Capítulo 9

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Amir McCormarck

Salgo del palacio y camino hacia el jardín justo donde Laia me encontró. Miro hacia atrás y allí está ella mirando por la ventana. Me voy confiando en que estará bien. Me adentro al bosque y me dirijo hacia la casa de mi familia. La distancia es aproximadamente una hora caminando.

Respiro hondo varías veces cuando ya estoy cerca. Mi familia no siempre fue así de desquiciada. Todo empeoró cuando murió mi abuela, ella era nuestro pilar. Siempre nos decía que confiáramos unos en los otros y que permaneciéramos juntos. También recuerdo sus consejos. Uno de los que siempre nos repetía era que pensáramos dos veces antes de usar la magia con el fin de hacer daño. A ella nunca le gustó que usáramos magia y mucho menos si era para algo tan malo como la utilizo mi bisabuela. Luego de su muerte mi familia se cegó por el dolor y la furia. Siguiendo así los pasos de mi bisabuela.

La gran casa se deja ver entre los árboles y los nervios llegan aún más fuertes. Tengo que hacer que ellos recapaciten y que volvamos a ser la familia de antes. Subo las escaleras de la entrada y me detengo unos instantes en la puerta. Respiro profundamente y abro la puerta. Me recibe mi prima Karen con los brazos cruzados.

—¿Qué haces aquí?— pregunta con un tono de voz nada amigable.

—Vengo a hacer magia.— contesto burlón. Ella alza una de sus cejas y sonríe de lado.

—¿Vas a ayudarnos con la venganza?

—Voy a hacer algo mejor.

—¿Cómo qué?— pregunta asombrada porque yo me muestre accesible. Lo cierto es que acabar con una venganza que solo traerá mal es mucho mejor pero claro eso no se lo voy a decir.

—Es secreto.

Ella aún confundida se da la vuelta y se va a la sala. Al parecer todo mi familia está allí y atentos a nuestra conversación, lo que es mejor porque así no tengo que repetir las cosas. Camino hacia la sala y me detengo en el medio de está. Le sonrío a mi familia como si nunca me hubieran echo daño y todo siguiera como antes. Pero rápidamente se va la sonrisa cuando no veo a mi papá en la sala. Frunzo las cejas y pregunto.

—¿Dónde está mi papá?— todos se miran entre sí. Al final mi tía Cristina se levanta del sofá y camina hacia mi, coloca sus manos en mis hombre y dice.

—Él enfermó, está arriba en su cuarto.— asiento, me doy la vuelta, subo las escaleras y camino hacia la habitación de mi padre. Al llegar la abro y lo encuentro en la cama.

—Papá— digo en un susurro. Él abre sus ojos y me mira, sonríe y luego lleva su mano hacia su pecho.

—Creo que le pedí tanto a tu madre que te traerá que al final me lo cumplió.— dijo, sonrío y camino hacia el sentándome en el borde de la cama.

—Por qué aún no estás mejor, somos magos se les olvida.

—Quería que tú me curarás, eres el único que no tiene sentimientos negativos en esta familia. Los sentimientos negativos influyen mucho a la hora de usar magia.

—Sabes que hace tiempo no uso la magia. No sé qué pasaría.— digo con evidente preocupación.

—Nada malo pasará, eres el mejor de nosotros.

—¿Estás de acuerdo con la venganza?— le preguntó

—No desde que soñé con tu abuela, algo en mi cambio. Sentí como todo lo malo se fue y me siento en paz.— dijo sorprendiéndome. Yo por mi parte sólo pude sonreír al darme cuenta de que eso era lo que necesitaba.

Sin nada más que decir me concentro en lo que voy a hacer. Respiro hondo y dejo mi mente en blanco. Muevo mi mano derecha hacia el pecho de mi padre y segundos después siento la corriente de energía correr por mis venas. De mi mano sale en resplandor color blanco y solo dura poco tiempo antes de que se vaya y mi padre de un suspiro.

—Gracias— dice mi padre

—Gracias a ti por darme la solución.— él sin entender la razón por la que digo eso frunce sus cejas. No digo más nada y salgo de la habitación.

Bajo las escaleras y camino nuevamente hacia la sala. Mi familia sigue allí y todos se paran al verme entrar. Les sonrío y digo.

—No se preocupen todo estará bien de ahora en adelante.— evidentemente ellos creen que hablo de mi padre pero no es la única razón.

Hazlo mi mano derecha y sólo pienso en mi abuela, en sus consejos, los buenos momentos en familia, el amor, la confianza, lo unidos que éramos antes de que mi abuela se fuera. Dejo salir todos esos pensamientos en forma de esferas azules traslúcidas que se adentran en el cuerpo de cada uno de los integrantes de mi familia. Sus cuerpos caen al piso y yo dejo salir un suspiro de alivio. Cuando ellos se levanten estoy seguro de que su afán de venganza y maldad se irá. Sonrío porque sé que las cosas irán bien.

Dios salve a la reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora