Capítulo 1

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Mimi

No era consciente de la cantidad de horas que había pasado llorando en aquel incómodo asiento de la sala de espera. Tenía hambre, sueño y un dolor insoportable en la cabeza provocado por el interminable llanto. Una mano en mi hombro y un olor familiar me hicieron salir de mi burbuja.

Ricky.

El mallorquín no dudó ni un segundo en agacharse y acogerme en sus brazos. Me escondí en su cuello y volví a sollozar.

—Ha sido mi culpa Ricky, ha sido mi puta culpa.

Ricky me apretó más fuerte contra su cuerpo.

—No vuelvas a decir eso, por favor, no es verdad.

No se separó de mí hasta que estuve más calmada.

—¿Cuántas horas llevas aquí? Deberías dormir un rato.

—No...no quiero —dije entre hipidos.

Ricky me observó con lástima.

—Todo va a estar bien, te despertaré cuando venga el médico.

—Ricky, no voy a dormirme hasta saber algo de ella.

El chico suspiró rindiéndose y se sentó en el asiento de al lado.


Ricky me acariciaba el pelo mientras yo reposaba mi cabeza en su hombro. Los párpados cada vez me pesaban más y habría caído en un profundo sueño de no ser por la llegada del médico, que provocó que me levantara como si fuera un resorte.

—¿Familiares de Ana Guerra?

—Aquí —corrí hacia él— ¿cómo está?

Esperó a que Ricky se situase a mi lado para comenzar a hablar.

—Se encuentra bastante grave, aunque de momento permanece estable dentro de la gravedad. El impacto le ha provocado numerosas fracturas costales que han causado daños severos en el pulmón izquierdo. Mañana deberá someterse a una intervención quirúrgica, mientras tanto la mantendremos sedada para evitar que sienta dolor.

—¿Va a... despertar? — pronuncié en un hilo de voz.

El hombre suspiró y se rascó la nuca. Tragué saliva al mismo tiempo que mi corazón empezó a acelerarse. Comencé a darme cuenta de que algo no iba bien.

—Todo dependerá de la intervención que le realizaremos mañana.

Bajé la mirada y respiré hondo tratando de contener las lágrimas que comenzaban a ocupar mis ojos.

—¿Podemos pasar a verla? —esta vez habló Ricky.

El médico asintió.

—A primera hora de la mañana pasarán a por ella, si todo va bien la intervención durará aproximadamente dos horas.

Asentí y bajé la mirada.

—Está en buenas manos.

Hice un esfuerzo por mostrar una sonrisa, que acabó en una mueca extraña.

Nos despedimos y Ricky me pasó el brazo por los hombros para después empezar a caminar hacia la habitación. Al llegar a esta, me indicó con un gesto que pasase yo primero, pero le agarré la mano para que me acompañase. Y lo hice bien, porque me iba a hacer falta compañía. Lo que vi al entrar me dejó paralizada. En ese momento me arrepentí de haber entrado tan rápido y no haberme parado a mentalizarme sobre lo que podía encontrarme.

La figura de Ana apenas podía distinguirse entre la gran cantidad de cables que iban desde distintas partes de su pequeño cuerpo hasta numerosos monitores situados a un lado de la camilla. Pero lo que más me impactó fue ver el tubo que se adentraba en su garganta para proporcionarle oxígeno.

Apricity | WarmiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora