Habían pasado cuatro días desde que Amir llego al palacio y todavía sus heridas no habían sanado. Harold hizo una visita ayer para ver cómo estaba y confirmó lo que mi padre temía, todavía no estaba sano. Es algo obvio, algunas de sus heridas eran profundas por lo cual no iban a sanar de un día para otro, pero mi padre está desesperado y quiere que se valla lo más pronto posible.
En estos cuatro días no he podido estar mucho tiempo con Amir porque mi padre está al pendiente de todo y además sus guardias no me dejan pasar. Sé por Elena que está comiendo bien y se está recuperando como es debido. Me alegra mucho saber eso pero mi curiosidad me obliga a ir donde él. Ya es de noche y tal vez podría colarme a su habitación.
Salgo de mi habitación y camino despacio hacia las escaleras. Cuando ya las he bajado, camino hacia la habitación de huéspedes donde está Amir. Los guardias están dormidos en unas sillas al lado de la puerta. Camino hacia ella y la abro con cuidado de no hacer ruido. Al entrar la habitación está a oscuras, pero logró ver el bulto bajo las sabanas gracias a la poca luz de la luna. Camino hacia él y me siento en la silla que está al lado de su cama.
Lo observo dormir y por una extraña razón logro sentir. Siento que su presencia me llama, algo absurdo lo sé. Desde pequeña soy consciente de mi incapacidad de sentir. Sé la historia detrás de eso, pero eso no me ha detenido, siempre trato de velar por el bien de las personas. Mi madre dice que mi naturaleza es ser malévola pero yo no lo veo así, no quiero ser así.
El movimiento de las sabanas me hace volver a la realidad. Veo cómo Amir se mueve y abre sus ojos, está mirando hacia el techo por lo que deduzco que no se ha dado cuenta de mi presencia. Me quedo observándolo y veo cómo aparece una sonrisa en su rostro. No sé porqué, pero también sonrío.
—No dejo de pensar que te gusto, siempre me estás mirando.— dice sorprendiéndome.
—Eso no significa que me gustas.— conteste
— ¿Qué haces aquí?, pensé que no podías entrar.
—No puedo entrar, pero quería ver cómo estabas.
—¿Y los guardias?— preguntó, al parecer no quiere mi presencia aquí.
—Están durmiendo, pero si quieres que me vaya...
—No quiero que te vallas. Lo que pasa es que no quiero que tengas problemas por mi culpa. Ya haz hecho demasiado por mí.— parece que se sentía culpable de la actitud de mi padre, pero lo cierto es que a pesar de ser buen padre siempre tiene esa actitud.
—No me has causado ningún problema. No te preocupes por eso.— le aseguro para que deje de preocuparse.
— A veces pienso que eres demasiado buena.
—¿Por qué dices eso?
—De donde vengo las cosas son difíciles y las personas no siempre son tal serviciales.
—Bueno pues... de donde vengo tampoco. Yo decidí ser así.
—Yo no tengo opción.— contestó con pesar.
—Siempre hay opción.
—Morir no es una opción...
No pude contestar a sus palabras salieron con tanta tristeza que no pude decir nada. Él se veía destrozado, y pensé que tal vez yo pudiera cambiar eso. Por alguna extraña razón sentía sus penas y no era nada agradable.
Se giró y no dijo nada sólo me miraba. Sus ojos trasmitían lo roto que él estaba y no me gustó para nada ver eso.
—Déjame ayudarte— le pedí.
—No puedes ayudarme.
—A tu lado puedo sentir, no creo que entiendas pero eso es importante para mi por lo tanto eres importante.— trate de darle una sonrisa pero creo que salió una mueca.
Él sonrió y sus ojos brillaron, se veía hermoso.
—Mi abuela tenía razón.— dijo, yo obviamente no logré entender.
—¿Tú abuela?
—" Si el corazón logra sentir la maldición estará rota. " Esas fueron sus palabras exactas antes de morir, no creí que fuera a pasar.
Y en ese momento mi mente quedó en blanco.
¿Él hablaba de mí? Acaso... podría ser cierto.
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Dios salve a la reina
General FictionD I O S S A L V E A L A R E I N A Había una vez una reina codiciosa, muy codiciosa, su nivel de codicia la llevó a robarle el esposo a una poderosa bruja porque ella estaba enamorada de él. Por esto, la bruja desató todo su furia en ella y maldi...