motivos a Atalanta, llevo a la adolescente a un viaje sin rumbo fijo pensando que alejarse de Nilonia era la solución. Sus acciones fueron lo que llamaron la atención de Lizrich, quien había despertado de su letargo cuando fue consiente de la existencia de Atalanta y una poderosa magia descendiendo de las montañas.

Sin que el guardián del destino pudiera evitarlo, su sobrina le fue arrebatada por soldados del imperio quienes la llevaron ante el consejo de ancianos de Nilonia. Atalanta no entendía que estaba sucediendo, los sabios ancianos se disculparon antes de que un portal se abriera debajo de ella y cayera hacia algún lugar desconocido, antes de que la chica se diera cuenta todo era negro.

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