6. Se acabó

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  Después de la clase de literatura, el día transcurrió normal, no había llegado a cruzar miradas con Díaz, y me alegraba por ello. Lo había visto unas dos veces, una en el pasillo y una en la cafetería.

Acabaron las clases y me fui a casa, el cielo se había nublado demasiado, apostaba porque iba a llover así que mejor me daba prisa. Corrí por las calles de Londres lo más rápido que pude para que la lluvia no me alcanzara, pero como no, no tardó en alcanzarme. Divisé un callejón a lo lejos, que para mi suerte tenía techo, o algo parecido, el caso es que ahí podía evitarme un resfriado.

No me hacía mucha gracia lo de meterme en un callejón, pero era eso o un resfriado. Me adentré en aquel callejón, estaba bastante oscuro, sucio y olía mal. Me senté en el suelo, encima de una caja y saqué mi móvil. Mis amigas me habían llamado unas siete veces cada una, seguramente estarían preocupadas, ya que no me había despedido de ellas. Les mandé un mensaje a cada una diciendo que estaba bien y que no se preocuparan, que me había ido sin despedirme porque tenía prisa. Mentira. Y bien grande. Me había ido rápido para no ver a Díaz.

La lluvia no cesaba, ya me había planteado salir corriendo a casa, pero no quería ponerme enferma.

Tras unos cuantos minutos, que para mi parecieron horas, escuché un sonido a lo lejos. Maldita sea mi curiosidad. Me levanté y fui a ver lo que era. No me había dado cuenta de que el callejón seguía girando hacía la derecha. Asomé un poco la cabeza. No tendría que haberlo hecho. Vi a un hombre, si es que se le podía llamar así, ya que después de unos segundos se transformó en una criatura increíblemente horrible. “QUE DEMONIOS ERA ESO”, me repetía en mi interior. Tenía unas increíbles alas blancas, pero un cuerpo deforme, incluida la cara. Podía distinguir entre las sombras unos ojos increíblemente azules y enfrente de aquella monstruosidad, a un hombre no muy mayor, de unos treinta años, solo que se encontraba en muy mal estado. Tenía sangre en la ceja y el labio partido además de muchas más heridas que no distinguía muy bien, por la oscuridad. Los nudillos del monstruo estaban manchados con sangre del muchacho.

Tenía que marcharme de ahí. Empecé a caminar hacia atrás, pero antes de conseguir salir sin hacer ningún ruido, pise un palo y este es rompió, provocando así un fuerte sonido que hico eco por todo el callejón. “Mierda”, giré un poco la cabeza. Aquel monstruo se había percatado de que yo estaba allí y venía con pasos firmes, directo hacia mí.

Correr eso fue lo que hice. Corrí tan rápido como nunca lo había hecho, pero mis piernas no muy largas, no ayudaban en ello. Tras unas calles empecé a pensar que lo había perdido y bajé el ritmo. Pero no, no lo había hecho, aquella cosa horrible apareció justo en frente de mí y levantó una de sus garras con uñas bien afiladas.

“Se acabó”, me dije y cerré los ojos bien fuerte esperando a que mi fin llegase.

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