El potro tántrico

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Aquella noche Esther se sentía dichosa.

Donovan la había llevado hasta su casa tras el encuentro en el motel, en esta ocasión el potro tátrico les había dado material de sobra para saciar su lujuria... Que, en términos generales no variaba mucho de lo usual en una pareja: sexo oral, penetración, eyaculación, orgasmo. Sin embargo, la técnica que ambos usaban marcaba la diferencia.

Aquella tarde Donovan se encontraba terminando el trabajo de uno de sus clientes; la noche anterior serias revelaciones le habían orillado al alcohol y una vez ebrio se refugió en Esther. 

Esther: su sólo nombre lo volvía loco desde la primera vez que lo leyó. Su inteligencia, su carisma y energía tenían la virtud hacer más liviano el peor de sus días pero esto se debía a la dedicación que ella ponía en cada detalle: de no haber sido por ello, la relación no habría superado la primer semana. Éso Donovan no lo había notado.

Acordaron verse al día siguiente. Ella tenía grandiosos planes para ese encuentro fantaseaba con el sexo fabuloso y el nuevo conocimiento que había adquirido a través de sus incesantes lecturas.

Aquella mañana Esther preparó su consabida cosmetiquera que incluía fármacos para la disfunción eréctil; no es que Donovan los necesitara, eran para ella: los vasodilatadores estimulan el flujo sanguíneo lo que aumenta la intensidad del orgasmo; lubricantes, aceites para masaje corporal...

Acompañó su almuerzo con un par de cervezas, las que rápidamente hicieron su efecto y Donovan recibía mensajes cargados de erotismo, invitándole a terminar pronto el trabajo que estaba haciendo y reunirse con ella.

Esther, fantaseaba en la manera como le quitaría la ropa, lo acariciaría... Preparó, inclusive sus lentes y una gabacha vieja para hacer realidad la fantasía de Donovan que deseaba verla con ella y sin ropa íntima.

Las horas se hicieron eternas. Esther estaba muy excitada por verlo... Las cosas habían salido tan bien la vez anterior...

Una vez juntos optaron por más cerveza, Esther no imaginaba las juguetonas fantasías que  Donovan anhelaba materializar.

Los besos entre ambos, apasionados y llenos de afecto enmarcaban perfectamente el encuentro. Desde la noche anterior Donovan estaba desesperado por perderse en los brazos y piernas (especialmente piernas) de aquella mujer la tomó y con sus manos enmarcó su rostro  mientras la besaba, aquél día ella no portaba lencería y así se lo había hecho saber desde la mañana. Como la cosa más natural del mundo, ella empezó a quitarse la ropa y al llegar al sostén o brassier le pidió ayuda. Él complaciente soltó los broches de la espalda lo que ella aprovechó para tomar sus manos y usarla para acariciar sus senos, su talle... En tanto Donovan se ocupaba de besarle el cuello.

Guió sus manos por encima de la ropa que aún le quedaba, acariciando su sexo lo que le hizo explotar. Le suplicó que acabara de quitarse la ropa, en tanto su pantalón y medias volaban por la habitación. Esther lo empujó al potro y sin darle tiempo a nada lo hizo penetrarla. Hábilmente las caderas de Esther se ocuparon de poner la intensidad al acto, Donovan se sintió en un carrusel donde sólo podía dejarse llevar. Su vagina lubricada, el olor de esa mujer tan deseada, los besos llenos de cariño y  apasionados que depositaba en sus labios, el sabor de ella... ¡Los movimientos de su cadera! La cadencia y la pasión que derrochaba

En un rincón de la habitación encontraron distintas posturas para el potro, con lo que la lujuria -ya de por sí excitada de Donovan- aumentó hasta un nivel que él jamás había experimentado. Lo mejor de todo, el potro no permitía que la lesión de su espalda se viera comprometida.

Con Esther convenientemente situada en el potro, Donovan se concentró en brindarle el cunnilingus que tanto le había pedido ella. "¡Caramba! esta mujer sabe exactamente lo que quiere" pensó...
Los espejos multiplicaban exponencialmente el morbo, apreciaba cada rincón del cuerpo de la mujer deseada con lo que le costaba mantener la atención en sus ojos, pero no por ello, Esther dejaba de sentirse dichosa. Las contracciones pubociccígeas, que tanto había practicado ella en soledad, fueron puestas en práctica en el momento justo. Donovan no puedo resistirse... ¡Vamos a la cama! Soy tuyo" le dijo.

Y subió la escalera.
Esther no le siguió, al menos no de inmediato. Colocó sobre su cuerpo desnudo aquella gabacha corta que dejaba al descubierto la curvatura inferior de su glúteo y, sin abrocharla, la ajustó de modo  que apenas cubriera su pecho desnudo
"¡Por dicha que no me hice el aumento de senos!" Pensó.
Buscó sus queridos lentes y se los puso... vestida así, lucía exactamente como Donovan la imaginaba mientras se masturbaba.
Descalza, pero con un caminar muy sensual, contoneando sus caderas anchas, Esther subió las escaleras, Donovan se hallaba de espaldas "Querido..." extasiado contempló aquella mujer deseada, fantaseada...  Se apresuró a su encuentro pero ella lo empujó a la cama y le montó... Tras lo cual, ella soltó a reír: sus rodillas no alcanzaban a tocar el colchón. Donovan la miró extrañado, no alcanzaba a entender semejante hilaridad hasta que ella dirigió su mirada hacia sus rodillas. Con un ágil movimiento, la volteó quedando encima de ella. Abrió la gabacha y se ocupó en besar su cuello, su clavícula en tanto descubría que las horas dedicadas al play station con su hijo, resultaba útil para acariciar esos pezones cafés; muestra de la salud reproductiva femenina. Esther gemía excitada y complacida a la vez. A cada beso, con cada caricia ella plañía gratamente y ofrecía su cuello a él, se masturbaba combinando las sensaciones en su cuerpo.
Delicadamente Donovan recorrió con su boca aquellos senos que tan bien ajustaban a su boca, dedicó minutos interminables a sus caricias porque le resultaban fascinantes sus gemidos, los suspiros profundos, los espasmos en la piel de aquella mujer. Murmuraba en sus oídos con frecuencia pidiendo más y más caricias, despacio bajó por su abdomen buscando el monte de Venus. Aquella vagina perfectamente depilada, con su tono natural y el olor... ese olor indescriptible! Era comprensible, el aroma de ambos, sus secreciones, la lubricación de ambos genitales:  Bálsamo, solía llamarlo Esther excitó más aún sus sentidos. Donovan empleó sus labios, sus dientes, su lengua en darle placer a ella. Su dedicación fue recompensada con otro orgasmo, aún más intenso que el anterior.
Esther tomó su rostro y lo atrajo hacia sí. Abrió sus piernas para ser penetrada nuevamente. El pene se deslizó suavemente dentro de ella, Donovan deseaba prolongar la sensación lo más que pudiera, era fabuloso como lubricaba Esther, sus gemidos al oído... todo hacía que los vellos de su piel se erizaran.
Esther se agitó en sus brazos, se dio vuelta ofreciéndose en la consabida pose de "cuatro patas" Donovan se había hecho acreedor de ella. Era un premio que ella deseaba darle por su dedicación.
Donovan no lo alcanzaba a creer. Lentamente la penetró "enséñame el alfabeto" susurró Esther... Donovan se dedicó a lucir  sus habilidades con las caderas. Esther suspiraba profundamente, gemía, arqueaba su espalda mientras los espasmos la recorrían de pies a cabeza. No pudo más, había resistido bastante gritó "Donovan!" Un orgasmo más intenso que todos los anteriores la recorrió absolutamente, Donovan se dispuso a eyacular y lo hizo con toda la fuerza que fue capaz.
Exhaustos se tendieron en el lecho, muy abrazados. Esther guió a Donovan al sitio que ella disfrutaba: le acomodó la cabeza en sus pechos y lo abrazó, besando sus párpados, sus orejas, su frente... todo el rostro del macho deseado...

Erotismo a flor de pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora