•12•

762 35 0
                                    

Una luz brillaba con bastante intensidad sobre ella. No recuerda en qué momento fue que llegaron ahí, pero se sentía aliviada al notar la silueta de Tooth y Norte.
Lo último que sabe es que gastó sus energías, casi al límite, y que Pitch no se volvió a aparecer.

Tocó su vientre inconscientemente y se sorprendió al sentirlo plano. El miedo recorrió todo su cuerpo y su imaginación comenzó su trabajo.
Se levantó de un golpe y gritó desesperada por él\ella. Quería saber cómo estaba y qué demonios había pasado.

—Has estado inconsciente una semana. Tuvimos que hacer cesárea, ya que Elsa seguía consumiendo energía que no tenías; pudiste haber muerto.

—¿Elsa? ¿Es niña?

—Sí, una fuerte y saludable niña.

—Quiero verla, tengo que verla.

Norte desconectó todo lo que estaba unido a ella, y juntos le ayudaron a apoyarse en el suelo. Tardó un par de minutos en conseguir tener equilibrio por sí sola, pero al final se adelantó a paso rápido hacia su bebé.
Tenía la necesidad de ella misma verificar que todo estuviese en orden.

—¡Jack!

Se detuvo al verle, él cargaba tranquilamente a su hija mientras tarareaba una canción. Debió estarla cuidando él sólo, por eso es que están tan unidos.
Él levantó el rostro, encontrándose con su esposa, parecía que todo estaba en orden, pero no dudó en ir corriendo hacia ella para abrazarla, cuidando de no aplastar a Elsa.

Había sentido su mundo destruirse cuando le dieron la noticia de que posiblemente no soportaría mucho tiempo, pero tuvo fe y confió en la fortaleza de su chica. No existía nadie más quien la conociese más que su amado esposo, y éste estaba seguro de que sobreviviría.

De todas maneras, no pudo evitar soltar el peso de sus hombros al verle despierta. Ya tenía la necesidad de apretujar esa delgada cintura en sus brazos y oler aquel dulce aroma que desprendía.

Alguien comenzó a moverse incómoda conforme pasaban los minutos, los padres primerizos sonrieron al voltear con su pequeña. Elsa abrió sus diminutos ojos y no los alejó de la rubia; su madre quedó encantada al notarlos azules, como los de Jack.

Soltó un quejido y su ceño se frunció, y el llanto se hizo presente.

—Quizá quiera que la cargues.

No lo dudó y la tomó en sus brazos, Elsa se calló al instante y relajó su semblante. Había encontrado un refugio que la hacía sentir protegida de todo mal; los brazos de su madre.

Ahora Rapunzel comenzó a llorar, en silencio y con la mirada de su hija puesta en ella. La bebé estiró sus bracitos, queriendo tocarla.

—Mamá está aquí, dulzura. Mamá no volverá a irse.

Elsa comenzó a reír, incluso parecía que sí le había entendido.

—Te amamos, princesa.

BabyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora