Prólogo

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Tercera llamada. Tras pensárselo dos veces, Ana decidió finalmente coger el móvil. Y, efectivamente, al otro lado sonaba la voz de Mimi.

—Ya era hora, Banana.

—Lo siento, me has pillado en el baño. —mentía Ana— ¿Qué pasa?

—¿Tienes algo que hacer hoy? Hace tiempo que no nos vemos.

Ana dudó unos segundos.

—Tengo trabajo hasta tarde.

—Ana... —se escuchó un resoplido al otro lado— Llevamos dos semanas sin vernos.

—Lo sé, lo siento, he estado bastante ocupada con el tema del curro. En cuanto tenga un hueco te llamo y nos vemos, supongo... —dijo esto último en un susurro que Mimi logró escuchar.

Mimi sabía que algo no iba bien con Ana, sin embargo no quiso alargar la conversación y se despidió de ella.

—Bueno... ya nos veremos en otro momento, supongo... —dijo imitando lo que la canaria acababa de decir— Adiós.

—Nos vemos, Mimi.

Mierda.

Ana sabía que aquella conversación no le había sentado nada bien a Mimi. Habían pasado de verse todos los días a no verse en dos semanas y sabía que la rubia empezaba a sospechar que algo pasaba.

Pero las dos sabían perfectamente que el trabajo no era más que una excusa para no verse.

Lo cierto es que Ana había decidido alejarse de ella por un tiempo. ¿La razón? Estaba confundida, muy confundida por lo que Mimi le hacía sentir. Desde el primer momento supo que la rubia era una persona muy especial, lo que terminó de confirmar al darse cuenta de que lo que sentía con ella no era lo mismo que lo que sentía con otras amigas. Era algo mucho más fuerte, algo que cada vez iba a más.

¿Qué te pasa Ana? Si a ti siempre te han gustado los hombres.

Su subconsciente no dejaba de repetirle esa pregunta.

Ana, que se negaba a aceptar que estaba sintiendo algo más por una mujer —y vaya mujer— decidió alejarse de ella para aclarar su mente y tratar de confirmarse a sí misma que seguía siendo hetero —aunque de eso le quedaba más bien poco—.

Para ello no se le ocurrió otra cosa que salir cada noche a tirarse al primer hombre que pillase.

Una idea grandiosa, Anita.

El resultado solo consiguió confirmar lo evidente, que de hetero no le quedaba nada. A pesar de haber encontrado a hombres realmente atractivos, Ana no fue capaz de sacar a la rubia de sus pensamientos ni siquiera en el momento del clímax.

Pobre ilusa, asúmelo de una vez. Estás sintiendo algo más por una mujer, ya no hay vuelta atrás. ¿Qué tiene de malo?

Eran las dos de la mañana cuando se dio cuenta de que estaba haciendo todo mal. Sabía que no tenía posibilidades —o eso pensaba ella— con Mimi porque, aunque mantenían una relación muy especial, nunca podría llegar a nada más ya que, entre otras razones, la rubia últimamente le había hablado más de una vez de una chica que empezaba a llamarle la atención.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que había llegado a un punto en el que no podía vivir sin Mimi. Alejándose de ella solo lograba hacerse daño a sí misma y no solo eso, también estaba dañando a una Mimi que no tenía culpa de nada.

Así que, entre no tener nada o seguir manteniendo la amistad que habían tenido hasta el momento, Ana no dudó en elegir lo segundo. Estaría jodida al no poder estar con Mimi de la forma en la que quería, pero, al menos, podía seguir a su lado.

Ana conocía lo suficiente a Mimi como para saber que a esa hora seguiría despierta. Sin avisarla, se vistió con lo primero que encontró y se dirigió hacia su casa. Mimi apenas tardó en abrir en cuanto sonó el timbre.

—¿Qué haces aquí? —una Mimi un tanto extrañada y todavía vestida apareció tras la puerta.

—¿No querías verme?

Ana se acercó a darle un abrazo que apenas duró dos segundos.

—Claro, pero, por lo que se ve, tú no.

Mimi lucía bastante seria.

—Venga ya Mimi, encima de que hago un esfuerzo por venir a verte cuando debería estar durmiendo —decía Ana, divertida.

—¿Esfuerzo? —dejó escapar una risa irónica— Esfuerzo el que llevo haciendo yo estas dos semanas para poder estar contigo aunque sea un mísero rato.

—Joder Mimi, ya sabes que últimamente ando muy ocupada con el trabajo.

Ana intentó agarrar la mano de la rubia pero esta la apartó enseguida. Fue entonces cuando Ana empezó a ser consciente de lo molesta que estaba. Y lo entendía.

—¿En tu curro también entra tirarte al primero que pillas?

Ana se quedó de piedra.

Y ahora qué.

—No sé por qué estás diciendo eso Mimi —Ana se removía nerviosa.

Mimi volvió a reír irónicamente.

—Ana, por Dios, has estado yendo al bar en el que trabaja Ricky, que por si no lo sabías ahora tiene turno de noche, durante estas dos semanas, ¿te crees que no te ha visto?

Ana tragó saliva y bajó la mirada. Se sentía realmente imbécil.

—Encima de mentirosa, descarada —Mimi insistió— Me ignoras durante dos semanas mientras sales a tirarte a desconocidos. ¿Tan poco te importo?

—Mimi, basta —Ana seguía con la mirada fija en el suelo.

—No, Ana, no. Si no quieres verme me lo dices directamente, sin ponerme excusas de mierda.

Ana fijó la mirada en la de Mimi, quien observó cómo empezaban a descender lágrimas por sus mejillas.

—No tienes ni puta idea de lo que me pasa.

Ana, sin esperar una contestación, se dirigió hacia la puerta dando un portazo al salir.

Por una parte, Mimi quería ir detrás suya, pedirle perdón —a pesar de que la culpa de la discusión la tenía Ana— y abrazarla como hacía tiempo que no hacía. Sin embargo, algo dentro de ella la hizo detenerse. Se quedó anclada en el mismo sitio donde hacía un par de minutos había discutido con Ana, con la mirada perdida, hasta que un fuerte golpe proveniente de la calle la sacó de su ensimismamiento. Un pensamiento le recorrió la mente al instante.

Ana.

💡 💡 💡

Hola, es la primera vez que escribo un fanfic aquí. No sé si os gustará, espero vuestros comentarios ya sean positivos o negativos siempre que sean constructivos.
Este capítulo es bastante corto, a partir de ahora los haré mucho más largos, lo prometo.
Espero que os guste ✨

Apricity | WarmiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora