Capítulo 2

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A la hora de la cena le pedí a Elena que le llevara a el huésped la comida a la habitación. Mientras que mis padres y yo comíamos en el comedor.

—Tu madre me hablo del muchacho, sólo se quedará hasta que se recupere. Tendrá a guardias en la puerta y no saldrá de la habitación.—dijo mi padre con voz autoritaria.

—Esta bien, gracias— le sonreí

Terminamos de comer y ellos se fueron a su habitación. Yo en cambio camine hacia la habitación de huéspedes. Cuando llegue abrí la puerta y me encontré con el hombre dormido. Me senté en una silla que estaba al lado de la cama. Lo observé hasta que lo vi moverse. Se movió hacia mi dirección y entre abrió los ojos. Pensé que no me había visto, pero me equivoqué.

—Voy a pensar que te gusto si sigues mirándome así—lo escuche decir, reí por su ocurrencia.

—Sólo quería saber si estabas bien, y saber tu nombre.

—Amir

—Lindo nombre.— dije sonriendo

—Sigo pensado que te gusto.—ahora sonríe él

—No es cierto, sólo me preocupo por los demás.

—No creo que sea correcto que estés aquí.—dijo sorprendiéndome.

—¿Por qué lo dices?—pregunte extrañada

—Tu padre me hizo una visita, me dijo que no me acerqué a ti y que me recupere lo más pronto posible para irme después.

—Si bueno... él suele ser directo. Y se preocupa mucho por mí.

—Es un buen padre, pude percibirlo.

—¿Cómo puedes percibir eso?

—No lo sé, sólo lo hago.

Lo miré durante unos minutos más y luego se quedó dormido nuevamente. Posiblemente esté cansado y yo aquí molestándolo. Me marche a mi habitación, me di una larga ducha y me acosté a dormir.

Me desperté con un ruido que venía de la planta baja. Se escuchaban gritos de varias personas a la vez. Claramente era de día por la claridad que había en la habitación. Salí de la cama y camine hacia el baño hice mis necesidades y lavé mis dientes. Me puse una bata de tela fina que no llegaba a ser traslúcida. Salí de mi cuarto y baje las escaleras, al final de las escaleras estaba Elena. Se veía preocupada, muy preocupada. Alzó su mirada hacia mí y pareció asustarse.

—Señorita, ¿qué hace despierta?— preguntó

—Escuche los gritos, ¿qué pasa?

En ese momento mi padre entra en mi campo de visión totalmente enojado.

—Al parecer alguien ha intentado entrar al palacio.—dijo en voz baja Elena

—Es culpa de ese muchacho, no lo quiero aquí.—dijo enojado mi padre, que al parecer también había escuchado a Elena.

—Pero él no se ha recuperado, no puede irse.—dije preocupada.

Mi padre me ignoró y se fue. Camine hacia la habitación de huéspedes. Amir estaba sentado en la cama y se notaba que había comido recientemente por la bandeja con platos vacíos que estaba a su lado.

—¿Cómo estás?

—He estado mejor—contestó cortante

—¿Esas personas te estaban buscando?

—Sí, por eso tengo que irme. Tu padre dejo claro que no me quiere aquí y que tu seguridad está sobre cualquier cosa.

—Pero todavía estás herido.

—Ya veré como me las arreglo, pero la próxima vez a lo mejor puedan lograr entrar y hacerle daño a alguien además de a mí.—dijo angustiado y notablemente impotente.

—Hay bastante seguridad en el palacio, no tienes que irte. ¿A dónde irías?

—No lo sé, a las montañas tal vez.

—Eso es aún más peligroso, te encontrarían más fácil. Aquí estarás bien.

—¿Por qué te importa tanto?

—Ya lo dije, me preocupo por los demás.

—Imagino que eso es bueno ¿verdad?, al fin y al cabo serás reina.

—Bueno... no tengo elección.—dije con pesar

—No tendrías porqué preocuparte estoy seguro de que serás una excelente reina.—dijo mostrándome una pequeña sonrisa.

—Gracias por el cumplido, pero no cambies de tema. Tu situación es seria.

—Sólo me quedaré hasta estar sano, más nada.— aseguró

—Eso es suficiente para mí.—le sonreí

Me marché de la habitación y camine hasta el comedor para desayunar. La única presente era mi madre que se veía angustiada.

—Buenos días, ¿Por qué esa cara?

—Me preocupas hija, ese muchacho no parece ser bueno.

—No lo conoces mamá.

—¿Y se supone que tú sí?

—No, pero...

—No hay peros, no lo conoces y punto. Podría ser cualquier persona.

—Pero no es cualquier persona hay algo diferente en él. Puedo sentirlo.

—Tú no sientes Laia, recuerda eso.—dijo con voz dura.

—Lo sé—susurre

Me fui del comedor sin desayunar y con un nudo en la garganta.

Se me había olvidado... yo era incapaz de sentir.

Dios salve a la reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora