Primer lluvia

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-Minnie.- Llamé mientras servía el tazón de alimento para gatos y lo colocaba encima del petril de la cocina, justo al lado del jarrón de porcelana que en algún momento cuidó de las bonitas flores que el dueño del gato -y de mi corazón- traía por las tardes de los días jueves de cada semana.

El felino meneó su cola de un lado para otro y estiró su cuerpo lentamente, exhalando un bostezo profundo mientras se dignaba a caminar, después a dar un salto sobre el banco y finalmente otro al pretil.
Aún no podía entender cómo es que Jimin adoraba a este gato, es perezoso, malhumorado, muy consentido ¡Come en la misma barra dónde yo solía comer! Y rasguña todo a su alcance. "Se parece a ti, Hyung" decía con las mejillas abultadas, resultado de una sonrisa esanchada, provocando que sus hermosos ojos color café americano se volviesen una línea curveada.

Dejé escapar un suspiro afligido ante su recuerdo. No, está no es una historia sacada de un cuento de hadas ni mucho menos tendrá un final feliz. Tendré suerte si la conclusión de esta comedia dramática termina lo más pronto posible.

El destino puso en mi camino al más hermoso omega que jamás existió, tanto física como intelectual y emocionalmente hablando. Su cabello rubio esponjoso caía en suaves rizos sin fuerza por su frente, su piel lechosa asemejaba a una taza de cálido café hecho a base de leche, dando un tono casi blanco al líquido. Sus manos y pies eran pequeños, pareciera que el creador del universo y la vida misma se hubiese esforzado de sobremanera creando cada parte de su cuerpo, con sumo cuidado y detalle. Jimin era más hermoso que cualquier escultura neoclasisita y barroca. ¡A decir verdad era más hermoso que cualquier arte! ¡Jimin por si sólo era arte y estaba por encima de todos las demás! Él era mi musa, mi inspiración, mis sueños, mi alegría, mi más grande tesoro. ¿Qué si era guapo? ¡Por el amor de Dios! Era el chico más hermoso que mis ojos hayan visto jamás. La gente siempre era espectadora de su belleza en las calles, se quedaban admirándole incluso inconscientemente, más de alguna vez me sentí temeroso. Yo a su lado era un costal de papas, sin chiste alguno. "¿De qué hablas, Yoongi? ¡Eres el alfa más atractivo de todo el país! ¡Incluso del mundo!" Sus palabras siempre me avergonzaban y subían en forma de sonrojo hasta mis orejas. "Además, no hay de qué preocuparse. Eres mi destino, no existe manera en la que te deje de amar".

Tallé mi rostro con ambas manos frustrado. Mis ojos habían comenzando a aguarse con el recuerdo de mi amado, arrebaté las tracioneras lágrimas antes de que se deslizaran por mis mejillas y sorbí la nariz.

Eché un último vistazo al gato. Comía unas dos o tres croquetas para después lanzarme una mirada profunda con sus enormes y dilatados ojos que eran producto de la noche y las pocas luces encendidas en mi departamento. Sentí un escalofrío recorrer mi espina dorsal ante tan potente contacto visual acompañado de un chillido desanimado de mi lobo.
Negué con la cabeza en desesperación. ¿Cómo se volvía posible que un alfa estuviese intimidado ante un gato casero que además era gordo ya que fue esterilizado en cuanto el veterinario dictó que tenía la edad suficiente para proceder la cirugía?

Cubrí mis ojos con las palmas de mi mano y dejé que la salinidad que estaba reteniendo con tanto empeño fuese liberada, acompañada de hipidos y gritos ahogados que mi garganta hecha nudo se negaba a soltar libremente. Sentía que me ahogaba, mi pecho dolía y podría casi jurar que quemaba como un incendio que no podía ser apaciguado aún con todos los bomberos de toda la ciudad reunidos.

La respuesta era simple; mi lobo y yo lo sabíamos a la perfección. Incluso nuestro físico lo demostraba. El humano sufría de noches llenas de insomnio, las ojeras en tono violaceo debajo de sus ojos, volviéndose más y más intensas con forme las horas sin dormir se volvían días y esos días se volvían semanas. Podía cerrar los ojos al rededor de veinte minutos y después su recuerdo me azotaba como balde de agua fría en invierno, rindiéndome, dejé de esforzarme por descansar y ahora mi existencia se dedicaba a meramente existir en cuanto las estrellas comenzaban a tintinear en lo más alto del cielo. " Tan inalcanzables" pensaba al observarlas por la ventana con el cuerpo recostado en mi lado de la cama, intentando ignorar el hecho de su inmensidad al estar en solitario.
El apetito desapareció de mi sistema, había bajado alrededor de quince kilos, incluso la ropa más pequeña que tenía, aquella que solía usar en mi adolescencia antes de presentarme, comenzaba a quedar grande. Mis amigos, preocupados por mi, solían traer comida cada cierto tiempo, surtían la alacena con alguna tarjeta de crédito a mi nombre y se encargaban de preparar el que solía ser mi platillo favorito. Y tal vez sus esfuerzos no serían banos de no ser porque mi lengua perdió el sentido del gusto y mi cerebro me repetía una y otra vez la imagen de Jimin en la cocina quejándose del poco espacio que esta tenía para poder moverse a su antojo de un lado a otro.
Mi piel comenzó a volverse más blanca de lo que solía ser, los doctores aseguraban que era la falta de proteína y hierro, recomendándome así un par de frascos de pastillas que prometían mejorar el sentir físico tanto de mi lobo como el mío. Sin embargo ¿realmente deseaba sentirme mejor? ¡Por favor! Lo único que quiero es que esto termine de una vez, ya no puedo mantenerme de pie. Mis rodillas chocando con la fría madera en el suelo de mi departamento lo comprueban. Mi cuerpo encorvándose sobre si mismo hasta adoptar posición fetal mientras mi único soporte es la estructura de cemento y madera del pretil está pidiendo a gritos que el sufrimiento pare.
El lobo, que antes era musculoso, había perdido incluso las fuerzas para menear el rabo. Vivía afligido dentro de mi, con las orejas gachas y mirada perdida. Su pelaje, el cual solía relucir con la luz de la luna y era tan suave que se me movía con las brisas del verano, se había vuelto opaco, sin gracia, incluso rasposo. El deterioro emocional habia logrado impregnarse en nosotros de tal manera que nos estaba consumiendo de la manera más lenta y tortuosa que podía existir.

-Estamos muriendo porque él ya no está más aquí.- Susurré con apenas un hilo de voz, escupiendo las palabras con odio, con desconsuelo.

Minnie bajó de donde se encontraba y en un abrir y cerrar de ojos ya se encontraba a un lado mío, restregando su cabeza contra una de mis pantorrillas intentando consolarme.

-Hey... ¿también tu? -logré esforzar una sonrisa deshecha para el felino de pelaje largo con manchas anaranjadas mientras apartaba una de mis manos de mi rostro y la dirigíaal suyo, para proporcionar un par de mimos.

I don't like cats ‹ ✨ Yoonmin ✨ › ×Omegaverse×Donde viven las historias. Descúbrelo ahora