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Ella se preparó para irse a la playa, más bien, preparó a Eve, su perra. Le puso una correa y se dirigieron juntas hasta su destino, que se encontraba a tan solo unas casas de donde vivía.

–Hola Sam– acarició al perro antes de sentarse al lado de Bruno–, te traje una amiga.

Le quitó la correa a Eve y esta se acercó enseguida al perro.

–¿Y no hay saludo para mí?– habló Bruno.

–Hola, chico desconocido– saludó alegre ella.

–Hola, chica desconocida– correspondió su saludo.

Ella no perdió el tiempo y se sentó al lado de él, en la arena.

–¿Cómo se llama tu perra?– preguntó Bruno.

–Everest, pero le digo Eve– la acarició una vez que se puso a su lado.

–Lindo nombre– dijo Bruno.

«Pero seguro que no tan lindo como el tuyo», pensó él.

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