Capítulo 9

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Aquel día no pintaba nada bien. El cielo estaba cubierto de nubes oscuras y de vez en cuando se escuchaba algún trueno, lo que anunciaba que no tardaría en llegar una tormenta.

Ana y yo caminábamos hacia el pueblo desierto que habíamos descubierto noches atrás, situado tras la carretera.

–¿No me vas a dejar darte un beso?

Llevábamos todo el camino picándonos, hasta que Ana decidió hacerse la enfadada.

–Si eres capaz de alcanzarme antes de llegar a la carretera te lo doy.

Echó a correr nada más terminar de pronunciar esas palabras y yo no tardé en ir tras ella. Sin embargo, un ruido lejano, diferente al causado por el tiempo y que llevaba escuchando todo ese rato, me hizo detenerme poco después para intentar averiguar de qué se trataba. A esas alturas, Ana ya había alcanzado la carretera y celebraba haber llegado antes que yo. La ignoré por un momento y giré la vista hacia el lugar de dónde parecía venir aquel sonido. Al fondo de la carretera, o al menos hasta donde mi vista alcanzaba a ver, una luz avanzaba por esta rápidamente. Conforme se iba acercando, pude distinguir la figura de un coche.

Un escalofrío recorrió mi columna vertebral.

Ana seguía en la carretera y parecía no haberse percatado de nada.

–¡Ana, apártate de la carretera ahora mismo! –grité.

–Yo no me muevo, ven tú –seguía metida en el juego pero ya no me hacía ninguna gracia.

El coche estaba cada vez más cerca y no parecía tener intención de frenar.

–Ana, por favor, déjate de tonterías –grité más fuerte aún, con desesperación.

Ella simplemente me ignoró y no me quedó otra opción que echar a correr hacia donde estaba para sacarla de la carretera, sin ni siquiera saber si llegaría a tiempo.

Y no llegué.

En el momento que el coche impactó contra su cuerpo, desperté.

Estaba en los brazos de Ana, en el sofá de la casa de la playa. Supuse que nos habíamos quedado dormidas y lo que acababa de presenciar sólo había sido una pesadilla. Mi corazón latía tan rápido que me hizo removerme incómodamente, despertando sin querer a Ana.

–Mimi... --habló Ana, con voz ronca. –¿Qué pasa? ¿Por qué estás llorando?

Ni siquiera fui consciente de que estaba llorando hasta que me lo dijo. Traté de calmarme un poco y me abracé más fuerte a ella.

–Una pesadilla –susurré entre hipidos.

Ella dejó un beso en mi cabeza y comenzó a acariciar mi espalda dibujando círculos en ella.

–¿Quieres hablarlo? –propuso, hablándome con cariño.

Negué repetidas veces. Lo que menos quería en ese momento era hacerla sentir mal a ella también recordándole cosas que, como era obvio, aún dolían.

–Duérmete otra vez. Tranquila, voy a estar aquí contigo.

Asentí y me escondí en su cuello. No me hicieron falta ni dos minutos acompañados de caricias para volver a caer en un profundo sueño.

Pero no acabó todo ahí.

Cuando desperté de nuevo, esta vez ya en la realidad, mi corazón volvía a latir a toda velocidad. En mi cabeza se repetía una y otra vez el momento en que, en la pesadilla, el coche impactaba contra Ana, acompañado del mismo sonido que escuché cuando esto ocurrió en la vida real, un sonido que se quedó grabado en mi mente desde el primer momento y que aún no había sido capaz de borrar de ella. Mi respiración se dificultaba cada vez más hasta que alcancé un punto en el que incluso empecé a hiperventilar.

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⏰ Última actualización: Feb 27, 2019 ⏰

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